martes, 8 de junio de 2010

MILES DAVIS Y SU PINTURA



Música y pintura, para ver y escuchar

Se dice que fue el Picasso del jazz, pero pocos saben que Miles Davis también fue pintor. En Canadá se inauguró una exposición multimedia en homenaje al gran músico, que recorre todas las etapas de su genialidad visionaria.











Por Lilian Rodríguez

Una exposición sobre Miles Davis, creador fuera de lo común, en un museo de Bellas Artes enciclopedista como es el de Montreal (MBAM) es un acierto gratificante.

Miles Davis fue un verdadero y auténtico artista creador. Poco importa en qué ámbito la creación toma forma, música, pintura, escritura, física quántica... Todo creador ejerce una fascinación de la cual es difícil escapar. Es el sentimiento que tuvimos luego de haber recorrido la muestra en el MBAM. Surge casi al instante el interrogante: ¿quién fue realmente este hombre? La exposición ofrece la posibilidad de acercarnos al universo del artista. Sin duda alguna, estamos frente a alguien notable, una presencia intensa que ha marcado la música del siglo XX. Como todo ser humano que osa pasar por la puerta estrecha de la creación pura, ese espacio donde la libertad y la inspiración no buscan otra cosa que materializarse, Miles alcanzó la estatura de una leyenda, un ser que intriga y apasiona, aunque no solamente a los amantes de la música. Es legítimo pensar que la voluntad de Miles cedía al impulso vital que lo animaba, reclamándole la entrega de su arte como la única posibilidad de redención. En 1985, Miles Davis declaraba: “No sé si mi caso es como el de Picasso..., quizás a mi manera. Yo cambié la música... Sí, podemos decir que cambié la música... Pero no es que sea un genio, sino que no puedo hacer otra cosa”.

Creada y organizada por la Cité de la Musique (Ciudad de la Música) en París, con el apoyo de Miles Davis Properties, en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Montreal (MBAM), la exposición-homenaje propone un recorrido por la vida del músico, desde su infancia en el este de Saint Louis, Illinois, hasta el último concierto en Montreal, veinte años atrás, poco tiempo antes de su muerte.







El itinerario de la exposición multimedia está dividido en ocho secciones que testimonian los diferentes períodos del músico y de su obra:

* De Saint Louis a la Calle 52: la búsqueda de Bird (1926-1948). Es la época de los clubes de jazz de Nueva York. Este período está marcado por el encuentro con los grandes del be-bop: Dizzy Gillespie y Charlie Parker, entre otros.

* Out of the Cool (1949-1954): Miles Davis inicia el jazz cool. En 1949, en París toma contacto con la intelligentsia de Saint-Germain-des-Prés. De regreso a los Estados Unidos reúne a la vanguardia del hard bop que empezaba a hacerse un lugar en el mundo del jazz gracias a Thelonious Monk y Art Blakey, entre otros.

* Miles Ahead: en estudio, por Columbia (1955-1962). Es el período de la exaltación y la consagración como estrella del jazz. La etapa de la droga ha quedado atrás y en 1959 graba Kind of Blue. En 1958 compone la música para la película Ascensor para el cadalso, que se reveló como un gran éxito planetario.

* Miles Smiles: la libertad controlada (1963-1967). Miles Davis inventa un jazz intuitivo, renovado y libre, reuniendo junto a él a músicos de gran talento, como Herbie Hancock, Tony Willims, Ron Carter, Wayne Shorter.

* Miles eléctrico: la aparición del rock (1968-1971). Miles contribuye a la emergencia de lo que se conoce como jazz-rock y recibe un disco de oro por Bitches Brew, en 1970.

* On the Corner: la vibración del funk (1972-1975). Su música evoluciona con el afro-funk, el sonido de la calle. Este período corresponde a su frecuentación del mundo del box, como boxeador.

* Silencio y soledad (1976-1980): Miles deja el escenario en 1975 y vive recluido hasta 1980, comenzando paulatinamente un regreso al espectáculo.

* Icono planetario (1980-1991): Miles reinventa una manera de hacer música de acuerdo con la época que se vivía. En 1986, el álbum Tutu alcanza un éxito total.

La muestra está muy bien montada, de manera clara y didáctica, e incluye pinturas y dibujos del mismo Miles. Entre figurativas y abstractas, su universo pictórico es como su música, impredecible, pero armoniosamente conectadas a un conjunto, a un todo, como un registro personal e histórico con una multitud de niveles y lecturas. Por cierto, es notable la fusión de la cultura norteamericana sumada a la cultura afroamericana de un músico negro...

En el caso de Miles, el sistema del arte, tal cual fue construido, no representó una gran ayuda. Muchas veces, a lo largo de la historia, la expansión de la libertad creativa ha estado ligada a la autodestrucción y el abuso de la propia integridad.

La muestra incluye piezas de artistas plásticos que testimonian la influencia de Miles en sus propias obras. Entre ellos, Jean-Michel Basquiat, Mati Klarwein, Niki de Saint-Phalle y una pintura del argentino Kazuya Sakai (1927-2001) en homenaje a Davis, que pertenece al Museo Blanton de la Universidad de Texas en Austin.

También hay varios retratos de Miles Davis, firmados por Annie Leibovitz, Antón Corbijn, Irving Penn y Herman Leonard, que traducen con la personalidad intensa y vigorosa del músico.

Entre los artistas argentinos que cedieron al magnetismo de Miles también podemos recordar a Carlos Gorriarena y su obra titulada Pangaea, de 1996, un acrílico sobre tela de grandes dimensiones. El título de la obra corresponde al de uno de los últimos discos que graba Miles en 1975, antes de su retiro de cinco años. Creemos que la obra del Maestro Gorriarena hubiese aportado al contexto pictórico de la exposición la presencia de un rebelde que apuntaba más a la luz que a las tinieblas. Que es otra faceta de la intensidad.

En el recorrido de la exposición las salas del museo se transforman en un club de jazz. El teatro perfecto para recibir la exposición, el sonido y la música de las obras maestras de Davis. La muestra incluye seis salas para escuchar música, llamadas “sordines”, en referencia a la sonoridad que Miles hacía surgir gracias a la utilización de ese accesorio de la trompeta. A las estaciones musicales se agregan las estaciones videográficas, que comprenden videos de entrevistas y espectáculos. Un catálogo en la versión inglesa y francesa acompaña la muestra. Dos libros excelentes con más de 200 documentos, imágenes y fotos, muchos de ellos inéditos. El comisario general de la exposición es Vincent Bessières, ex redactor en jefe adjunto de la revista Jazzman. En tanto que Eric de Visscher, musicólogo, compositor y director del Museo de la Música, es el comisario asociado.

El incomparable Festival de Jazz de Montreal presentó a Miles Davis en cuatro oportunidades. Una sala de la exposición en el MBAM está dedicada a celebrar la colaboración entre el artista y el Festival.

Miles ya no está, pero felizmente nos queda su música, inolvidable, también para todos aquellos que lo han visto en vivo, que lo han conocido personalmente, un artista único y un hombre de presencia magnética.

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