El libro "Dios no Existe", antología de artículos de pensadores y escritores de todas las épocas, es otra acción militante contra la religión, fuente de violencia y sumisión para el recopilador británico Christopher Hitchens.
Por: Gustavo Varela
Dios ha muerto: así lo sentenció F. Nietzsche en su libro La gaya ciencia, en 1882, hace ya más de un siglo. Sin embargo las discusiones contemporáneas en torno al pensamiento religioso y a la presencia de dios en las prácticas humanas parecen contradecir aquella proclama e inaugurar el retorno de un problema filosófico que la modernidad, suponíamos, había despachado para siempre.Gianni Vattimo, Richard Rorty, Juergen Habermas, Jacques Derrida, Hans Gadamer, entre otros, escriben, discuten, se reúnen en mesas redondas o en conversaciones teóricas para hablar de religión y entonces Dios, la Biblia, lo sagrado, la trinidad, Moisés o la fe vuelven a formar parte de una batería conceptual filosófica que creíamos perimida. ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad de este retorno? ¿No era claro que el pensamiento crítico exige el fin de las religiones o de cualquier otra forma de clausura trascendente? ¿No alcanza con la ciencia para la verdad, con el acuerdo para la moral, con la democracia para la política o con el psicoanálisis para la angustia existencial? Después de Nietzsche, de Freud y de Marx, ¿es necesario volver a pensar en Dios o en la religión o en una fuerza divina para edificar nuestro pensamiento humano? A lo largo de la modernidad, y en particular en el siglo XX, aprendimos a pensar sin dios: la antropología, la política, la sociología, el psicoanálisis, la pedagogía, en fin, todas las formas contemporáneas del pensar excluyen a dios de su cuadrícula de explicaciones. ¿Cuáles son las razones de este retorno de lo religioso en la reflexión teórica?
No hay dudas que habitamos el fin de una época. La crisis del pensamiento moderno, anunciada en miles de páginas bajo el prefijo pos (posmodernidad, poshumanismo, posindustrial, etc.) implica un giro y una metamorfosis en los conceptos y valores sobre los que se había edificado el sentido de las prácticas humanas desde el siglo XVII en adelante. Después de la muerte teórica de Dios, asistimos al fin de la Verdad, de los grandes relatos, de la objetividad, de la historia, de las ideologías, de la ética humanista. El pensamiento contemporáneo parece referir a la caída como un modo de afirmar la incertidumbre a la que está expuesto cuando pierde el andamiaje que le brindó la razón por más de trescientos años. La demolición del edificio moderno deja escombros: culpas, ausencias, reconstrucciones, críticas, obsesiones, abandono, reordenamientos. El fin de la metafísica y el nihilismo que le sigue, anunciado por Nietzsche y luego por Heidegger, es uno de sus efectos. La necesidad de una nueva ontología es otro. Deleuze, Badiou, Sloterdijk, Negri, Baudrillard, entre tantos autores, se hacen cargo de la devastación moderna y, sin la necesidad de Dios, elaboran toda una siderurgia teórica para fraguar los cimientos filosóficos en un nuevo suelo.
Es en esta perspectiva de reconocimiento del fin de la metafísica en la que se ubica el filósofo italiano Gianni Vattimo. Pero, lejos de aquellos teóricos que prescinden de Dios, Vattimo vuelve sobre el pensamiento religioso y afirma que el nihilismo posmoderno, el "pensamiento débil" tal como él lo llama, es la "verdad actual del cristianismo". Esto, lejos de tener una mirada crítica sobre la época contemporánea, es una afirmación positiva en tanto supone la caída de los grandes relatos, el derrumbe de la verdad objetiva de la ciencia, y con ello, la posibilidad de la interpretación y la emergencia de la diferencia.
Si la verdad es una "experiencia de participación en una comunidad", la diferencia en las distintas interpretaciones es posible gracias a la verdad del amor, la caridad. El suponer una verdad objetiva, es decir trascendente a la historia, es la fuente de los fundamentalismos; la hermenéutica, como posibilidad de interpretación, es la experiencia de una existencia histórica, no sólo de la verdad, sino también de los hombres. Por ello, para Vattimo, la encarnación de Dios en Cristo, es "la renuncia a su propia trascendencia", es decir, el despliegue de un cristianismo antimetafísico, donde Dios es mundano, está rebajado y fuera del cielo, y lejos de ser una verdad objetiva que debe imponerse como único fundamento, es un mensaje histórico de salvación, es decir, de interpretación. Desde esta perspectiva, la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, puede ser vista como "la muerte de Cristo en la Cruz narrada por los Evangelios". El nihilismo es el fin de la metafísica y el imperio de la diferencia, sólo posible a través del amor. Es decir, frente a la intolerancia de los fundamentalismos, Vattimo propone a la caridad cristiana como el único valor que nos permite aceptar las diferencias y reducir la violencia. La religión retorna, en el pensamiento del filósofo italiano, como "no-religión", es decir, no como un dogma ni como institución indiscutible.
Frente a posiciones como la de Vattimo, donde lo religioso es visto y recuperado a partir del fin de la modernidad, otras lecturas insisten en llevar a juicio a Dios y someterlo al tribunal de la razón. El motivo principal de estas interpretaciones de corte iluminista es el de enfrentar a los totalitarismos políticos de base religiosa, donde el fundamento divino trasciende necesariamente las fronteras de la religión y se hace violencia terrorista, atentado y muerte.
