Larga vida a Rimbaud
Ídolo de bohemios, surrealistas y punkies, el poeta revive en una exposición en París, que ya es furor en Internet. La muestra incluye manucristos y fotografías de su época como traficantes de armas y esclavos.
Por: Oscar Caballero / París*
Pocas veces una exposición habrá encontrado un título más certero: Rimbaudmanía, la eternidad de un icono. Hasta el punto de que la Galerie des Bibliothèques, recinto municipal que acoge los 350 documentos que sobre el poeta se exponen hasta el 1 de agosto, saltó bruscamente de su discreto papel de sala de barrio a ser una referencia para esos fans de todo pelo que han suscitado ya casi 2,5 millones de visitas en Google.
Por eso mismo, el ágora virtual de internet reaccionó con violencia, en abril pasado, cuando el Salón Mundial del Libro Antiguo de París colgó una foto del otro Rimbaud,el traficante de armas y esclavos. El insólito escándalo por una foto en plena era del disparo con el móvil tuvo eco en la vieja prensa europea.
Rimbaud, el intocable. Pero ¿y el poeta? A los casi 109 años de su muerte, el Rimbaud que cada generación enarbola es el de la fotografía de Etienne Carjat de octubre de 1871, "ese rostro perfectamente ovalado de ángel en el exilio" (Verlaine); "auténtico dios de la pubertad como reclama toda mitología" (Breton) o "mi contemporáneo, mi castrador", de acuerdo con Pier Paolo Pasolini.
Un icono sin voz. O sostenido por un eslogan, como todos. Una temporada en el infierno,de acuerdo, pero ¿quién recita sus poemas? Ídolo de los románticos, de los bohemios, de los surrealistas, de los punks incluso. Con la única competencia, en el pasado siglo, de otra foto, la del Che Guevara, el Rimbaud sacramental está en sus sonetos del amor oscuro con Verlaine, la peregrinación alcohólica o el disparo en una habitación de hotel.
Con 17 libros sobre Rimbaud, Claude Jeancolas era la persona idónea para montar la exposición, que fue inaugurada por una obra efímera del grafitero Pedrô.
Rimbaud no guardaba copias de los poemas que enviaba a distintas publicaciones; sus manuscritos son raros. Es un acontecimiento, entonces, que Rimbaudmanía enseñe diez poemas y cartas, desde Voyelles (la concordancia entre vocales y colores, pero también sensaciones sonoras u olfativas, en la línea de acuerdos de Baudelaire), hasta La carta del vidente,jamás exhibida. Tras las vitrinas que la protegen, la letra de un adolescente del gris Charleville traza esta declaración, de 1870: "Con terrible empecinamiento adoro la libertad libre".
Pero si gracias a internet su nombre se ha universalizado, seguramente más que su obra,
Jeancolas afirma que el gran público sólo descubrió a Rimbaud en 1954, cuando el centenario de su nacimiento fue celebrado con una gran exposición en la Biblioteca Nacional de Francia, cuyo eco enlazaría con el de los movimientos que antecedieron a los de la juventud occidental de los años 1960.
El resto es estruendo: de Picasso, Miró y Léger a la historieta; del disco (Patti Smith, The Clash) a la novela; de la moda (Castelbajac; pero en la muestra hay incluso un string con su imagen) a la vajilla (Charleville lo estampó en todo tipo de objetos). El mito ha invadido cada sector de la cultura y del ocio. Y la exposición parisina es su altar.
Una historia de la que la mitomanía debió amputar los años de armas tomar, poéticamente incorrectos. Luego, el cáncer que le costó el regreso y una pierna, la muerte a los 37 años, restablecieron la tragedia, imprescindible para el mito.
"Tenemos el triste deber de anunciar la muerte de Arthur Rimbaud; fue enterrado en Charleville; sólo su madre y su hermana seguían el ataúd", epilogaba discretamente el 1 de diciembre de 1891 la revista La Plume.
