sábado, 3 de abril de 2010

La memoria de otro cielo


Dudas y relatos incompletos traman la radiografía del destierro que muchos argentinos vivieron a partir de 1974. Dos publicaciones recientes aportan datos para recuperar la penosa historia de esos días. Aquí, un informe y la entrevista a uno de los autores.

París, 1978. Manifestación en boicot del Mundial de Fútbol.

De todas las barbaries que generó y protagonizó la dictadura militar durante los años de su terrorífico apogeo, el exilio, su memoria, todavía necesitan ser estudiados y profundizados con el paso del tiempo. Surgen, resurgen fuentes orales; aparecen, reaparecen estadísticas que tímidamente asoman entre estantes llenos de polvos y registros olvidados. Ellos dan vida a los recuerdos de la época donde el estar lejos de la tierra propia podía ser considerado un castigo feroz o un privilegio, dependiendo de quien enunciara cada postura. Si todavía quedan dudas, relatos incompletos, retazos de historias dispersos sobre lo que pasó en la Argentina durante los años de plomo, son muchos más los baches que quedan del destierro, libros desgajados, páginas perdidas, narrativas inconclusas.

Por eso son bienvenidos los trabajos que se publican en el umbral de un nuevo aniversario del golpe de 1976. Uno de ellos es Ráfagas de un exilio. Argentinos en México (FCE) de Pablo Yankelevich y el otro, Los exiliados. La lucha por los derechos humanos durante la dictadura (Editorial Sudamericana) de Silvina Jensen. Ambos son expertos en estudiar la ruta de los argentinos expulsados por la fuerza bruta de la dictadura. Antes, ya se habían conocido trabajos de escritores y académicos como Juan Gelman, Jorge Luis Bernetti, Mempo Giardinelli, Jorge Boccanera, Miguel Bonasso, Osvaldo Soriano, Fanny Blanck Cereijido, Marina Franco, Noé Jitrik, entre otros, y también de estos dos autores citados.

México fue el país de destino donde llegó el número más importante de exiliados. Pero los argentinos no estaban solos, compartían el territorio con comunidades de perseguidos de Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay y de países centroamericanos.
El aeropuerto Benito Juárez del DF de México registró en junio de 1976 el arribo sostenido de 784 argentinos que llegaban a ese país sin fecha de vuelta en el pasaje. El resto fue recalando en otros países de América Latina y también en España, Francia, Suecia e Italia donde recibieron alguna ayuda.

Fue hacia fines de 1974 y principios de 1975 cuando arreciaron los asesinatos, torturas y amenazas de la Triple A, como prólogo de las desapariciones masivas y el inminente terrorismo de Estado. Muchos de sus blancos eran figuras de la militancia y de la cultura, del peronismo de izquierda, montoneros, de la izquierda marxista, radicales. Personajes como Raimundo Ongaro, Miguel Bonasso, Nicolás Casullo, Héctor Alterio, Nacha Guevara, Norman Briski, Luis Brandoni, entre otros, salieron del país tras recibir amenazas de la organización paramilitar que lideraba José López Rega.

"Entre los desterrados hubo quienes no deshicieron las valijas y permanecieron como si estuvieran en el andén de un tren, mirando hacia la Argentina, capturando cuanta mínima noticia del país llegaba a sus manos y sobre todo esperando volver", escribe la doctora en Historia, Silvina Jensen. La investigadora de la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca explica que en ese contexto también hubo quienes se zambulleron en la nueva vida, haciendo esfuerzos impensados de sobreadaptación inmediata, aprendiendo lenguas nuevas, modalidades locales de expresión en español, adoptando costumbres culinarias exóticas y hasta códigos de relaciones interpersonales desconocidos. "Algunos de estos se convirtieron en criticones compulsivos de la Argentina, su gente y no sólo sus gobernantes. Su rencor asentado en el dolor y la pérdida, los hizo descubrir su lugar en el mundo en sociedades lo suficientemente lejanas y extrañas como para no evocar a la Patria que los había expulsado", afrima.

Alejados y divididos

Carlos Gabetta, periodista argentino desterrado, solía decir que en el exilio argentino había tantos comités como partidos o fracciones de partido e incluso personas. De este modo, en los principales refugios del mundo, los exiliados argentinos se reunían en torno de organizaciones políticas como el Comité Argentino de Solidaridad (CAS), más conocido como "la Casa", y el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) en México; el Comitato Antifascista contra la Repressione nell'Argentina (CAFRA) de Roma; la casa Argentina, el Centro Argentino, la Comisión Argentina Pro Derechos Humanos (CADHU) y el Club para la Recuperación de la Democracia de Madrid; el Comité Català de Solidaritat amb el Poble Argentí (CCISPA) y la Casa Argentina a Catalunya en Barcelona; el Comité Argentino de Información y Solidaridad de parís y las diversas filiales de Madres de Plaza de Mayo y de Familiares de Muertos, Presos Políticos y Desaparecidos de Madrid, México, París o Barcelona, etcétera.

