En 1979 Roman Polanski acababa de dejar Estados Unidos escapando de una posible condena por violación a una chica de 13 años, por la que ahora permanece detenido. Entonces se encontró en París con el escritor Martin Amis. El resultado es el artículo que se ofrece íntegro a continuación, publicado en su día en la revista Tatler y en la colección de ensayos Visitando a Mrs. Nabokov.
Por: Martin Amis
"Eso jamás podría pasarme a mí" es la clase de comentario que Roman Polanski nunca podrá pronunciar. Y, si suceden cosas raras, él será la clase de hombre a quien sucederán. A pesar de su reputación de urdidor, de persona eufórica, de insensible matón, Polanski ha sido, en muchos aspectos, un juguete del destino. Cuando habla de forma entusiasta y, tal vez, una pizca en tono sentimental, sobre todas las promesas y esperanzas, el estilo y la libertad de los años sesenta, le parece a uno que no existe víctima más obvia y patente de las extremas ironías de aquel decenio.
Para Roman, los sesenta fueron años llenos de energía y logros, que terminaron (como, en cierto sentido, terminaron para todos los demás) el 9 de agosto de 1969 con el sangriento asesinato de su esposa embarazada, Sharon Tate. Su periodo de recuperación se vio entonces jalonado de artículos constantes y odiosamente insultantes en la prensa, en los que se daba cuenta de cómo el señor y la señora Polanski habían abierto la puerta a su propio castigo y perdición (experimentación con drogas, degradación, extraños rituales, etcétera). No fue su primera experiencia de desmedidos padecimientos y humillación. Ahora está metido en una clase de lío completamente distinto.
Primero me dirigí a su piso, estilo Hockney, una verdadera monada, entre los Campos Elíseos y el Sena. Pocos edificios de pisos habrá en París más elegantes: Marlene Dietrich solía ocupar allí un piso, como también algún digno miembro (o de otro tipo) de la dinastía Pahlevi. Esperé unos minutos en la sala de estar carente de libros mientras el ágil mayordomo de Polanski me preguntó si prefería mi vaso de cerveza coronado de espuma o no. Opté por la espuma y no hube de arrepentirme. Polanski salió puntualmente de su dormitorio; vestía tejanos hechos a medida y camisa azul con iniciales. Andaba con paso y gesto vivos y parecía tener unos dieciséis años, impresión que no se desvaneció tras varias horas en su compañía. Pensé que su éxito considerable y comprobado con las mujeres tenía mucho que ver con tal circunstancia. Contemplando al pequeño Roman, las mujeres no sentirían el deseo de verse maltratadas por un priápico y problemático director de cine; tan sólo querían llevarse al pobre niño abandonado escaleras arriba y dejar que se durmiera sollozando en sus brazos.
Aparentar dieciséis años, claro, no te da derecho a irte a la cama con adolescentes. A pesar de lo que dice Polanski contra Polanski, no todo el mundo quiere tirarse a chicas jóvenes. Y uno no puede ocultarse tras una falsa universalidad: no puede esconderse entre la multitud; además, la mayoría de la gente que quiere tirarse a chicas jóvenes no se tira a chicas jóvenes. No tirarse a chicas jóvenes aparentemente deseosas de ello es claramente un notable desafío. Pero incluso Humbert Humbert (protagonista y narrador de Lolita,de Nabokov) cayó en la cuenta de que las chicas jóvenes no saben realmente si quieren o no. El pederasta roba infancias. Uno tiene la sensación de que Polanski nunca ha tratado siquiera de entenderlo.
"¿Bebes cerveza?", me preguntó con rutinaria incredulidad.
Tiene una voz hueca, declamatoria y no sólo con acento sino de incisivo estilo.
"Así es", dije. "En su artículo sobre usted, Kenneth Tynan dice que prácticamente no bebe. ¿Es eso...?".
"Ah, Kenneth Tynan está lleno de mierda", dijo, dando vueltas por la habitación. "Bebí mucho vino ayer por la noche, la verdad... Pero ahora tengo mucha hambre".
