lunes, 16 de abril de 2012

CINE: DOCUMENTAL SOBRE W. G. SEBALD, LOS ANILLOS DE SATURNO.




Las lunas de Albion

 

Cuando apareció, Los anillos de Saturno consolidó al alemán W. G. Sebald como uno de los autores europeos más originales e interesantes de finales del siglo XX. Bajo la apariencia de una caminata por el condado de Suffolk, su hogar durante 20 años, Sebald explora el pasado pastoral e imperial de Inglaterra, alternando encuentros con los extraños habitantes del presente y la compañía espectral de autores como Thomas Browne, Conrad y Borges. Ahora, once años después de su prematura muerte, un documental le rinde el mejor de los homenajes: filma el libro desde los ojos de su autor, contemplando un paisaje tan melancólico y hermoso como los anillos de Saturno, hechos de fragmentos de lunas destruidas.

 Por Ariel Magnus

Un año antes de empezar a trabajar en su película sobre Los anillos de Saturno (Un peregrinaje inglés), el director Grant Gee nunca había leído al autor del libro, W. G. Sebald. Un amigo le recomendó hacerlo, y ya no pudo parar. “Hay un artículo muy bueno de Rick Moody sobre Sebald en el que utiliza el término compulsión textual –contó Gee en una entrevista con Bookforum–. Eso es algo muy parecido a lo que ocurrió conmigo. En seis meses terminé de leer todo lo escrito por él.” El libro que más lo impactó, publicado a mediados de los ‘90, fue el que finalmente terminó eligiendo para rodar Paciencia (después de Sebald) (o ‘según Sebald, dependiendo de cómo se elija traducir ‘after Sebald’). “Todavía no puedo averiguar bien qué es, ni cómo opera en las personas –dice Gee en la misma entrevista–. El libro es como un espacio mental que es un poco perturbador, pero muy adictivo.”
No es improbable que la experiencia de Gee refleje la de muchos lectores de este autor que nació en Alemania en 1944, pero que residió la mayor parte de su vida en Inglaterra, hasta su temprana muerte (2001) en un accidente de auto. El libro, tan enigmático como su título, se anuncia como una peregrinación a pie por el condado de Suffolk, en East Anglia, Inglaterra. Muy rápido, sin embargo, advertimos que la caminata es sólo una excusa para un viaje mucho más abarcador: mientras el autor avanza según cierto itinerario a través de zonas desoladas y pequeños pueblos de esa región anglosajona, el texto se va desviando a través de los temas más variados, ramificándose en historias de ese lugar y de otros, en autores autóctonos y foráneos, todo esto ilustrado a intervalos más o menos regulares por fotos e imágenes, también de lo más disímiles. A las pocas páginas resulta casi imposible reconstruir el recorrido que trazó Sebald para llevarnos sin que nos diéramos cuenta desde un hospital, donde fue derivado un año después de comenzada la caminata, al patrón quincux, que Thomas Browne ve en todos los elementos de la naturaleza, y de ahí al Libro de los seres imaginarios de Borges, y con cada nuevo capítulo se hace más y más difícil definir de qué se trata el libro, hacia dónde va, o al menos a qué género pertenece.

Por eso resulta un consuelo enterarse ya al principio de Paciencia que el mismo problema tuvo su editor inglés Christopher Maclehose. Según cuenta quien también supo editar a Carver, Ford y Murakami, cuando le preguntaron a “Max” (como lo llaman todos los que lo conocieron, abreviando el Maximilian que no permite sospechar las siglas de sus dos primeros nombres: Winfried y Georg), en qué categoría quería ubicar su libro, Sebald contestó que en todas: ficción, biografía, autobiografía, libro de viaje, historia... Y de hecho pueden encontrarse en su libro al menos una página que corresponda a cada una de estas categorías en las que no quería ser encasillado.
A la voz de Maclehose se irán sumando otras voces, como la del ya mencionado novelista Rick Moody y la de la fotógrafa Lise Pratt (autora del libro de fotografías Buscando a Sebald), entre otros escritores, artistas, académicos y profesionales de los más diversos rubros, incluidos un arquitecto y un psicoterapeuta. E incluido el mismo Sebald, que destaca entre todas las otras voces por su acento ligeramente alemán, amén de por las pistas que da hacia Virginia Woolf y hacia Charles Dickens, dos autores que, sin aparecer en Los anillos de Saturno, sirven para entender la ascendencia, a un tiempo tradicional y vanguardista, de este y de sus otros libros.