A los exiliados no sólo les costó vivir fuera de su país, insertarse en territorios ajenos, sino que también tuvieron que validar su chapa de perseguidos políticos. A las organizaciones políticas instaladas en el exterior, y a los exiliados en general, les costó hacer entender a los europeos la situación de violación de los derechos humanos que se vivía bajo la dictadura. Esto estaba dificultado por el "dudoso prestigio de la presidenta derrocada", el clima de violencia que vivía el país antes del golpe, la presencia de la Triple A que se mostraba tan peronista como Montoneros y otras organizaciones de la izquierda del movimiento que se convirtieron en sus víctimas. Los argentinos en el exterior tuvieron que luchar contra viento y marea para informar al resto del mundo lo que pasaba en la Argentina.

Y, paradójicamente, la violación de los derechos humanos en Chile actuó contra la difusión de la situación argentina. Los europeos podían identificar lo que pasaba en Chile, sabían quién era Pinochet. Era el general que había arrasado con el gobierno socialista de Salvador Allende y que estaba exterminando la resistencia popular. Pero con la Argentina el problema era que Isabel era una presidenta desprestigiada, que había avalado la acción represiva de las Fuerzas Armadas en la llamada "guerra contra la subversión". Además, la dictadura argentina había aprendido de la experiencia chilena en términos de no hacer visibles los "ajusticiamientos" (como sí lo había hecho la dictadura chilena en el Estadio Nacional) y decidió optar por la vía silenciosa de la desaparición forzada y la negación de lo que ocurría en los centro clandestinos de detención. Durante 1976, muy pocos en el mundo conocían los crímenes de la Junta Militar.

También ayudó para este ocultamiento la instalación del Centro Piloto de París de la embajada argentina. Este engendro estaba destinado a "desinformar" sobre la situación argentina y, en el plan militar, funcionaba como contrapunto de la "campaña antiargentina" que, según la Junta, se hacía en Europa contra la Argentina. Y además, el Centro también se dedicó a infiltrar las comunidades de exiliados en Europa por órdenes del almirante Massera.

Jensen describe la sensación de angustia del exiliado: "Todos debieron transitar innumerables duelos que encerraban desde perder los juguetes y los cómics, estar lejos de los abuelos y de los primos, extrañar el olor del café del bar de la esquina, saber de los amigos amenazados, sentir la impotencia por los compañeros detenidos, asumir sus muertes o la de familiares queridos desde la distancia, necesitar la biblioteca irremediablemente perdida y hasta saberse viviendo bajo otro cielo y lejos de la Cruz del Sur".

La capital de los exilios

Tomando los principales destinos del exilio argentino, Pablo Yankelevich, doctor por la Universidad Nacional Autónoma de México, calculó que para Francia la cifra de exiliados osciló entre 2.000 y 2.500 personas, en Italia se tienen registros de alrededor de 2.500; en Suecia, unos 2.200, etcétera.

México fue el receptáculo más importante del exilio argentino. Allí llegaron casi 5 mil argentinos entre 1974 y 1983. Sólo en 1976 entró el 50% de los exiliados argentinos que lo hizo entre 1960 y 1973. Durante el bienio 76-77 consigna la tercera parte de los argentinos registrados durante los años de la dictadura. El flujo anual se mantuvo constante , con excepción de los años 78 y 79, repunta hacia 1980 y declina hacia 1982-1983. Yankelevich trabajó especialmente sobre el tema de las cifras para dar idea de lo que significó el impacto de la comunidad argentina en los años 70 gracias a que pudo explorar los registros del Instituto Nacional de Migración de México.

En esta investigación impecable, el autor pudo determinar en varios aspectos la composición social del exilio. Una mirada a priori indica que el grueso de la composición corresponde a segmentos de clase media profesional. "Por investigaciones cualitativas, se sabe de la presencia de trabajadores y personas con bajos niveles de calificación, pero en la documentación consultada no hay registro de ellos", escribe Yankelevich. "Esta ausencia podría explicarse por varios motivos: el primero, las ya apuntadas limitaciones de la herramienta de medición, en el sentido de que los argentinos con menores calificaciones profesionales hubieran obtenido una visa distinta a la requerida para ingresar a la base de datos que se consultó. La segunda, un ocultamiento de la verdadera situación laboral o profesional." Más adelante el autor señala un contraste interesante donde, según el informe de la Conadep, la represión militar en el territorio fue repartida hacia todos los sectores sociales. Pero en primer lugar aparece, con un 30%, el segmento obrero como el más perseguido, algo que no guarda un paralelo con la composición del exilio.

