sábado, 1 de agosto de 2009

Astrólogos por pasión o diversión


Escritores, filósofos, artistas plásticos fueron fanáticos del dictado del zodíaco o astrólogos camuflados. Algunos escribieron horóscopos, signando el destino de generaciones de lectores.

Por: Irene Hartmann

¿CREER O NO CREER?. Las aguas parecen dividirse.

A comienzos del siglo XX, el "príncipe de las paradojas", Gilbert Keith Chesterton, advertía en La incredulidad del Padre Brown: "La gente no vacila en tragarse cualquier opinión no comprobada sobre esto, aquello o lo de más allá. Ahora el arraigado escepticismo y racionalismo de la época se echa encima como un mar y lleva el nombre de superstición (...) Así un perro resulta una predicción, un gato un misterio, un cerdo una mascota, un bicho una insignia, resucitando con ello toda la menagerie del politeísmo egipcio y de la antigua India: el perro Anubis, el gran ojiverde Pasht y las sagradas y mugidoras vacas de Bashan; hasta caer en los dioses cuadrúpedos de los primitivos, comprendiendo elefantes, serpientes y cocodrilos; y todo ello por temor a tres palabras: 'Se hizo Hombre'".

Un repaso veloz por la historia de la ciencia en Occidente evidenciará el eterno disenso entre quienes le dieron la espalda a la llamada "información astral" y aquellos que aceptaron sin conflicto el lazo que unía a los planetas con la vida de los hombres. A la lista de científicos fundacionales como Copérnico, Galileo o Newton, para los que lógicamente astrología y astronomía no fueron actividades discernirles, vale la pena sumar la multicultural impronta intelectual de Alfonso X, varios siglos antes, que fue significativa en materia de predicciones. Preocupado por las influencias de los planetas sobre su reinado, "el sabio" mandó a traducir El libro de las cruces (1259), primer texto sobre astrología en castellano. Sin embargo, desde hace tiempo las aguas parecen dividirse. ¿Creer o no creer?

Contingencia mundana

Una tercera especie compuesta por periodistas, escritores y otros intelectuales borronea la oposición crédulos vs. incrédulos. Por pasión o curiosidad, en algunos casos, y por razones meramente económicas o laborales, en otros, ellos han debido incursionar en la práctica astrológica. Seudónimo mediante, se constituyeron en "horoscoperos" por un día; fueron los artífices de una de las secciones más taquilleras que, con su auge en los años 60, ha tenido la prensa gráfica.

"Recién separada y con dos chicos a cargo, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de ganar unos mangos, menos traficar cocaína y vender mi cuerpo". El relato narra la particular experiencia de la periodista Cristina Wargon en la redacción del diario Tiempo de Córdoba: "Era jefa de sección y un día subieron los directivos buscando un horoscopero. Entonces pregunté: '¿los pagan?' Y dijeron que sí, pero me preguntaron si yo sabía realmente de astrología. Les dije que iban a salir más divinos que si supiera, y la verdad es que así fue: salieron divinos, porque yo se los iba dedicando a mis compañeros según sus distintas características. Armaba cada signo e iba rotando lo que había escrito para uno, al otro. Después me aburrí de hacerlos todos los días y los empezó a armar mi hija, que tenía cerca de 14 años. ¡Le salían bárbaros!"

El propio Jorge Aulicino –editor adjunto de esta misma revista Ñ– hizo, para la revista Misterios (editorial Atlántida) "una caracterología de los nacidos bajo los doce signos del zodíaco", en la que incluyó piedras, colores, flores y comidas propias de cada signo: "Todo esto lo inventé, aunque con alguna lógica: relacioné el carácter, intuitivamente, con los gustos culinarios, y con las características de las piedras, las flores y las mascotas. En cuanto a los colores, seguí la técnica del poema de (Arthur) Rimbaud sobre el cromatismo de las letras: relaciones poéticas, digamos. La parte puramente oracular traté de establecerla según lo que entendí leyendo sobre las cuadraturas de los planetas".

"Sí (agrega), en algún momento pensé que en eso había magia verdadera. Los caracteres me gustaban: eran literarios, tenían su estructura, su código y se podía, así, prolongar algunas coordenadas y ampliar los rasgos del carácter. Después leí el trabajo de (Walter) Benjamin sobre carácter y destino. Cuanto más carácter, en el sentido de norma, de parecido, de estándar, menos azar, menos imprevisible. Los astrólogos habían visto eso mucho antes".