Mientras esta docena de voces, de las que en algunos casos apenas si conocemos las caras, van contando anécdotas o aportando información sobre el autor, sobre el libro o sobre la región (o sobre ellos mismos en relación con cualquiera de estos aspectos), las imágenes avanzan a través de la geografía de la Anglia Oriental, y del libro mismo. Muchas de las imágenes en blanco y negro nacen de (o desembocan en) las fotografías que puso el propio Sebald en su libro. De ellas parecen tomar también el tipo de granulado, que, según se explica en la película, Sebald lograba fotocopiando una y otra vez las fotografías originales. Lise Patt (que descubre un patrón común entre fotografías aparentemente disímiles) no duda en declarar a Sebald un auténtico artista gráfico, y Paciencia puede verse como una extensión de esas imágenes, su puesta en movimiento. En ese sentido, se trata de un documental que nace de las entrañas del libro y se convierte casi en su continuación natural.

¿Documental? ¿O adaptación cinematográfica? ¿O película de ensayo? Gee dice que su trabajo tiene algunos elementos de la película de ensayo, aunque es “apenas cinematográfica”, con un montaje muy subjetivo y una sucesión de “tarjetas postales de composición muy básica”. Pero más allá del género al que quiera adscribírsela (tal vez sea un error hacerlo, como con los libros del homenajeado), la película busca entender el libro a través de un proceso de apropiación. Es la misma estrategia que siguieron varios de los entrevistados por su director. Está por ejemplo la mujer que trazó un mapa interactivo del libro, con los respectivos links emplazados en cada sitio de importancia (y la deriva de Sebald tiene efectivamente algo internético, combinado con su pasión expositiva; por algo era profesor). Aparece también un fanático que armó una suerte de cosmología de Los anillos de Saturno, en la que están consignadas con flechas y colores todas las relaciones entre los temas tratados en el libro. Otro entusiasta cuenta que salió a hacer el mismo recorrido que hizo Sebald, aunque no pudo sentir lo mismo que aquél, porque la pasó demasiado bien. Gee encontró incluso a una mujer que desgrabó una entrevista que le hicieron a Sebald, recortó las palabras y empezó a armar poemas con ellas, a ver si así lograba llegar a su sentido más profundo.
Todo esto está en la película, y está bien que esté, pero el verdadero trabajo que hace Gee sobre el libro es el de la apropiación afectiva. Paciencia tiene momentos de alta densidad narrativa, y hasta termina con una imagen inolvidablemente mágica, casi esotérica, en el lugar donde Sebald murió en 2001. Sin embargo, su gran hallazgo es replicar el método que también elige Sebald para apropiarse de los autores que admira, de las geografías que recorre, de las crueldades del pasado que relata, del género humano que intenta dilucidar. Sebald busca en su libro abarcar el Universo, mientras que Gee busca abarcar esa imagen del Universo con su película, y lo que en definitiva logran ambos, cada uno a su modo, es reproducir la infinita melancolía del hombre ante lo inabarcable.

EL ACTOR MARIO ZAPAG NOS DEJÓ A LOS 76 AÑOS.



Un capocómico con muchas caras 

 

Protagonizó unas veinte películas y fue figura del teatro de revistas, pero el gran público lo recordará por las imitaciones que desplegó en Las mil y una de Sapag, que llegó a tener 40 puntos de rating.