Imágenes de dolor al llegar, de resignación al estar, de alegría al volver... Nicolás Casullo, uno de los principales intelectuales allí exiliado, y fallecido en 2008, expresó: "México no fue una tierra más, años de ocasión, una monografía olvidable, un país frío. México es México, lo infinitamente irresuelto afuera y adentro de uno: lo que se debe precisar para vivir, la vida más o menos de verdad..."


ENTREVISTA: Pablo Yankelevich. Historiador


¿El origen del libro se relaciona con su historia?

Yo salgo del país en 1976, estoy casi un año en Europa y llegó a México con 19 años. Aquí en México hago mi carrera académica, mis grados y posgrados en Historia. Y me dedico a cosas que en principio no tienen que ver con el exilio. Llegué a ese tema estando en Buenos Aires trabajando para otra investigación y mientras hacía entrevistas a unos viejitos, ellos me referían a una imagen muy idílica de un México que habían conocido o habían leído, de los años 30, 40. En ese ambiente en que yo estaba trabajando un buen día me encuentro con una escena que es una celebración del Grito de la Independencia en México. Y esa cantidad de gente gritando vivas a México de una manera muy desaforada, me indicó que había algo ahí que merecía ser estudiado. Una comunidad de ex exiliados en la Argentina que se reconocían a sí mismos como "argenmex" y que se habían construido una comunidad de identidades y solidaridades sobre la base de haber pasado su exilio en México, me pareció que tenía que estudiarlo.

¿Qué fuentes consultó?

Es un proyecto que reunió alrededor de unas 400 historias de vida de exiliados latinoamericanos en México en los años sesenta y setenta de distintos países de América latina: de Argentina, de Uruguay, de Chile, de Brasil, de El Salvador, de Nicaragua, de Dominicana, de Haití, etcétera. De ese universo grande de entrevistas, más o menos unas 80 fueron de argentinos. Fue un proyecto muy grande donde participó mucha gente y hoy las entrevistas forman parte de un archivo que es el archivo oral del exilio latinoamericano en México que se puede consultar en una biblioteca en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

¿Qué lo distingue de otros exilios?

En ninguno de los otros países adonde se dirigió el exilio, es decir, España, EE.UU., Costa Rica, Perú, Italia o Alemania se reconocen a la hora del regreso. Entonces, el primer proyecto, es decir, las primeras preguntas tienen que ver con la memoria; con el rescate de experiencias, la confrontación de subjetividades en México, la recepción, los encuentros culturales, etcétera.

¿Cómo elaboró el perfil del exiliado argentino?

Buscando nuevas fuentes de información que me permitieran dar una mirada más global sobre lo que había pasado. Pero lo primero que intenté, fue tratar de reconstruir el perfil sociodemográfico del exilio argentino en México, y para eso pudimos reconstruir series estadísticas que estaban en las oficinas de la Dirección de Estadísticas de este país que es el Instituto Nacional de Migración. Sobre esa base pudimos rearmar los flujos de llegada, los perfiles, hombres, mujeres, profesiones, niños, lugares de habitación, de trabajo, etcétera; y se le pone número, en realidad se le pone evidencia empírica a algo que flotaba en el ambiente que era la altísima capacitación profesional de este exilio. Yo contrasto las cifras de una migración tradicional anterior a 1974 con las cifras y los perfiles de los que llegan a partir de 1974 y aquí encuentro diferencias notables. Gente con alta capacitación, cosa que ni siquiera existía en el período de inmigración anterior, es decir, no hay migrantes mujeres, hay hombres acompañados de directores o gerentes de empresas acompañados de sus familias pero no hay digamos una profesionalización de la mujer, y hay mucho de empleo centrado en el estado mexicano, a diferencia del período anterior en donde la gente se emplea en el sector privado.

¿Había inmigrantes notables?

Notables sí, gente ya con una gran tradición como Juan Carlos Portantiero, José Aricó, Héctor Schmucler, José Nun... Ahí hay un núcleo duro, que se inserta relativamente fácil en un México que tiene su aparato de educación superior en plena expansión, se están creando instituciones, universidades, centros de investigación, etcétera. Hay una enorme apertura hacia gente o que está recién recibida, es decir con una escasa experiencia laboral o gente que inclusive se termina de formar en México.Certifica.com Certifica.com

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