Las lunas de Albion
Cuando apareció, Los anillos de Saturno consolidó al
alemán W. G. Sebald como uno de los autores europeos más originales e
interesantes de finales del siglo XX. Bajo la apariencia de una caminata
por el condado de Suffolk, su hogar durante 20 años, Sebald explora el
pasado pastoral e imperial de Inglaterra, alternando encuentros con los
extraños habitantes del presente y la compañía espectral de autores como
Thomas Browne, Conrad y Borges. Ahora, once años después de su
prematura muerte, un documental le rinde el mejor de los homenajes:
filma el libro desde los ojos de su autor, contemplando un paisaje tan
melancólico y hermoso como los anillos de Saturno, hechos de fragmentos
de lunas destruidas.
Por Ariel Magnus
Un
año antes de empezar a trabajar en su película sobre Los anillos de
Saturno (Un peregrinaje inglés), el director Grant Gee nunca había leído
al autor del libro, W. G. Sebald. Un amigo le recomendó hacerlo, y ya
no pudo parar. “Hay un artículo muy bueno de Rick Moody sobre Sebald en
el que utiliza el término compulsión textual –contó Gee en una
entrevista con Bookforum–. Eso es algo muy parecido a lo que ocurrió
conmigo. En seis meses terminé de leer todo lo escrito por él.” El libro
que más lo impactó, publicado a mediados de los ‘90, fue el que
finalmente terminó eligiendo para rodar Paciencia (después de Sebald) (o
‘según Sebald, dependiendo de cómo se elija traducir ‘after Sebald’).
“Todavía no puedo averiguar bien qué es, ni cómo opera en las personas
–dice Gee en la misma entrevista–. El libro es como un espacio mental
que es un poco perturbador, pero muy adictivo.”
No es improbable que la experiencia de Gee refleje la de muchos
lectores de este autor que nació en Alemania en 1944, pero que residió
la mayor parte de su vida en Inglaterra, hasta su temprana muerte (2001)
en un accidente de auto. El libro, tan enigmático como su título, se
anuncia como una peregrinación a pie por el condado de Suffolk, en East
Anglia, Inglaterra. Muy rápido, sin embargo, advertimos que la caminata
es sólo una excusa para un viaje mucho más abarcador: mientras el autor
avanza según cierto itinerario a través de zonas desoladas y pequeños
pueblos de esa región anglosajona, el texto se va desviando a través de
los temas más variados, ramificándose en historias de ese lugar y de
otros, en autores autóctonos y foráneos, todo esto ilustrado a
intervalos más o menos regulares por fotos e imágenes, también de lo más
disímiles. A las pocas páginas resulta casi imposible reconstruir el
recorrido que trazó Sebald para llevarnos sin que nos diéramos cuenta
desde un hospital, donde fue derivado un año después de comenzada la
caminata, al patrón quincux, que Thomas Browne ve en todos los elementos
de la naturaleza, y de ahí al Libro de los seres imaginarios de Borges,
y con cada nuevo capítulo se hace más y más difícil definir de qué se
trata el libro, hacia dónde va, o al menos a qué género pertenece.Por eso resulta un consuelo enterarse ya al principio de Paciencia que el mismo problema tuvo su editor inglés Christopher Maclehose. Según cuenta quien también supo editar a Carver, Ford y Murakami, cuando le preguntaron a “Max” (como lo llaman todos los que lo conocieron, abreviando el Maximilian que no permite sospechar las siglas de sus dos primeros nombres: Winfried y Georg), en qué categoría quería ubicar su libro, Sebald contestó que en todas: ficción, biografía, autobiografía, libro de viaje, historia... Y de hecho pueden encontrarse en su libro al menos una página que corresponda a cada una de estas categorías en las que no quería ser encasillado.
A la voz de Maclehose se irán sumando otras voces, como la del ya mencionado novelista Rick Moody y la de la fotógrafa Lise Pratt (autora del libro de fotografías Buscando a Sebald), entre otros escritores, artistas, académicos y profesionales de los más diversos rubros, incluidos un arquitecto y un psicoterapeuta. E incluido el mismo Sebald, que destaca entre todas las otras voces por su acento ligeramente alemán, amén de por las pistas que da hacia Virginia Woolf y hacia Charles Dickens, dos autores que, sin aparecer en Los anillos de Saturno, sirven para entender la ascendencia, a un tiempo tradicional y vanguardista, de este y de sus otros libros.
Mientras esta docena de voces, de las que en algunos casos apenas si conocemos las caras, van contando anécdotas o aportando información sobre el autor, sobre el libro o sobre la región (o sobre ellos mismos en relación con cualquiera de estos aspectos), las imágenes avanzan a través de la geografía de la Anglia Oriental, y del libro mismo. Muchas de las imágenes en blanco y negro nacen de (o desembocan en) las fotografías que puso el propio Sebald en su libro. De ellas parecen tomar también el tipo de granulado, que, según se explica en la película, Sebald lograba fotocopiando una y otra vez las fotografías originales. Lise Patt (que descubre un patrón común entre fotografías aparentemente disímiles) no duda en declarar a Sebald un auténtico artista gráfico, y Paciencia puede verse como una extensión de esas imágenes, su puesta en movimiento. En ese sentido, se trata de un documental que nace de las entrañas del libro y se convierte casi en su continuación natural.
¿Documental? ¿O adaptación cinematográfica? ¿O película de ensayo? Gee dice que su trabajo tiene algunos elementos de la película de ensayo, aunque es “apenas cinematográfica”, con un montaje muy subjetivo y una sucesión de “tarjetas postales de composición muy básica”. Pero más allá del género al que quiera adscribírsela (tal vez sea un error hacerlo, como con los libros del homenajeado), la película busca entender el libro a través de un proceso de apropiación. Es la misma estrategia que siguieron varios de los entrevistados por su director. Está por ejemplo la mujer que trazó un mapa interactivo del libro, con los respectivos links emplazados en cada sitio de importancia (y la deriva de Sebald tiene efectivamente algo internético, combinado con su pasión expositiva; por algo era profesor). Aparece también un fanático que armó una suerte de cosmología de Los anillos de Saturno, en la que están consignadas con flechas y colores todas las relaciones entre los temas tratados en el libro. Otro entusiasta cuenta que salió a hacer el mismo recorrido que hizo Sebald, aunque no pudo sentir lo mismo que aquél, porque la pasó demasiado bien. Gee encontró incluso a una mujer que desgrabó una entrevista que le hicieron a Sebald, recortó las palabras y empezó a armar poemas con ellas, a ver si así lograba llegar a su sentido más profundo.
Todo esto está en la película, y está bien que esté, pero el verdadero trabajo que hace Gee sobre el libro es el de la apropiación afectiva. Paciencia tiene momentos de alta densidad narrativa, y hasta termina con una imagen inolvidablemente mágica, casi esotérica, en el lugar donde Sebald murió en 2001. Sin embargo, su gran hallazgo es replicar el método que también elige Sebald para apropiarse de los autores que admira, de las geografías que recorre, de las crueldades del pasado que relata, del género humano que intenta dilucidar. Sebald busca en su libro abarcar el Universo, mientras que Gee busca abarcar esa imagen del Universo con su película, y lo que en definitiva logran ambos, cada uno a su modo, es reproducir la infinita melancolía del hombre ante lo inabarcable.