Menos orientado a cuestiones astrales, pero curiosamente abocado a la interpretación de los sueños, "Richard Rest" contestaba en forma amateur las cartas que enviaban las lectoras de la revista Idilio, que la editorial Abril publicó a partir de 1948. Quiénes se escondían detrás de ese seudónimo es un dato difícil de creer: nada menos que uno de los creadores de la editorial Paidós, Enrique Butelman, y su amigo Gino Germani, el célebre sociólogo italiano que fundó las carreras de Sociología y Psicología en la Argentina. Y no sólo eso: se trató de una producción "multimedia", ya que la fotógrafa alemana Grete Stern ilustraba, mediante fotomontajes, los relatos oníricos. Sería apropiado incluir en este grupo "académico" los horóscopos de la inolvidable "Sonia Larsen", el seudónimo que por años usó en la revista de Clarín y luego en Viva, la escritora y profesora Gloria Pampillo, ex titular del "Taller de expresión I" en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA.

Tal vez el caso de Miguel Brascó –periodista, humorista, dibujante, crítico de vinos y comida gourmet– sea uno de los más desopilantes, aunque él prefiera calificar esta historia como "medio vergonzosa": "La que los hacía en la revista Claudia era Olga Orozco, que cada tanto se agarraba un viaje poético y faltaba a la redacción cuatro o cinco días. Alguien tenía que reemplazarla y como yo era uno de los que tenía más imaginación, la directora de la revista venía y me decía: 'Brascó, escribirme el horóscopo'. Entonces yo lo inventaba. Ahora, me parece que Olga tampoco sabía nada de astrología; ella practicaba una magia bárbara...". Si bien su primera experiencia "fue un fastidio" y debió reproducir, reescrito, un horóscopo más viejo que había hecho Orozco, Brascó asegura que con el tiempo ya le salían muy bien. Con su característica osadía, resume: "Trataba de excitar sexualmente a las chicas y de apaciguar a los masculinos para que no compitieran conmigo".

Para Brascó "algo hay en la astrología; la prueba está en que los tipos de un mismo signo suelen parecerse". "Yo soy de Virgo y generalmente me parezco a otros de Virgo". Más escéptica y sin culpas, Wargon asegura: "Necesitaba unos mangos y los hice. A lo mejor hay gente que los hace en serio, pero yo no creo en los horóscopos. Como me dijo una vez Sandro: yo no consumo lo que vendo".

Los ojos en el cielo

Jerónimo Brignone, además de profesor de griego en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, es director de estudios de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires. Según reflexiona, "la práctica de la astrología dirigida a los individuos parte del cielo natal de cada uno, que es un conjunto de factores que sólo puede ser calculado con los datos precisos del nacimiento; pero ante la imposibilidad de poder trazar ese mapa para cada lector, se recurrió al único factor pasible de ser determinado en términos masivos: la posición del Sol en el zodíaco según su día y mes de nacimiento, un híbrido que no responde a la práctica que se llevaba adelante desde hacía siglos, y que permitió que se ocuparan de su redacción personas que no se dedicaban profesionalmente a la astrología".

Sin embargo, no sería justo dejar de mencionar a algunos artistas que manifestaron una auténtica pasión por la predicción astral. Al caso de la poeta Olga Orozco, cuyas biografías no eluden casi nunca su profundo interés por el tarot y la astrología, se suma el reconocido escritor portugués Fernando Pessoa: su fascinación por la interpretación de la posición de los astros debe enmarcarse en una vocación más amplia, centrada en cierto ocultismo, misticismo e incluso –según se dice sin demasiada prueba empírica– en la masonería. Tal vez puedan rastrearse algunos de estos rasgos en su hermético poema titulado "En el túmulo de Christian Rosenkreutz".

"Astrólogo perfecto en la indulgente ironía y en la onerosa amistad", así definió Jorge Luis Borges a su íntimo amigo, el pintor Alejandro Xul Solar. Excéntrico creador de lenguas artificiales, un surtido interés por el saber lo llevó al estudio de la astrología, la Cábala, el I Ching, la filosofía y las religiones, en general. Esta veta, además de ser evidente en una buena parte de su obra pictórica, inspiró nada menos que al escritor Leopoldo Marechal en la creación del astrólogo Schultze, uno de los personajes más recordados de la inolvidable Adán Buenosayres.

Cada uno desde su lugar, tal vez hayan buscado enfrentar una concepción que, según Brignone, predomina en el mundo actual: "Si bien nadie puede negar la existencia de los astros, es difícil creer que esos entes puedan tener alguna relación con la vida en la Tierra, en especial porque dicha relación es, si la hubiere, invisible. El carácter invisible e intangible de esas correlaciones hace bastante difícil poder aceptarlas como válidas en un mundo en donde la cosmovisión materialista fue adquiriendo una fuerza hegemónica, al punto de constituirse en la verdadera religión natural".

Predictivas de un tiempo que desborda lo ficcional, vale cerrar estas reflexiones con las palabras del escritor Roberto Arlt, nada menos que en boca del Astrólogo de Los siete locos: "Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso (...) Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios, el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas".

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