Comimos en un ruidoso restaurante alemán a la vuelta de la esquina. Polanski come tan agitado como habla. "Mira, prueba los arengues - no arangues, arenques...-,esto es buenísimo, ¿quieres un poco?... Te preparo un trocito, un poco de cebolla encima... ¡Ahí tienes!". Los otros comensales le señalan y cuchichean; los inmaculados camareros le miman afectuosamente. Es una de esas personas que pueden gritar al servicio sin ofender: si chilla pidiendo una cerveza, es porque necesita una cerveza, y ahora mismo.
Según las informaciones de prensa, Polanski se encontró con una fría recepción en París tras su huida de Estados Unidos a principios de 1978 ("No le he llamado, y no pienso hacerlo", dijo Joseph Losey. "Es la huida de un cobarde. La gente cierra filas contra él", dijo Robert Stack). Plenamente consciente de su condición proclive a la catástrofe, nota que París es un buen sitio para mantenerse a salvo. "Aquí la gente es muy madura y adulta", dice; y añade, en uno de sus estallidos de elocuencia balbuciente que sobresalen de vez en cuando de su inglés oxidado, entrecortado, siempre entrañable. "Estoy intentando atenuar esos contrastes en mi carácter que motivan que destaque como gallina en corral ajeno en donde estoy". (Me encanta ese "como"). Está decidido a volver a Estados Unidos a pesar de la remota posibilidad de una sentencia de cárcel de 50 años por drogar y violar presuntamente a una chica de trece años. "Pero me siento muy bien acogido en París - precisa-yme quedaré durante algún tiempo. A menos que haya alguna novedad".
Al fin y al cabo, nació aquí, en 1933.
Los primeros años de su vida estuvieron relativamente exentos de desastres. En 1936 su familia volvió a Cracovia. De niño Polanski vio las barricadas levantadas al final de su calle: los nazis estaban bloqueando el gueto. En 1941 sus dos progenitores fueron llevados a campos de concentración. Justo antes de que el gueto fuera finalmente asaltado, Polanski escapó a través de un agujero en la alambrada. "Un día, fuera del gueto, vi gente marchando en columna, vigilados por alemanes. Mi padre estaba entre ella. Anduve a su lado durante un rato pero él me hizo un gesto para que huyera. Sobrevivió cuatro años en un campo. Esa fue la última vez que le vi". Su madre murió en Auschwitz.
La juventud de Polanski estuvo varias veces al borde del desastre. Fue criado por campesinos católicos en la remota campiña polaca. Un día, cogiendo moras, fue herido de un tiro fortuito de soldados alemanes que practicaban con él "como si fuera una ardilla o algo parecido". De regreso a la Cracovia liberada en 1945, la onda expansiva de la única bomba que dejó caer uno de los últimos ataques aéreos alemanes reventó la puerta de su lavabo, hiriéndole el brazo. A los dieciséis años, siendo estudiante de arte en Cracovia, un amigo de un amigo le condujo a un búnker subterráneo y ofreció venderle una bicicleta de carreras. "Siempre quise una bici de carreras". Describió lo que siguió muy vivamente, con sus cuidadosos énfasis, inclinándose hacia adelante y apartando su pelo para mostrarme las cicatrices en su coronilla.
"Yo iba andando por el túnel, ¿sabes? Él estaba detrás de mí. Yo repetía, ´¿Pero dónde está la bicicleta, señor?´. Entonces pensé que había recibido de repente una descarga eléctrica, creí que había tocado un cable o algo similar, o pensé que había algún otro atacante allí bajo. No podía creer que el hombre me estaba golpeando en la cabeza. Pero estaba haciéndolo, con una piedra, cinco veces".
El agresor de Polanski, detenido ese día, ya había cometido tres asesinatos. Cuando salió tambaleándose del búnker, Polanski había perdido tanta sangre que aún se estremece de miedo cada vez que entra en una ducha.
Y, a pesar de sus éxitos internacionales, la vida de Polanski jamás se ha desembarazado de lo grotesco y calamitoso. A lo largo de los años, al menos media docena de sus amigos íntimos y asociados han topado con muertes violentas, insólitas o extrañas - suicidios, enfermedades raras, un extraño accidente de tren-.Ya constituye un tópico decir de Polanski que sus películas, con su énfasis en el terror, el aislamiento y la locura, no parecen más que un comentario endemoniado sobre su vida. Sin embargo, cabe admitir que tal impresión es inevitable a la luz de los atroces acontecimientos ocurridos en la casa Cielo Drive en 1969. Polanski, cabría pensar, ha aguantado suficiente para veinte vidas.
