viernes, 21 de agosto de 2009

IDENTIDADES DEL CUERPO_El canibalismo, ahora


La antropofagia y el vampirismo pretenden violentar y superar los límites de la naturaleza. La pregunta sobre quién es caníbal sigue siendo válida cuando nos acercamos a las grandes masacres y genocidios. La antropología responde.

Por: Joan Bestard

SHANNNON(1996), imagen del fotógrafo Mario Sorrenti.

El canibalismo es una forma de definir la alteridad humana. El temor de ser comido por el otro tiene su clara expresión en las narraciones de los viajeros que iban descubriendo nuevas tierras y nuevos pueblos. Al cuerpo de los enemigos sólo cabe una alternativa: destrozarlo y comerlo. En la imaginación europea, la expresión moderna del canibalismo se encuentra en la primera escena caníbal descrita en el segundo viaje de Colón. En ella transformó el insulto que los arawak hacían a sus vecinos los caribes en una forma de vida con claras analogías con los antiguos personajes de un solo ojo y rostro canino que comían carne y bebían sangre humana. Después de Colón compartíamos la misma humanidad, pero estos pueblos presentaban la parte más oscura de la naturaleza humana. El salvajismo se hacia sinónimo de canibalismo y los monstruos de la imaginación poblaban las costumbres de estos pueblos. Lo que nos unía era el mismo cuerpo, pero lo que nos separaba era la forma de tratar el cuerpo de los otros. La forma más elemental de diferenciación era la relación con el cuerpo enemigo. A partir de este momento las descripciones de los viajeros van a esforzarse por mostrar las diferentes escenas de canibalismo que definían una relación de poder: los civilizados domesticaban los cuerpos salvajes salvando sus almas y los primitivos salvaban sus almas salvajes comiendo el cuerpo de sus presas enemigas.

Obeyesekere, en un interesante libro sobre el discurso caníbal en los Mares del Sur, muestra un extraño encuentro entre los nativos de las islas Salomón y oficiales de la marina española en que ambas partes consideran al otro como un caníbal. En 1568 la expedición española, después de diferentes enfrentamientos con los isleños, recibió un extraño don por parte de los nativos, un cuarto de cuerpo humano para que lo comieran sus jefes. Los nativos pensaban que los españoles eran caníbales porque era práctica habitual española que en los castigos ejemplares contra los enemigos mostraran colgados sus cuerpos divididos en cuartos y su cabeza clavada en un palo. Ante esta escena los nativos no tenían la menor duda de que los españoles eran caníbales y de forma mimética hacían ofrendas caníbales cortando el cuerpo humano al estilo español. La escena del cuerpo troceado confirmaba los prejuicios por ambas partes. Los otros son caníbales y hay que controlar el afán devorador del otro. Lo que unía a españoles y nativos era la fantasía de que el otro es quien nos va a comer; oscuro temor que busca una constante confirmación empírica en algunas escenas de los enemigos.

Sobre la búsqueda de escenas de canibalismo, los viajes de Cook por la islas de Polinesia nos dejaron excelentes viñetas etnográficas a finales del siglo XVIII. El mismo Cook, en su afán de observador imparcial, había conseguido persuadir a un jefe de Tahití para que le dejara asistir a un sacrificio humana que este preparaba para implorar la asistencia de los dioses en una campaña guerrera. También había tratado de probar empíricamente si los pueblos del Pacífico eran o no caníbales haciéndoles probar carne humana y, por último, su mismo cuerpo, ya sin vida, fue objeto de especulación sobre el canibalismo de los enemigos. En efecto, Cook murió en una playa de Hawai durante una revuelta local contra la presencia británica que él había tratado de apaciguar con las armas. Su cuerpo no pudo ser rescatado por los marineros que en su retirada se refugiaron en las naves británicas ancladas en la bahía. Pasado un tiempo, un teniente de la armada procedió a avanzar hacia tierra exigiendo el cuerpo del capitán y advirtiendo que declararía la guerra si el cuerpo no era devuelto de forma inmediata. Después de varios retrasos, negociaciones y preparativos hostiles, se oyó una canoa chapotear hacia el navío británico en la oscuridad. Dos personas ocupaban la canoa. Una de ellas era un joven sacerdote del dios Lono, quien lamentó la perdida de Cook e informó a los marineros británicos de la desunión existente entre jefes y sacerdotes. "Como muestra de consideración - nos dice el narrador de los viajes de Cook-,presentó entonces un pequeño bulto envuelto en un paño que llevaba bajo su brazo; y es imposible describir el horror del que fuimos presa al descubrir en él un pedazo de carne humana de unas nueve o diez libras de peso." Los británicos afrontaron la situación con espanto ante la vista de la carne humana.
En medio de esta situación tuvo lugar la mutua acusación de canibalismo. El pedazo de carne humana hizo surgir de inmediato la cuestión de si los isleños eran caníbales. Los isleños se mostraron horrorizados preguntando si esta era la costumbre entre los europeos. El diálogo intercultural en un momento de búsqueda de una paz negociada ante un cadáver humano se expresó preguntando sobre la identidad del otro.No creo que este imaginario caníbal se haya agotado con el fin de los grandes viajes de descubrimiento. En nuestros tiempos, la pregunta sobre quién es caníbal sigue siendo válida cuando nos acercamos a las grandes masacres bélicas, las violaciones y mutilaciones de los cuerpos, los genocidios sistemáticos, el holocausto y los campos de exterminio. Ante el horror de un cuerpo humano desmembrado nos acercamos a una forma elemental de relación con el otro en que lo único que nos une es la parte más oscura de nuestra humanidad.

Tradición caníbal

Según la tradición agustiniana, el alma está orientada en dos direcciones: hacia lo superior e inmaterial, o hacia lo inferior y sensorial. La dirección que toma el alma la decide la propia voluntad: puede acercarse al bien (superior) y transformarse en él, o bien optar por una disposición radicalmente perversa para el mal (sensorial). Y aunque algunos defiendan que el origen es el mal, como Agustín o Pascal, y otros que es el bien, como en Rousseau, para Schiller (entre otros), están presentes ambas direcciones: la sumisión a la naturaleza y la rebelión o la profanación. Frente a la restricción de la naturaleza, la pulsión de trascenderla y superarla. La perversión natural pretende ocupar el centro del mundo, dominarlo y poseerlo. Antropofagia y vampirismo son algunas de las perversiones más arraigadas que pretenden violentar la naturaleza y superar sus limitaciones. La conciencia de la transgresión amplía hasta el infinito la posibilidad de descender hasta lo más oscuro de lo natural.

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