El físico Matías Alinovi recupera en Historia universal de la infamia científica, seis casos reales de estafas cometidas desde la ciencia a la ciencia misma. Lejos de esgrimir una denuncia, el texto logra retratar la mayor locura de los científicos "locos": las convicciones personales, las pasiones investigativas, el compromiso con la intimidad.
BORGES, FOUCAULT, AMEGHINO. El autor repasa en este video la noción de fraude, la influencia de Borges, su lectura de Foucault y la historia de Florentino Ameghino.
Jorge Luis Borges, 1935, Historia universal de la infamia. Fuga narrativa, imaginación e historias sintéticas. Así, con semejante fórmula científica, construye Borges ese Borges mundial que funda la literatura argentina. Y que discute con la mayor de las doxas concebidas por la teoría literaria (y por el Río de
"Yo quería escribir un libro sobre Borges en el que no apareciera la palabra Borges, pero decir Borges es como decir Perón, es decirlo todo" dice Matías Alinovi. Por eso, mejor dejar al autor de Ficciones tranquilo con su dogma antirealista, y contar que Alinovi asume la disconformidad propia de los acuerdos científicos y, en lugar de avanzar por la vía de los inventos, retrocede hasta el estadio de los fraudes. Las seis historias de Historia universal de la infamia científica (imposturas y estafas en nombre de la ciencia) editadas por Siglo XXI Editores en 2009, reasignan características esenciales de la actividad científica: atrevimiento, improvisación, certeza individual. Gracias a Foucault, Alinovi trabaja menos desde una crítica epistemológica que desde la noción misma de episteme: la política del capricho y la obstinación bastan y sobran. Es en tiempos de ciencia revisitada y estrategias múltiples de popularización disciplinar que la aparición de esta infamia interrumpe un continuum de publicaciones "para principiantes": las imposturas narradas acercan algo que no es "ciencia al alcance neurológico de todos". Es, más bien, el relato de seis casos de individualismo exacerbado: el paleontólogo de Piltdown, el fronterizo Ritcher, el constructor Bessler, "nuestro" Florentino Ameghino, Paul Kammerer y Vishwa Jit Gupta despliegan lo que en Borges eran glosas y en Foucault, advertencias. Si hay un compromiso personal y silencioso con la osadía, no hay trampas. Alinovi escribió un ensayo sobre la intimidad, la peor locura de cualquier científico loco.
De acuerdo con el prólogo, en el que el autor sostiene que el factor "complejidad" sitúa a la literatura bien cerca de la ciencia – "los fraudes fueron lo más literario que encontré" dice durante la charla, confesando su deseo de huir de la ciencia, y poder al mismo tiempo hablarle a ella en un lenguaje que conoce - Historia... pormenoriza cada empresa con una modalidad narrativa presente, sí, en otros lanzamientos editoriales de divulgación: tono periodístico y tono académico en dosis justas. Y en general, necesarias. Una decisión que, no obstante, dilata hasta un límite inoportuno alguna de esas historias. En ciertos casos, menos hubiera sido mejor: el hombre de Piltdown, sin ir más lejos, carga con la difícil función de abrir el libro. Los detalles de sus conquistas, marchas y contramarchas terminan siendo excesivos. En otros capítulos, el texto gana en sentencias, apartándose de la crónica escalonada que tan poca relación conceptual guarda con la irónica universalidad del título. No obstante, la finitud de la labor científica siempre queda sobreexpuesta. Los de Alinovi son héroes románticos obnubilados por un ideal de progreso tan coincidente con los tiempos modernos en los que les tocó estafar, que resulta difícil no interesarse por su tozudo afán. Tan románticos y divergentes como otros que sí lograron elevar sus teorías al cielo de los paradigmas. Cuestión de suerte.
Por ejemplo, la mala, argentinísima, emblemática suerte de esa "obnubilación teórica", dice Alinovi, que exasperó hasta el límite de la desorientación a Florentino Ameghino, quien tan sólo se propuso nivelar la paleontología local con el resto de las paleontologías nacionales y sostener que la humanidad era nuestra. Con el método alcanza, porque más tarde, la comunidad mundial estaría de acuerdo en afirmar que el origen del hombre es, en realidad, africano. Y a ningún paleontólogo africano se le había ocurrido eso. Para pertenecer, la ciencia sólo demanda (no es poco, en realidad) método. Es decir: una cuestión de fe.
Mentiras recobradas. Inteligencia y percepción. Historia universal de la infamia científica, o de algunas pasiones encendidas. Porque la ciencia a veces falla por exceso de amor.
Buenos Aires, 1972. Licenciado en Ciencias Físicas.
Escribió Historia de la energía e Historia de las epidemias, ambos títulos de la colección Estación Ciencia de la editorial Capital Intelectual. Tradujo, prologó y anotó Dos lecciones infernales de Galileo Galilei. Escribió la novela La reja, cuentos y una obra de teatro, La paradoja de los gemelos, sobre la teoría de la relatividad. Es colaborador del suplemento científico Futuro del diario Página/12.
Se me ocurre ahora que hay algo que emparenta a Internet con el fraude científico, o con el nuevo fraude científico, y es que el nuevo fraude científico en general es un fraude de la publicación. Los últimos fraudes científicos son fraudes que operan no ya sobre la evidencia material (en el terreno ya nadie manipula los fósiles, nadie dice que es capaz de lograr la fusión nuclear controlada, instalando aparatos, por ejemplo) Ya nadie hace eso: hoy manipulan las publicaciones. Escriben que descubrieron, inventan nombres de investigaciones. Y algo de eso hay en Internet.
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