Pocas cosas deben ser tan masivas, tan difundidas pero tan poco tomadas en serio como el raro arte de los streakers, esa gente loca que corretea semidesnuda por lugares públicos y que conoció, hacia los ‘60 y ‘70, su época de oro. La última gran noticia desde ese planeta llegó el martes 13 pasado: “Multado con 264 dólares por invasión del campo e intento de robo de la copa del mundo”. Así se zanjaba el último entuerto de Jimmy Jump, que había realizado su última pirueta para los 760 millones de espectadores de la final del Mundial. Jimmy lleva seis años irrumpiendo en los eventos más importantes del deporte, la política y la moda, burlando los controles de seguridad más estrictos, transformándose, en la era de YouTube y de la paranoia terrorista, en la personificación internacional del absurdo.
Ronaldinho, Ronaldo y Jimmy Jump durante un Barcelona-Madrid. La imagen, claro, no formó parte del combo televisivo sobre el encuentro entre España y Holanda. Pero, aunque eliminada en la edición de Televisión Española, da vueltas por Internet. Se registró antes de que el árbitro pitara el inicio del encuentro. Cuando el tipo entra en cuadro, corriendo sobre el campo con una barretina –el gorro típico catalán, aquel que usaba Dalí– en realidad, lleva dos: una puesta sobre la cabeza y otra, talle mini, en la mano. Va directo hacia la copa que está ahí, solita, sobre una mesa, dispuesto a colocarle la boina colorada. Y casi lo consigue, antes de que los hombres de negro de la seguridad se abalancen sobre él. ¿Provocación política? ¿Puesta en evidencia de la farsa de la seguridad millonaria? ¿Reivindicación catalanista?
“No, yo soy internacional –dice desde Johannesburgo, apenas salido de la cárcel en la que pasó los últimos tres días. Y quizá por internacionalidad, habla en spanglish a Radar, que lo llamó–. Quiero ser free. Pero quiero mucho a Argentina, a Messi, a Maradona-Pelusa, he saltado para él cuando ha estado enfermo. Pongo el red hat, la barretina, el símbolo catalán, a los jugadores más grandes de la historia, se la puse a Messi, a Eto’o, a Federer y ahora quise ponérsela a la World Cup, y casi llego. Mi salto es universal, salto para el mundo, para paz y amor, no es algo político. El objetivo es enviar un mensaje de libertad. He saltado con camiseta que decía Against racists aquí, en Sudáfrica. En 2008 salté en Eurocopa con otra que decía Tibet is not China. Que esto no se entienda como una cruzada por Cataluña, por favor. Mi salto es global. Como Maradona, que es argentino pero es universal. Es un loco, pero es un ídolo. Hay muchos catalanes en el equipo español, pero no querráis vosotros, los periodistas, leer lo que no es, porque yo deseaba que ganara España y me dio mucha alegría el triunfo.”
Con Messi, en un partido del Barcelona Un día antes de esa victoria, Barcelona vivió la mayor manifestación independentista de su democracia, en rechazo a los recortes de su estatuto dictados por los jueces del gobierno central. Y muchos españoles vieron en el abrazo del capitán madridista Casillas con el ídolo culé Puyol un llamado a calmar los ánimos.
Pero Jimmy Jump, nacido bajo el catalanísimo nombre de Jaume Marquet en Sabadell hace 36 años, tiene una carrera llena de hitos que lo muestran casi siempre vestido con algún elemento típico de su patria. Pocos días antes de meterse en el baqueteado césped del Soccer City, se lo había visto en Oslo, sobre el mismísimo escenario del festival de Eurovisión, intentando seguir la coreo durante la actuación del representante español, Daniel Diges, que terminó su tema como pudo. Claro que para ese momento Jimmy ya era una pequeña gran leyenda. Basta echar un vistazo a su página web, con una galería de imágenes que mataría de envidia a la reina de las relaciones públicas. Divididos por rubros –deportes, política, moda, ídolos, escena– allí están todos, sonriendo junto al figuretti mayor, desde el Dalai Lama a reyes y príncipes, desde Penélope Cruz a Dennis Rodman. Su perfil de Facebook tiene más de 110 mil amigos. Allí, por cierto, había anunciado que pensaba colarse en el festival de Noruega.