Por supuesto, la poesía de Rimbaud fue traducida a todas las lenguas, sin olvidar naturalmente la oficial de Etiopía. Pero es su historia la que prevalece: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, poeta y traficante. Para saberlo todo, el competidor de Jeancolas en Rimbaudmanía,Jean-Jacques Lefrère, médico que prefirió hurgar en viejos baúles tras las huellas de Rimbaud antes que manejar el bisturí, compilador ya de 1.200 páginas de correspondencia, completa su trabajo con otras tantas: Correspondance posthume 1891-1900 (Fayard). Cartas que demuestran, por ejemplo, que en aquel final de siglo, Rimbaud, poeta que no vendió un sólo ejemplar, era más conocido como explorador. Es decir, ese hombre de pelo corto y bigotillo de la foto hallada por Alban Caussé y Jacques Desse, dos libreros de viejo, en el 2008, en medio de postales amarillentas, en una feria de pueblo. ¿Por qué la compraron? Al dorso se leía Hôtel de l´Univers, Adén. Un domicilio de Rimbaud. Lefrère les ayudó a identificar al ex poeta en ese conclave de siete hombres sin mujeres. Uno, Alfred Bardey, su patrón en Adén, le había rezado este responso: "Hubiera sido más fácil fijar a una estrella fugaz".
Rimbaud, por su parte, se lo había escrito a su voz, antes de abandonar Francia: "Es necesario que huya y que vuele".
© La Vanguardia
Una temporada en facebook
Miguel Molina
Cuando poetas y cantautores de mal vivir como Patti Smith o Jim Carroll reivindican la vigencia de Rimbaud lo hacen apelando sobre todo a su nihilismo, tan presente en la obra y en la propia trayectoria vital del autor francés. Autoproclamarse herederos de su palabra supone, en términos de cultura underground, ganarse el derecho a llevar en la solapa el pin que acredita la condición de maldito, aquél en el que el que aparecerá desafiante la fotografía del joven poeta del flequillo y la mirada taimada. El origen de esta devoción está en sus versos ("Las albas son entristecedoras. Toda luna es atroz / y todo sol amargo") y en su renuncia temprana a la poesía y al ideal burgués. Su pesimismo radical, su nihilismo metafísico fueron munición de plata para los desarraigados fundadores del punk en el Nueva York de los setenta. Lo fueron en las noches autodestructivas del CBGB y también lo son ahora, cuando su fiel Patti Smith declara que "Rimbaud fue el primer chico del punk rock". Por eso aún reina entre los trovadores el adolescente que escribió Una temporada en el infierno.
Sólo que ahora, inesperadamente, gana Rimbaud una nueva contemporaneidad por culpa de una fotografía en tonos sepia. La aparición de una imagen que nos muestra el rostro del ya ex poeta en sus años de madurez, cuando ejercía de traficante de armas en Adén, nos lo convierte de repente en un personaje de la actualidad cincelada por Google o Facebook.
Las facciones avejentadas y la mirada hundida del Rimbaud treintañero en la única foto que conocemos de él tras abandonar la poesía suponen la muerte del icono. Rimbaud ya no será sólo el chaval de la imagen que ilustra todas las ediciones de sus libros: también será el traficante enfermo y desencantado. Por mucho que ya supiéramos de sus negocios inconfesables con sátrapas africanos, era el rostro del niño travieso que se hace perdonar sus pecados el que teníamos fijado en la memoria. Ahora, Rimbaud es como todos nosotros. Ya es un personaje con múltiples caras: las que nos gusta mostrar y las que un mal día tuvimos y que sobreviven contra nuestra voluntad en las entrañas de la redoen las hemerotecas digitalizadas. No es Esta una época para los héroes de una pieza. Ni siquiera para los antihéroes muertos.
"Cabellos rubios enredándose en tu respiración vital. Hidrógeno blanco. Rimbaud".(P. Smith)
Sólo que ahora, inesperadamente, gana Rimbaud una nueva contemporaneidad por culpa de una fotografía en tonos sepia. La aparición de una imagen que nos muestra el rostro del ya ex poeta en sus años de madurez, cuando ejercía de traficante de armas en Adén, nos lo convierte de repente en un personaje de la actualidad cincelada por Google o Facebook.
Las facciones avejentadas y la mirada hundida del Rimbaud treintañero en la única foto que conocemos de él tras abandonar la poesía suponen la muerte del icono. Rimbaud ya no será sólo el chaval de la imagen que ilustra todas las ediciones de sus libros: también será el traficante enfermo y desencantado. Por mucho que ya supiéramos de sus negocios inconfesables con sátrapas africanos, era el rostro del niño travieso que se hace perdonar sus pecados el que teníamos fijado en la memoria. Ahora, Rimbaud es como todos nosotros. Ya es un personaje con múltiples caras: las que nos gusta mostrar y las que un mal día tuvimos y que sobreviven contra nuestra voluntad en las entrañas de la redoen las hemerotecas digitalizadas. No es Esta una época para los héroes de una pieza. Ni siquiera para los antihéroes muertos.
"Cabellos rubios enredándose en tu respiración vital. Hidrógeno blanco. Rimbaud".(P. Smith)
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