La caída de las Torres Gemelas en septiembre de 2001, además de una reflexión sobre sus derivaciones en la política de Occidente, abrió nuevamente el debate sobre la existencia de Dios y los efectos que producen las creencias religiosas en la vida de los hombres. Lejos de abandonar los postulados de la modernidad, aquí se afirma el poder de la razón y la verdad de la ciencia como un principio que permite desarticular el oscurantismo religioso y demostrar la falsedad de todos sus enunciados. Es decir, "aumentar las luces", como afirma el filósofo Michel Onfray en su Tratado de ateología (Ediciones de la Flor, 2006), insistir con el iluminismo moderno, llevarlo al extremo, con el fin de liberar a los hombres de la barbarie y la ignorancia. Se trata, de alguna manera, de seguir manteniendo la vocación higiénica que la modernidad manifiesta respecto de las creencias religiosas, mediante la claridad argumentativa y la verdad luminosa que la razón nos ofrece. Si el fanatismo del creyente produce guerras, atentados, y muerte; si bajo el nombre de Dios se llevan adelante sacrificios, mutilaciones o abusos; si los argumentos religiosos se oponen a los argumentos de científicos, no se trata entonces de incorporar a Dios de un modo más pacífico y privado, sino de demostrar una y otra vez la falsedad de su existencia; de comprender que todas las religiones no son más que supersticiones inventadas por los hombres con el fin de seguir sosteniendo una forma de dominio cruel sobre sus semejantes.
Esta es la perspectiva que sostiene el libro Dios no existe. Lecturas esenciales para el no creyente del escritor y periodista inglés Christopher Hitchens (Debate, 2009). Este ensayo, de reciente aparición, es una extensa antología de textos que van desde Lucrecio, poeta y filósofo romano del siglo I a. C., hasta autores del siglo XXI, donde todas las reflexiones elegidas comparten un pensamiento crítico y en muchos casos devastador en contra de la existencia de Dios. En la introducción, Hitchens afirma de inmediato su mirada sobre la religión y la preocupación que lo lleva a publicar su libro: la creencia en Dios es una peste (el texto comienza con una referencia a la novela de Albert Camus) y "esta antología pretende identificar y asilar esos bacilos con mayor precisión". Con la misma urgencia, refiere a los atentados con coches bomba del año 2007 en Londres (su ciudad natal), donde en nombre de la religión "el odio y la violencia están envenenando todas las vidas".
Es decir, el libro se presenta no sólo como una defensa del ateísmo militante que el autor sostiene, sino como una necesidad de tomar conciencia de los efectos terroríficos que produce la religión en la vida contemporánea. Este libro es, en cierta forma, la continuación de un libro anterior de Hitchens (Dios no es bueno. Alegato contra la religión, Debate, 2008) donde el autor, luego de un análisis crítico de la religión y sus efectos –"La religión mata", "La religión como pecado original", "¿Es la religión una modalidad de abuso de menores?", son algunos de sus capítulos– hace un llamado a la resistencia de la razón y a la necesidad de una nueva Ilustración que sostenga como único objeto de estudio, no a Dios o sus mesías o a sus libros sagrados, sino al hombre y la mujer. Sin embargo, y a pesar de la claridad que brinda la ciencia actual, Hitchens cree que es "necesario también conocer al enemigo [dios]... y disponerse a combatirlo".
Es en esta batalla ilustrada que se inscribe Dios no existe, ya no como un alegato sino como una genealogía del ateísmo que incluye a autores de las diversas ramas del pensamiento y de los distintos períodos históricos de la cultura occidental. Desde la prosa de los Rubáiyat, de Omar Jayam, de fines del año mil a la voz de Darwin en su Autobiografía; filósofos como David Hume o Karl Marx; escritores como Joseph Conrad, George Orwell o John Updike; S. Freud, Carl Sagan, Anatole France, Einstein, Lovecraft o Mark Twain, en una extensa y muy completa reconstrucción cronológica de pensamientos que, de un modo u otro, criticaron la idea de Dios o directamente afirmaron su inexistencia. La antología finaliza con la escritora de origen islámico Ayaan Hirsi Ali quien actualmente vive oculta y amenazada de muerte por la yihad por su defensa de los derechos de las mujeres musulmanas. Su artículo "Cómo (y por qué) me hice infiel" es un pequeño ensayo autobiográfico que describe el camino que la condujo de la sumisión religiosa musulmana al ateísmo que hoy sostiene. No es sólo un pensamiento sino la descripción de una práctica concreta de abandono de la idea de Dios, una emancipación que tuvo a la razón como guía y el respeto a sí misma como "brújula moral". Una experiencia de infidelidad que Christopher Hitchens elige para cerrar su libro, acaso como una forma de decir que no sólo es posible vivir sin Dios, sino que, tratándose del "enemigo más antiguo de la humanidad", es vital y necesario.
Para sostener la religión o para devastar definitivamente el poder de dios, lo cierto es que la filosofía del siglo XXI sigue administrando las consecuencias del fin de la modernidad y el ingreso a una nueva época para la que aún no tenemos un pensamiento. El resurgimiento de ciertos problemas es un signo de la devastación teórica con la que nos enfrentamos. Mientras tanto la razón y la fe siguen intercambiando sus cartas y acusándose mutuamente de los monstruos que producen.
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