“Me ubiqué en la alfombra roja, donde había mucha gente y seguí la línea, que conduce a una primera gradería, zona de vips, desde la cual no puedes acceder al escenario, pero me fui levantando y volviendo a sentar a medida que llegaba gente y reclamaba su asiento, ocupando los lugares libres que iban apareciendo –contó después del escándalo de Eurovisión al programa Sálvame, de Telecinco–. Estaban las cámaras. Y yo muy nervioso, con mucha adrenalina. Pero te lo tienes que creer. Y cuando veo que la cámara no está mirando hacia allí, como en estas actuaciones hay que ir muy rápido, porque hay tiempo limitado, salté. Creo que a Diges también le benefició todo esto y para mí fue nuevo porque en general me dedico más al deporte. Yo quería que ganara él. Y creo que el beneficio que tuvo es seguro porque cuando salté él era el número 17 y luego, cuando debió repetir su actuación, gracias a mi interrupción, quedó en el puesto número 15.”
Con Figo, al que le tiró una camiseta del Barcelona porque abandonó el club de mala manera. La pequeña gran leyenda de Jimmy comenzó a tejerse antes, en 2004. Fue un año activo: se jugó la vida cruzando la pista de Montmelo en el Grand Prix de Fórmula 1, desfiló en la pasarela Gaudí en calzoncillos estampados con su logo casero, cruzó el campo en la final de la Eurocopa que disputaban Portugal y Grecia en Lisboa y le tiró a Luis Figo –el ex Barça, odiado por la hinchada por haberlos traicionado firmando con el Real– una camiseta de su viejo equipo. Cuando lo hizo, Jimmy llevaba una peluca morocha de rulos y una camiseta de la Selección Argentina en la que se leía, sobre el número 10, “Animo, Pelusa”.
El hombre no para. Algunas veces, los chistes le salen más caros que en su última aventura sudafricana. En la semifinal de la Champions entre el Villarreal y el Arsenal, Jimmy corrió hasta el francés Thierry Henry y alcanzó a ponerle sobre los hombros una camiseta del Barça ya con el nombre del jugador impreso. Le cayó una multa de 60.100 euros, gentileza de la Comisión de Violencia del Fútbol Español.
Pero el saltador, de violento nada. Lo suyo es radicalmente inofensivo. Menos mal, porque si en estos tiempos de miedo y grandes medidas de seguridad se le diera por aparecer en la cumbre del G-8, hacerse el gracioso en un aeropuerto o intentar ponerle la barretina a Obama, podría haber un desastre. ¿Cómo hace para esquivar las medidas de seguridad con intervenciones anunciadas a los cuatro vientos?
“¿Y cómo metió el gol Maradona en el ‘86? –responde–. Es la vida, es una iluminación, veo una luz y lo hago. Soy un world cup champion y salto, el salto es una descarga de energía, de adrenalina. Maradona, o Messi, meten goles muy grandes, tienen algo dentro, cómo lo hacen no lo sabemos, pero expresan algo. Yo también quiero expresar algo, y esto es mi forma de vida, mi way of life. Ahora quiero disfrutar el salto a Africa y quiero saltar en América. De hecho, estuve en la final en Maracaibo de la Copa América, quería que ganara Argentina, porque estaba Messi y tal, pero ganó Brasil. Yo quería saltar, llevaba puesta una camiseta del Che. Estuve en muchos lugares donde no pude saltar, en Japón, en Abu Dhabi. Es que no es fácil, hay que encontrar el camino de la luz para el salto. Uno de mis sueños es saltar en Argentina, en la Bombonera, pero allí me matan. Aunque luego no pasa nada: mira, me decían ‘No vayas a Johannesburg que es terrible’ y aquí no pasa nada, la gente es free, están contentos por el mundial, quieren organizar juegos olímpicos. En la cárcel estaba muy sucio todo, pero no pasaba nada. Es el precio que tuve que pagar. Además, hice amigos, de Zimbabwe, de Zambia, hablamos de Mandela, que es un luchador de la libertad. Yo no gano nada con esto, lo hago porque me gusta, porque lo siento. No he saltado con ningún sponsor. No tengo un duro, no tengo nada, estoy broke. Cuando salté en Eurovisión un tío que tiene una empresa de gambling, de juegos por Internet, me pagó la multa y juntos hicimos un anuncio. Eso me dio dinero para venir aquí. Pero no hay nada detrás, ni auspiciantes ni nada. Soy yo solo, y algún amigo que me puede ayudar eventualmente, con la página web. Pero salto con lo que consigo como puedo. Y lo invierto en el salto libre.”
