jueves, 12 de noviembre de 2009

El caso Polanski: La venganza de Lolita



El caso Polanski permite la revisión del mito de la niña seductora y de la adolescente provocadora.

Por: MARICEL CHAVARRÍA - Barcelona

De la Lolita de Stanley Kubrick a la lolita que seduce a Kevin Spacey en American beauty median 40 años. Pero no sólo las distancia el tiempo: la percepción sobre el mito de la adolescente provocadora ha sufrido grandes cambios. En la adaptación cinematográfica de la célebre novela de Nabokov, la ninfa se nos presenta como un personaje que, precozmente, tiene plena conciencia de sus atributos sexuales y ejerce un poder sobre los hombres maduros; en cambio, American beauty muestra a una lolita que a la hora de la verdad exhibe su fragilidad, su inmadurez y un natural desconocimiento de la sexualidad.

Tuvieron que pasar cuatro décadas para que el cine desmitificara a Lolita con esa aproximación real que lleva a cabo el director Sam Mendes cuando muestra lo que se esconde tras la mascarada. Esto es: que las fantasías las pone él (Spacey) y que el juego de la jovencita no es sexual, sino mera impostura.

Se trata de un ejercicio narcisista para sentirse segura. Así lo ve la psicoanalista Nora Levinton. "Se trata de nuevo de esa transposición perversa en la que se pretende que no es el adulto el que sexualiza prematuramente a la niña proyectando su propio deseo y excitación sobre ella, sino que es la menor quien seduce y la que desea. Esas niñas casi púberes que explotan su atractivo sexual y provocan... mientras que ellos, pobres, qué van a hacer".

En el ambiente desenfrenado del Hollywood de los 70 había carta blanca para, enarbolando la bandera contra el moralismo, afianzar mitos como el de Lolita. Mitos que normalizaban impulsos patológicos. Ahí estaba Sue Lyon, la actriz que, con más edad que la original ninfa de Nabokov, protagonizaba la adaptación al cine; o las jovencitas que poblaban desnudas las edulcoradas películas de David Hamilton; o aquellas infantiles Brook Shields y Jodie Foster en sus primeros y erotizados papeles en la publicidad y el cine...

¿Qué hizo posible que ese fantasma particular de Nabokov se convirtiera en emblema del imaginario masculino? La respuesta tiene que ver con la hegemonía del discurso masculino. "Con esa versión de Polanski de que a todos nos gustan las niñas - apunta Nora Levinton, miembro de la asociación Clásicas y Modernas por la Igualdad de Género en la Cultura-se deja de condenar el abuso en las familias. Algo altamente censurable lo transforma ese discurso en una realidad no tan grave porque, al fin y al cabo, a todos nos gustan las niñas y cuando podemos, les metemos mano.Pero como todo mito, esconde algo: que las personas púberes no necesariamente son objeto erótico de todo hombre; que no es este un deseo irrefrenable, y que hay algo que no se ha constituido bien en la sexualidad de esos hombres para que acaben acosando a niñas de su entorno".

Cuando en 1939 Nabokov parió El hechicero,verdadero embrión de Lolita que se publicó de manera póstuma, dejó que la ética se impusiera en forma de tragedia sobre el impulso pederasta del protagonista. Un hombre maduro embelesado con una púber que juega en el parque decide casarse con la madre de esta, para luego matarla y quedarse a solas con la niña. La perspectiva de la novela es siempre la del protagonista atormentado, víctima de su propio y sublimado deseo, lo que, en el contexto del glamur de la creación literaria, se traduce en aplaudido ejercicio intelectual.
Por fortuna, en estas décadas transcurridas, el hombre blanco y poderoso ha perdido cierto caché como centro del universo. Mujeres y niños, presentados tradicionalmente como accesorios para la plenitud vital del varón, empiezan a cobrar dimensión humana. Pocas películas muestran tan crudamente la derrota de las lolitas kubrickianas como Broken flowers (2005), de Jim Jarmusch. Y no será porque la actriz que encarna a la hija adolescente de Sharon Stone no juegue a exhibirse ante un despistado Bill Murray. Este, en las antípodas del atormentado Humbert Humbert, se resiste a excitarse e incluso le hace ver que sus paseos en ropa interior están fuera de lugar.
El lolitismo más obvio va quedando relegado a la publicidad, que aboca ninfas embaucadoras

Porque ese Adolescente varón está obsoleto. en una pose sensual, obra Es parte del imaginario de Balthus de la generación de Polanski.

Los derroteros de la sexualidad siguen en manos de quien dicta qué es arte y cultura. "Y hasta ahora, el discurso ha sido unánime: los hombres han decidido qué gustos les representaban", concluye Levinton. "Ahí es donde aparece una ley de Igualdad en el cine. Hay tan poco escrito desde el otro punto de vista, el de quien ha sido precozmente sexualizada...".

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