"Claro, mi vida ha sido muy extraña, llena de cosas extrañas. Pero a mí no me lo parece, ¿sabes?, desde mi perspectiva. Mi vida es sólo algo que yo vivo, ¿entiendes? Sólo cuando adopto una posición más objetiva veo lo extraña que ha sido".
A cierta distancia irónica, tal es el papel que Polanski interpreta en sus apariciones infrecuentes en sus propias películas. Tiene una escasa consideración hacia los actores ("el actor inteligente es una rareza, casi una paradoja") y pocas pretensiones sobre sus propias capacidades delante de la cámara: "Sólo me utilizo porque soy barato y no doy problemas.
Es tan agradable trabajar conmigo, ¿sabes? Siempre hago lo que me digo que haga". De hecho, es un actor de limitado registro, pero un tono perfecto: posee un sentido firme e inequívoco para la comedia y expresa el patetismo de la vulnerabilidad. En sus dos papeles más memorables - el nervioso e inquieto cazador de vampiros en El baile de los vampiros y el administrativo polaco que pasa inadvertido y aparece inerme y asustado en El quimérico inquilino-Polanski retrata, con auténtica sensibilidad y cercanía, al hombrecillo a quien le pasan cosas extrañas. En esas películas el hombrecillo teme que le ocurran cosas extrañas y reacciona con un horror obediente y sumiso mientras tienen lugar. Parece creer que si estas cosas extrañas no le estuvieran pasando, le, sucederían otras cosas extrañas en su lugar.
Recordé este personaje varias veces durante la comida, más especialmente cuando Polanski describió su reciente estancia en prisión en relación con el caso de la "violación" en Los Ángeles.Al principio a regañadientes, luego embargado de alegría y satisfacción, entre dolorosos gemidos mezclados con gozosos recuerdos, me explicó cómo comenzó su encarcelamiento de seis semanas.
"Cuando llegué en plena noche, ¡no podía entrar en la maldita prisión! ¡Había demasiados periodistas y cámaras alrededor! Y todos los presos estaban en el patio porque lo habían oído en las noticias y exclamaban: ´¡Eh, cómo te va, Polanski!´. Sin embargo, era como unas vacaciones, un refugio. ¡Fue increíble! No me importaría volver allí ahora mismo, ahora sé cómo es. Es interesante pasar al otro lado, donde está la gente mala. ¡Lleno de increíbles asesinos! ¡Había alguien que había matado a dieciséis personas!". Asiente con la cabeza, añadiendo más tranquilo y resignado: "Ese es el problema, nunca sabes cuándo va a apuñalarte la gente, ¿sabes? Ese es el único problema, que pueden matarte en cualquier momento".
La condición de resignación, de pronunciado y asumido estoicismo, es, tal vez, lo que atrajo a Polanski hacia el personaje de Tess d´Urberville. Llamada simplemente Tess,la última propuesta de Polanski se estrenó en Francia a finales del año pasado, con halagüeño éxito crítico y comercial. Es una obra fiel, quizá demasiado fiel, ciertamente demasiado larga y obra en conjunto fallida. La dificultad de la película (como, en otro sentido, es la dificultad del libro) se refiere al personaje de Angel Clare, la presuntamente adorable réplica del canallesco personaje seductor de Tess, Alec d´Urberville. La cuestión es que Hardy juega con estos contrastes melodramáticos (Angel tañendo su arpa en el ático, Alec entrevisto a través de llamas portando una horca), dejando bien claro que Angel es más sutilmente vil y despreciable de lo que Alec podría serlo jamás. Polanski era consciente de la ambigüedad, aunque no creo que nunca la solucionara.
"Sí, muy bien, hablemos de películas. Las películas son mi terreno, son lo mío, ´mi taza de té´, como dicen en Inglaterra". Alza la mirada maravillado. "Creo que me voy a fumar un puro. ¿Quieres uno?... Lo que me atrajo del personaje de Tess fue su increíble rectitud e integridad combinada con su... ¿sumisión? No, su sometimiento y su fatalismo. Nunca se queja. Le suceden todas estas cosas muy... injustas y nunca se queja hasta el final. El libro es más complicado moralmente de lo que al principio puedes imaginarte. Alec tenía una perspectiva fría, materialista, de la vida, pero no es excesivamente malo o perverso para los estándares de hoy".