Los de seguridad de Rolanda Garros tampoco se copan ¿Cuál es el origen de los saltos? ¿Eras un niño travieso que descubrió una vocación?
–Sí, iba con mis padres a los museos y me colaba. Me llevaron al Vaticano y me escapé para colarme en la Capilla Sixtina. Era travieso pero nunca criminal, travieso pero no malo.
Las estrellas frente a ti, ¿se ríen o alguien se lo ha tomado mal?
–Se divierten, se dan cuenta de que soy un tipo con un gorrito que no hace nada malo. Ahora lo que quiero es meter un gol de verdad. Tomar la pelota y tirar una falta o un penalty. En la final de la Euro metí un gol con mi cuerpo. Le tiré la camiseta del Barcelona a Figo porque es un traidor y todo el mundo lo sabe, pero ahora quiero meter un gol, un gol guapo, de los buenos.
En la final de Roland Garros en junio de 2009 se plantó frente al imperturbable Roger Federer hasta que lo sacaron de la pista. Y algunos debieron recordar, viendo esa imagen hoy, el horror de la serbia Monica Seles, apuñalada por un loco fanático durante un partido en Hamburgo, en 1993. La que fue número uno sobrevivió, pero después de eso anunció su retiro.
¿No tenés miedo de que un día se produzca algún desastre con lo nerviosos que están los encargados de la seguridad en eventos internacionales?
En el escenario del Eurovisión durante la interpretación del participante español. –Sí, sí. Seguro que algún día voy a recibir algo, no creo que me maten de un tiro, pero si se ponen nerviosos quién sabe qué puede pasar. En Africa tuve miedo porque era la primera vez que ellos hacían esto, pero he puesto mis huevos y he venido y he tocado la copa del mundo, así que estoy feliz.
¿Cómo definís lo tuyo: es un arte, un deporte, una performance o una fórmula eficaz para ser famoso?
–Yo creo que es una emoción. El pintor que pinta el cuadro, el goleador que marca un gran gol, no sé cómo definen lo suyo. Pero para mí es una emoción que siento. Mi objetivo era llegar a la world cup y ponerle el gorro de mi patria. Es una emoción que quiero compartir, compartir el momento. El pueblo argentino, por ejemplo, tiene mucha emoción, con aquellos cantos... El “Vamos vamos Argentina, vamos vamos a ganar” es un buen grito, un gran grito para la libertad.
En 2008, en Canadá, Jimmy fue una estrella sin sobresaltos: asistió en Canadá a la première mundial de Jump!, el documental sobre los mayores streakers del mundo, del que es uno de los protagonistas. La película, dirigida por Dan Emery y Mathiew Wacowich, sigue a Jaume Marquet, o más bien a su alter ego, en un viaje de Barcelona a Madrid durante el que planea colarse en el clásico del fútbol español, frente a 80.000 espectadores y con 100 millones de personas del otro lado del televisor. La referencia al cine lleva de la mano a ese gran momento en la historia del Oscar de Hollywood cuando, en 1974, un señor llamado Robert Opal cruzó el escenario desnudo y con un símbolo de la paz mientras David Niven presentaba la categoría de Mejor Película. Rápido de reflejos, el gran Niven comentó: “La única risa que este hombre obtendrá en su vida es quitándose la ropa y mostrando al mundo sus limitaciones”. Ahora, la gran hazaña con la que sueña Jimmy el saltador –además de la Bombonera y el golazo– es, precisamente, colarse en la ceremonia de la próxima entrega de los Oscar. Ya lo ha anunciado. Habrá que verlo entonces.