“Estamos fuera de la lógica televisiva”
El actor habla del retorno de Peter Capusotto y sus videos. Serán sólo ocho capítulos, para calmar la ansiedad de los fans. “Puede gustar más o menos, pero nunca va a ser un programa deshilachado”, dice el intérprete de Bombita Rodríguez y Pomelo.
Por Emanuel Respighi
Diego Capusotto es, probablemente, el actor de moda. Desde un adolescente del interior del país hasta una señora del barrio Recoleta, hoy reconocen fácilmente a la cara visible de Peter Capusotto y sus videos, el programa que parodia la cultura rock y el mundo de la política con pulso de cirujano y que el próximo lunes a las 23 regresa a la pantalla de Canal 7 con una nueva temporada. Tal vez no recuerden su nombre, ni el del programa, mucho menos –sobre todo en tiempos de internet– el día y horario de emisión del ciclo, pero sin dudas saben que el hombre de pelo largo y look barrial es el actor detrás de personajes como Pomelo, Bombita Rodríguez, Juan Almirante Brown y tantos otros. Olvidos o desconocimientos que pueden dañar el ego de la mayoría de quienes forman parte del mundo catódico, pero que en la lógica de Capusotto es el mejor reconocimiento que el programa –ni siquiera su figura– puede tener.
Paradoja del destino: el protagonista de un programa que va a contramano del establishment televisivo, que se emite por la señal estatal, que no mide más de cuatro puntos y que limita su contenido a un género musical, hoy se ha convertido en la cara del “éxito”. Justo él, cultor del bajo perfil y amigo de la perfiferia. El programa menos pensado lo puso en el centro de la escena. Un ciclo que comenzó, junto a Pedro Saborido, el guionista y director del programa, hace un lustro en Rock & Pop TV sin vislumbrar lo que vino después. “Cuando surgió el programa, la génesis era que yo presentara videos musicales. Me interesaba presentar videos de bandas como Humble Pie, que veía en la época de la dictadura. Casi como desde un lugar melómano. Y a partir de esa idea nos empezamos a conectar con lo actoral y con personajes que nosotros mismos hemos sido en nuestra vida de ‘rockeros’, o conocimos, y que hoy también pululan”, cuenta el actor que este año mostró credenciales que trascienden al medio televisivo en Lucy en el cielo con Capusottos, el ciclo de radio que se emitió por la Rock & Pop y que es sensación en YouTube.
–Desde esa idea chiquita para la señal de cable musical al fenómeno actual hay una distancia muy grande de repercusión. ¿Hasta qué punto no dudaron en seguir con el ciclo otro año?
–Nunca tenemos muy claro qué hacer. Hay algo neurótico en no- sotros, que es esto de manotear en el vacío. Siempre pensamos que las ideas se nos acabaron. Por eso también dejamos pasar tanto tiempo entre un programa y otro. La elección de hacer este año ocho programas no es una pose snob, sino que creemos que es la medida justa para mantener el control del programa y salga todo mejor. Y para nosotros que el programa salga mejor significa hacer el ciclo desde lo celebratorio, más que por la justificación del éxito. No nos queremos atar a ninguna estructura que nos condicione o nos limite. De hecho, tal vez el año que viene hacemos cuatro programas, o dos especiales. O directamente no lo hacemos. No queremos deshilachar el programa. Nos interesa seguir celebrando lo que producimos.
–Una lógica que va por fuera de la que impera en la televisión.
–Nosotros estamos fuera de la lógica televisiva. Es nuestra elección. De todas maneras, por el sólo hecho de trabajar en los medios ya no pertenecemos a ningún lugar marginal, periférico. Por eso estamos en un canal donde nadie nos dice que tenemos que hacer 30 programas por año porque es un éxito. En otro canal podríamos estar, pero tendríamos muchas charlas con los directivos previas a la salida al aire, cosa que no nos interesa. No por soberbia, sino porque creemos que las cosas más genuinas tienen que definirse en un ámbito más cerrado, que no es otro que el que incluye a aquellos que hacemos el programa. El equipo tiene una pertenencia con el programa que no pasa en la TV, donde todo es más industrial, se marca tarjeta y se busca la eficacia. Es como un restaurante que va sacando papas fritas y como se venden no cambia el aceite y las papas terminan siendo una mierda. Nosotros preferimos hacer un par de platitos que sabemos hacer bien.
–¿Pero inconscientemente no los condicionó el hecho de que el año pasado el programa funcionó muy bien?