- "¿Y qué piensa de Angel"?
- "Bueno, para mí Angel es una basura absoluta. Es muy representativo, a mi entender, del hombre joven lleno de ideas revolucionarias, pero en cuanto le afectan personalmente resulta ser tan hipócrita como todos los demás".
Me sentí obligado, en este punto, a decir que el papel de Peter Firth en el personaje de Angel parecía ciertamente cuestionable. De hecho, es desastroso. Angel parecer tener todos los rasgos del protagonista romántico. La verdad vulgar y prosaica es que Peter Firth estaría bien si se pareciera más a Robert Redford y menos a Jimmy Carter. Polanski se encogió de hombros y discrepó, mostrando tan sólo un moderado desacuerdo. Por suerte fue un alivio para ambos pasar a elogiar la interpretación maravillosamente sólida de Natassia ANGELA GORGAS ANFGELA Kinski como Tess. Polanski habló de ella con afectuosa admiración... dándose también algo de importancia. Es una protegida suya y, naturalmente, también una ex.
Le pregunté cuál de sus películas le gustaba más. "Las películas son como las mujeres" - según había podido saber, para Polanski muchísimas cosas son como las mujeres-."Siempre amas más a la última hasta que aparece la siguiente". "Pero, claro - continúa-,hay películas por las que sientes una debilidad especial. Algunas de mis películas más elogiadas - La semilla del diablo,Repulsión,El quimérico inquilino-eran en gran parte realizadas por conveniencia, por cuestiones de tiempo o dinero o para complacer a un productor. Personalmente no habría decidido rodarlas, ¿sabes? Pero mi cabeza me dice que Callejón sin salida es mi mejor película, es mi película con más entidad propia. Tiene únicamente sentido como película, en sí misma y como tal. Mi corazón me dice que El baile de los vampiros es mi favorita. Cada año me gusta más. Supongo que revivo mi felicidad en el momento de hacerla. Era hacia finales de los sesenta. Todo el mundo estaba lleno de esperanza y tenía la moral alta. Yo estaba haciendo una comedia con gente que me gustaba y, claro, con Sharon... ¡Pero Tess me gusta mucho ahora!".
Sería muy temerario sacar una conclusión sobre cómo es Polanski. Es algo fanfarrón, exhibe un discurso salpicado de tópicos del mundo de los espectáculo ("Jack Nicholson es un gran profesional") y etiquetas fáciles de citar ("Me gusta la comida, me gustan las mujeres y, sobre todo, las mujeres a quienes les gusta la comida", etcétera, etcétera.). Sin embargo, hay mucho en él de generoso, de natural, incluso de diáfano. Su seguridad y confianza en sí mismo, por ejemplo, es una realidad, yno la confusión y el desastre sonrientes que se hacen pasar por seguridad y confianza en el mundo del cine. Es evidente que a veces ha ido demasiado lejos en lo que se refiere a las gratificaciones que le ofrece su entorno de avance por el carril rápido, como demuestra ampliamente el proceso de California. Pero ha sobrevivido a una vida extraordinaria y aún es él mismo.
Después de comer, me invitó a su sala de montaje en los Campos Elíseos, donde está preparando Tess para las versiones inglesa y estadounidense. Es un piso triste y lúgubre, lleno de franceses lúgubres que fuman Gitanes. Polanski ha invertido veinte minutos en cortar medio segundo de un plano que indica un nuevo paso en el triste declive de Tess. Le he preguntado si estaba preocupado por que la película pudiera considerarse equivocadamente como un ataque al feminismo.
- "¿Qué? Tess responde apropiadamente a los acontecimientos y como persona. ¡El Movimiento de Liberación de la Mujer es un absurdo! ¿Cómo puede la mitad de la especie oponerse a la otra mitad? No hay nadie que dijera en un momento determinado, ´así es como se comportan las mujeres´. ¡Las cosas son como son por la evolución! ¡Así es entre monos, entre perros y entre mariposas!".
- "¿Y las arañas?"
- "Las arañas, vamos a ver...", dijo, asintiendo con la cabeza y con semblante serio. "No, las arañas macho no lo pasan bien. Quizá deberían reunirse, hablar y hacer algo al respecto. No lo sé".
Traducción: JoséMaría Puig de la Bellacasa
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