Durante los años ’80 fue uno de los capocómicos más populares de la televisión argentina. Sus imitaciones de Raúl Alfonsín, Jorge Luis Borges y César Luis Menotti, entre otros, marcaron una época: la de una picaresca sencilla, para toda la familia. El comediante y cómico argentino Mario Sapag, de dilatada carrera televisiva y cinematográfica, falleció a los 76 años en la Clínica Basilea del barrio porteño de Monserrat, luego de padecer una prolongada enfermedad que incluyó problemas cardíacos y pulmonares, informaron ayer familiares y allegados. Sapag murió a las 20.30 del viernes en la clínica en la que se encontraba internado debido a su delicado estado de salud.
Los restos del humorista serán velados hoy a partir de las 10 de la mañana en la casa mortuoria Zuccotti Hermanos (avenida Córdoba 5084) y recibirá sepultura mañana al mediodía en el Panteón de Actores del Cementerio de la Chacarita. El 25 de mayo del año pasado, Sapag había sido internado en el Sanatorio Anchorena de la Capital Federal. Y un año antes, en el verano del 2010, había sido hospitalizado con carácter de urgencia por una arritmia cardíaca, cuando trabajaba en la temporada en Mar del Plata. Su último trabajo artístico fue su participación en el espectáculo Fortuna 2, junto a Ricardo Fort.
Nacido en Buenos Aires en 1935 e hijo de libaneses, Sapag comenzó su trabajo profesional a los 18 años en la radio como humorista, una labor que llevaría después al teatro de revistas, la televisión y el cine. Entre 1963, cuando debutó en la cinta Canuto Cañete, conscripto del siete, protagonizada por Carlitos Balá, y 2001, en que cerró su carrera cinematográfica con la no muy recordable Nada x perder, con Osvaldo Sabatini y Paola Krum, protagonizó veinte películas, trabajando con los hermanos Sofovich, Enrique Dawi y Enrique Carreras, entre otros directores.
En el medio, fue partícipe de varias comedias picantes como El telo y la tele (1985), Hotel de señoritas (1979) y La noche viene movida (1980). También estuvo en Aquellos años locos, con Palito Ortega y Mercedes Carreras en 1971; y participó en varios de los éxitos de la dupla Olmedo-Porcel como Los caballeros de la cama redonda (1973), Los fierecillos indomables (1982), Los fierecillos se divierten (1983), Mirame la palomita (1985), Los reyes del sablazo (1983) y Sálvese quien pueda (1984).
También fue nombre habitual de la cartelera del teatro de revistas, encabezando como capocómico o siendo parte del staff de humoristas, según el sube y baja de la popularidad de una profesión que a veces sonríe más que otras.
Su mayor repercusión la obtuvo en la televisión en la década del ’80, donde a caballo de su talento para las imitaciones y las amplias repercusiones de sus caracterizaciones de personajes públicos como César Luis Menotti, Jorge Luis Borges y el presentador Roberto Galán, encabezó Las mil y una de Sapag, que se mantuvo varios años en pantalla en Canal 9 y Telefe.
En esta época, protagonizó un incidente de repercusiones políticas, cuando caracterizado como el canciller del gobierno de Raúl Alfonsín, Dante Caputo, logró ingresar a la residencia presidencial de Chapadmalal burlando todos los controles de seguridad y posando para varias revistas.
A lo largo de esos años de mayor fama, con un programa que alcanzó los 40 puntos de rating, personificó, entre otros, a los ex presidentes Menem y Alfonsín, al actor español Pepe Sacristán, a Pilar Franco, Míster T, Hugo Guerrero Martinheitz y Tita Merello, entre otros. Este exitoso ciclo tuvo una remake en 1999 en América, con el nombre de Imitaciones peligrosas, pero entonces el personaje ya no generaba sorpresa y sucumbió con menos de siete puntos de rating.
Sus últimos trabajos teatrales fueron en el elenco de la obra teatral Primera dama se busca, con Nito Artaza, Carlos Perciavalle, María Eugenia Ritó, Adabel Guerrero, Gladys Florimonte y Fabián Gianola, entre otros en 2010; y una breve participación en Fortuna 2, del millonario mediático Ricardo Fort, espectáculos que interrumpió al ser internado por una dolencia cardíaca en junio de 2011.