Una amante de los saltos al vacío
Diletante, documental centrado en la figura de su madre, fue una bisagra en la carrera/vida de Kris Niklison ("No hay frontera entre mi vida personal y profesional", aclara ella). Hasta ese momento, la realizadora vivía en Amsterdam y se dedicaba al teatro. Era dramaturga, directora, coreógrafa y actriz: en esa cuádruple condición acá había presentado Dilemma. "En 2005 vine a Buenos Aires en un momento en que nacía en mí una necesidad de desarrollo cinematográfico. Siempre había sabido que había una película en mi madre, pero no sabía cuál. Dos años después uní lo útil con lo agradable, y empecé a filmar a mi madre. Un salto grande: aprender una profesión a los cuarenta".
Niklison, que sólo había hecho un curso en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba, filmó a Bela Jordán -de 80 años: vital, atractiva, singular, librepensadora autodefinida como diletante- en su estancia de Sauce Viejo, Santa Fe. "No había convivido con ella ahí, no tenía una percepción exacta de su mundo, ni de las tareas que hacía ni de los vínculos que tenía. Dejé que jugara la perplejidad. Primero busqué su esencia, mágica. Esa esencia mágica fue la que me inspiró la forma".
Diletante muestra la cotidianidad y las ideas de la madre de Niklison -que al principio se negaba a hacer el filme-, sus diálogos con Cata, su cocinera de años, y su vínculo con un jardinero que aparece siempre en el exterior de la casa: una presencia extraña. "Apenas vi cómo se vinculaban, se me ocurrió la estructura y la traducción de ese mundo a un lenguaje cinematográfico y a una estética. El personaje principal, mi madre, tendría imagen y sonido; Cata, con la que mi madre habla a través de una pared, tendría sólo sonido (aparece siempre fuera de campo); el jardinero, sólo imagen. Los rompecabezas que arma mi madre son el hilo conductor; la naturaleza, piezas de ese rompecabezas".
La opera prima de Niklison ganó la sección argentina en Mar del Plata en 2008. Luego, Lita Stantic se convirtió en la coproductora: la película fue ampliada a 35 mm y tuvo buen recorrido internacional. "El salto al vacío, mi esencia, tuvo sentido. Pasé de veterana del teatro a novata del cine, y volví -cuenta Niklison-. La película fue como un hijo para mí. Si hubiera acatado reglas, habría sido menos genuina. No sé si está bien o mal lo que hice, pero es mío. Hice este filme en un estado de bendita ignorancia".
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