martes, 3 de mayo de 2011

Murió Ernesto Sabato, un clásico de la literatura argentina




Falleció en su casa de Santos Lugares a los 99 años. Notable autor y ensayista, escribió "El túnel" y "Sobre héroes y tumbas", entre otras obras clave. Fue titular de la Conadep tras el regreso de la democracia. En 1984 había recibido el Premio Cervantes, el más importante de la literatura en español. Lo velarán desde las cinco de la tarde en el Club Defensores de Santos Lugares y las exequias serán mañana en el Jardín de Paz.






La literatura argentina despide a uno de sus íconos populares. El escritor Ernesto Sabato murió esta madrugada a los 99 años en su casa de Santos Lugares. Autor de "El túnel", "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón el exterminador", entre otras obras, también fue uno de los rostros emblemáticos del regreso democrático, al encabezar la Conadep.

El fallecimiento fue confirmado por su colaboradora, Elvira González Fraga. "Hace quince días tuvo una bronquitis", contó en diálogo con Radio Mitre. "Estaba sufriendo hace tiempo, pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música", le contó al canal de cable Todo Noticias.


Según informaron allegados, el velatorio se realizará a partir de las 17 en el club Defensores de Santos Lugares. Allí, Sabato disfrutaba por las mañanas de encendidas partidas de dominó.

Testigo y paradigma de su tiempo, la figura de Sabato adquirió una dimensión diferente luego de la dictadura militar con su labor al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas).


Lejos de asumir un rol incontrastable, el autor de la trilogía de novelas "El Túnel" (1948), "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abbadón el exterminador" (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.

"Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana", declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura.


Sus escritos finales, que incluyen memorias y crónicas de la vejez, constituyen su postrera despedida con la escritura, más allá de algún destello vital como la conmovedora confesión de amor a su colaboradora Elvira Fernández Fraga, hoy al frente de la fundación que lleva su nombre.

Su figura recobró fuerza como portavoz de valores añorados por una sociedad atravesada primero por la dictadura militar y luego por el neoliberalismo de los 90. Su mensaje se concentró en los jóvenes: "Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía -dijo- serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido".

Sabato había nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas. Iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, ya que este año iba a cumplir 100 años.


Durante su larga trayectoria, por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín presidió entre 1983 y 1984 la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares.


Sabato en 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana, por lo cual fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979.


En 1975, Sabato obtuvo el premio de Consagración Nacional de la Argentina y un año más tarde se le concedió el premio a la Mejor Novela Extranjera en Francia, por Abaddón el exterminador.


Luego, en 1977 Italia le otorgó el premio Medici y al año siguiente le otorgaron la Gran Cruz al mérito civil en España, y en 1979 fue distinguido en Francia como Comandante de la Legión de Honor.

El laberinto interior de un gran escritor que se convirtió en personaje










El autor, ex director de la Biblioteca Nacional, acompañó a Sabato en un viaje por Europa tras la presentación del informe de la CONADEP. Aquí recupera la dimensión literaria de una obra tan paradigmática como su autor.

POR HORACIO SALAS - PERIODISTA Y ESCRITOR


Cuando en los días finales de 1961 Ernesto Sabato publicó Sobre héroes y tumbas, se había creado desde hacía meses un nivel de expectativa desconocido hasta entonces para la aparición de una novela. Numerosas entrevistas en diarios, revistas y publicaciones literarias habían preparado el clima. El libro se agotó en días y los lectores no se sintieron defraudados. En pocos meses, la sórdida historia de Alejandra y Martín, cruzada por la retirada del ejército de Lavalle trasladando el cuerpo descarnado de su jefe, sumado al descenso al infierno del "Informe sobre ciegos, conmovió a miles de personas. Era la novela gracias a la cual muchos jóvenes ingresaron en los vericuetos de la narrativa argentina.