–El programa genera una alianza afectiva con el público. Y ahora se generó como una expectativa. No son muchos los programas de la TV que la gente espera. Tal vez a Tinelli o Susana, aunque en diferentes aspectos. Peter... tiene un recorrido que permite que la gente no esté especulando cuándo sale o cómo sale, sino que trasciende hasta la lógica del horario: los fragmentos del programa circulan por la web, en YouTube, tiene una vida propia, independiente del funcionamiento televisivo.
–¿Es casualidad que eso mismo haya pasado con Cha Cha Cha o Todo por dos pesos, ciclos de los que usted formó parte?
–Es que Cha Cha Cha, Todo por dos pesos, Peter Capusotto y Lucy en el cielo con Capusottos son parte de un mismo relato, en cuatro formas de hacerlo diferente, si se quiere. Es un relato que tiene una idea común, la parodia, la desmitificación de lo instituido. Es un relato que no tiene dueño, tiene dueños, que son todos los que hicieron esos programas. Y no-sotros quisimos seguir en esa línea: si vamos a estar en la TV queremos hacer esto. Si no, hacemos otra cosa en otro medio. En algún momento, después de Cha Cha Cha, me llamaron para hacer programas que yo jamás vería como espectador, y los hice. Hoy no los haría.
–¿Por qué?
–Porque en aquel momento sentía que había perdido algo con el fin de Cha Cha Cha: había una cosa de que yo por primera vez empezaba a vivir de la profesión. Entonces, había una especulación ligada a que la TV era mi medio de vida. No pensaba que podía hacer otras cosas además de televisión. Hoy no lo pienso de esa manera. No relaciono Peter Capusotto con un hecho de supervivencia. Es supervivencia desde el lado emotivo.
–Cuando irrumpieron De la cabeza y Cha Cha Cha apareció un lenguaje humorístico nuevo en la TV. ¿El tiempo hizo que ese tipo de humor se consolidara en la TV?
–Fue la aparición de un lenguaje que había aparecido ya con Telecataplum en los sesenta, pero que durante treinta años había desaparecido de la TV, que se había limitado a un lenguaje habitual y en un formato conocido. La estética del zapping, esa especie de fugacidad del control remoto, y la compulsión por mirar todo junto, era resignificado por De la cabeza, y luego por Cha Cha Cha, que puso en la pantalla un humor que era digerible para la gente que no era televidente habitual.
–¿Qué cambió de aquellos programas que tienen lazos en común con Peter Capusotto y sus videos? ¿Cómo se desarrolló ese humor que era marginal y paulatinamente fue copando la pantalla?
–A partir de Todo por dos pesos empezamos a trabajar con ideas que estaban claras de antemano y en donde cada segmento estaba guionado, lo que ordenó la cuestión caótica relacionada con lo creativo. En Cha Cha Cha se laburaba de un modo muy particular, al punto de que hoy tengo la sensación de que no podría trabajar como lo hacíamos en aquella época. Lo cual es muy loco, porque en algún punto hoy tengo más roce televisivo que entonces. En Cha Cha Cha había consignas sueltas, pero carecíamos de guión. Un ejemplo: un día estábamos reunidos y comenté que estaría bueno hacer un sketch con astronautas argentinos que iban a la Luna, pero no sabía bien a qué. Y el gordo (Alfredo) Casero dijo que iban a “fumarse un sorete”. Y lo hicimos, pero sin guión alguno: improvisábamos a partir de la idea de que iban a la Luna y les pasaban cosas. No había una línea argumental. Por un lado, era muy genuino, pero por otro era un desbande.
–¿El apego al guión paródico hizo que la gente terminara de digerir mejor el humor?
–Puede ser. También surgieron nuevos medios que permitieron que circulara todo tipo de humor. Ya hay una generación que creció con Internet y el cable. Todo por dos pesos tenía, de todas maneras, una mirada más lineal que De la cabeza o Cha Cha Cha, porque era como una gran parodia a los medios de comunicación. Todo por dos pesos marcó un quiebre. No es que nos comenzamos a convertir en un programa más estructurado, sino que comenzamos a tener un guionista como Pedro Saborido, que supo canalizar en un guión el caos creativo sin perder gracia ni creatividad. Y Peter Capusotto y sus videos fue mejorando porque, justamente, nosotros tenemos el control. En Todo por dos pesos o Cha Cha Cha, lo que pasó fue la lógica de que algo que es muy brillante, después cae. Con Peter... puede pasar, pero es más probable que ocurra si estamos de marzo a noviembre. En la medida en que uno se rinda a la lógica televisiva, cagó. Peter Capusotto puede gustar más o menos, pero nunca va a ser un programa deshilachado. No es una morcilla que mete capítulos con lógica industrial.