Los personajes habitaban un paisaje reconocible y usaban un idioma que era el que se hablaba en la calle. Sabato se atrevía a escribir en argentino, como lo habían hecho Borges y Arlt. Y hasta los estereotipos sonaban creíbles para los que comenzaban a asomarse a la literatura. Rápidamente, el éxito editorial del libro se desparramó por todo el mundo y llegaron múltiples traducciones, centenares de críticas, tesis y coloquios universitarios. Los jóvenes porteños se identificaban con Martín y Alejandra; las muchachas escuchaban a Brahms, el músico preferido del personaje trágico de Sabato. El premio Nobel Salvatore Quasímodo calificó a Sobre héroes y tumbas: "Un apocalipsis de nuestro tiempo" y Witold Gombrowicz aseguró: "No conozco ningún libro que introduzca mejor a los secretos de la sensibilidad contemporánea de la América Latina, a sus mitos, sus fobias, sus alucinaciones".


A partir de ese momento, Sabato quiso seguir el ejemplo de Jean Paul Sartre y transformarse en el escritor/personaje, capaz de intervenir en el cúmulo de problemas de un país conflictuado al extremo: el reflejo sudamericano del escritor comprometido, burilado tanto por el autor de La Náusea como por Albert Camus. Lo que a comienzos de siglo se denominaba escritor nacional, que tuvo su representante justo (más allá de las diferencias ideológicas) en Leopoldo Lugones.


Sabato escribió también ensayos sobre la novela y la crisis de nuestro tiempo, y edificó su espacio de pensador, pero al mismo tiempo surgía, con un vigor incontenible, el boom de la literatura latinoamericana: Fuentes, Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez, que dio a conocer Cien años de soledad en 1967. Era evidente que el gusto de los lectores había cambiado. En la Argentina, Martín fue desalojado por Horacio Oliveira, protagonista de Rayuela y la desdichada Alejandra, por la misteriosa Maga del libro de Cortázar.


Sabato sufrió la suerte de los pioneros y continuó en su coto de personajes neuróticos y angustiados. El extremo llegó con su última y voluminosa novela, Abaddón, el exterminador, de 1974, en la que, para subrayar sus propios conflictos existenciales, eligió asumirse como protagonista, método que le permitía observarse y ser observado, según la imagen con que pretendía reflejarse en los demás. La novela provocó interés en Europa, pero en la Argentina pasó sin pena ni gloria.


La reaparición de Sabato ante el público ya no sería literaria: el presidente Raúl Alfonsín lo puso al frente de la CONADEP, la notoria comisión encargada de recoger testimonios sobre los desaparecidos de la dictadura militar. A partir de ese momento se produjo una construcción mediática, que incluso llegó a moverse más allá de su voluntad: Sabato (más allá de un almuerzo con el presidente Videla que sus detractores se obstinan en colocar en primer plano) creció en el imaginario colectivo como una suerte de paradigma ético: pasó a ocupar un espacio ejemplificador. Un largo viaje por Europa que realicé acompañándolo días después de entregar el Informe sobre los desaparecidos, me permitió deducir de largas charlas que hubiera preferido que lo reconocieran por sus obras. Un hombre rara vez puede elegir la mirada con que lo verán los otros. En el caso de Sabato, el escritor se deslizó hacia el personaje, y el personaje se adueñó de la totalidad del espacio.

La obra literaria de Ernesto Sabato

Novelas

El túnel (1948)
Sobre héroes y tumbas (1961)
Abaddón el exterminador (1974)

Ensayos

Uno y el universo (1945, junto a Ben Molar y Julio de Caro)
Hombres y engranajes (1951)
Heterodoxia (1953)
El caso Sabato. Torturas y libertad de prensa. Carta abierta al general Aramburu (1956)
El otro rostro del peronismo (1956)
El escritor y sus fantasmas (1963)
Tango, discusión y clave (1963)
Romance de la muerte de Juan Lavalle. Cantar de Gesta (1966)
Significado de Pedro Henríquez Ureña (1967)
Aproximación a la literatura de nuestro tiempo: Robbe-Grillet, Borges, Sartre (1968)
La cultura en la encrucijada nacional (1973)
Diálogos con Jorge Luis Borges (1976)
Apologías y rechazos (1979)
Los libros y su misión en la liberación e integración de la América Latina (1979)
Entre la letra y la sangre (1988)
Antes del Fin (1998)
La Resistencia (2000)
España en los diarios de mi vejez (2004)

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