Intemperie, cerca de los últimos hielos
Intemperie es la palabra clave en la Bienal del Fin del Mundo, en Ushuaia, donde las obras de 43 artistas aluden, con distinto grado de dramatismo, a las precariedades y amenazas con las que convivimos desde que todo se volvió un poco más hostil, allá por 2001.
Por: Ana María Battistozzi
El hielo es una de las escenas más fascinantes del mundo natural." Micrófono en mano, Jorge Rabassa, científico del CEDIC Conicet lanzó esta afirmación a bordo de una embarcación que surcaba las aguas del canal de Beagle. Ninguno de los críticos o curadores locales e internacionales que integraban el pasaje en ocasión de una de las charlas programadas por la segunda edición de la Bienal del Fin del Mundo osó desmentirlo. Por el contrario, siguieron sin musitar sus explicaciones y las de su colega Daniel Acevedo, que en un punto llegaron a coincidir con las investigaciones para científicas de la artista alemana Agnes Meyer Brandis. Los estudiosos hablaron de los orígenes; cómo cada átomo de nuestro cuerpo es parte del "polvo cósmico", cómo se formó la corteza terrestre y cómo los glaciares. Millones de años tardó en conformarse esa maravillosa escena natural que disfrutamos y, según se sabe, tiene los días contados ya que muy probablemente no sobrevivirá al 2050. "El hielo es testigo de los milenarios cambios del planeta", concluyó Rabassa tras proyectar una sucesión de imágenes, tomadas en el transcurso del último siglo que muestran cómo en unas décadas los glaciares patagónicos desaparecerán y con ellos la mayor fuente de agua dulce de la región.Sobrecogedora, inapelable, su afirmación desatendida como la letanía de tantos ambientalistas, se vuelve en este sitio más dramática que en ninguna parte. De allí que la Bienal –cuya primera edición tuvo lugar en 2007 bajo el lema "Pensar desde el Fin del Mundo que otro mundo es posible"– no pueda apartarse en esta edición de una perspectiva semejante. Más aún, en palabras de su curador general, el crítico alemán Alfons Hug, deliberadamente elige presentarse como opción desde los márgenes "cuando el proyecto urbano fracasó y los centros de poder se fragmentan y fracasan."
Hug, que dirigió dos veces la Bienal de San Pablo y fue curador del pabellón brasileño en Venecia del 2003, eligió esta vez la noción de Intemperie, como idea rectora y las obras elegidas aluden a ella en sentido amplio: desde lo afectivo, lo ético y lo político a lo climático. De tal manera el tono que sobrevuela esta edición y en particular el conjunto de artistas internacionales elegidos por Hug, incluidas las argentinas Graciela Sacco, Laura Glusman y Carolina Andreetti, que conviven en un mismo espacio, es bastante más dramático que en la anterior. Acaso porque está menos atado a la evocación del entorno y se cuela –hoy más generalizada– esa sensación de intemperie que conocemos tan bien tras las experiencias del 2001. Más reducida en formato y en cantidad de artistas (43) pero proyectada a otras geografías con dos exhibiciones que la precedieron en Río de Janeiro y San Pablo y la continuarán en Rosario, esta edición disemina su propuesta en el espacio público de la ciudad, en el Bosque Yatana, el ex presidio, hoy Museo Marítimo, el cine local y un Hangar de la Aeroestación Naval de Ushuaia.
Lo más espectacular es sin duda la escena helada que se configura en este último espacio y el curador alemán llamó "bosque de videos". Con cuatro cubos estratégicamente colocados y gigantescas pantallas por cada uno de sus lados, compiten allí en sonido e imagen catorce proyecciones y tres instalaciones. Todas aluden de una forma u otra al concepto rector. Así, hay intemperie afectiva en el video "Burn", de 2002, que el cineasta estadounidense Reynold Reynolds comparte con el irlandés Patrick Jolley. Se trata de la ruina de una pareja que asiste impasible al incendio de todo lo que la rodea. Hay intemperie política en el video del chino Gao Shiquiang. Un fresco de la historia china que funde pasado y presente como una pesadilla interminable (dura 97 minutos) que mezcla los vestigios de la Revolución Cultural, el culto a Buda y Mao, las consignas de la utopía política con los severos problemas habitacionales y las aspiraciones de las generaciones del presente. Hay intemperie social y política en "Nado y nada", el video de la rosarina Laura Glusman que usa la imagen de un cruce a nado por el Paraná como metáfora del esfuerzo permanente a que estamos sometidos los argentinos, con nuestras esperanzas eternamente demolidas por crisis, algo que surge también en el video de Carolina Andreetti y en la obra del cordobés Hugo Aveta en el presidio. Y también desesperanza infinita en las dos instalaciones de percepción abismal que Graciela Sacco reparte entre el Hangar y el presidio con una pregunta: "¿Cuánto es un metro cuadrado de destierro?"
Pero las visiones más trágicas son europeas, aunque las hay brasileñas como la de Neville de Almeida sobre la desertificación de la Amazonia. Las europeas son una melancolía sobrecogedora; recuperan los climas del romanticismo nórdico como en el caso del holandés Guido Vander Werbe, filmadas en Finlandia o la de Chris Larsson, también el norte.
Pero mucho de esto hay también en la gigantesca ballena de arcilla, de veinte metros de largo que Adrián Villar Rojas hizo encallar en el Bosque Yatana. Aparición extraña e inquietante, en una reserva de lengas, conjuga dos especies en riesgo con un sentimiento de dolor humano. "Mi familia muerta" es el título del enigmático trabajo de este artista que continúa aquí la misma filosofía de la fantástica muestra que presentó el año pasado en Ruth Benzacar con una confesión íntima: "Hago monumentos porque no estoy dispuesto a perder nada".
En la selección de artistas argentinos, a cargo de Fernando Farina, ex director del Castagnino MACRO y actual secretario de Cultura de Rosario, hay también una recuperación de lo paródico, dimensión de gran tradición en nuestra cultura que, desde el teatro y la música a las artes visuales, ha servido para abordar aspectos, muchas veces dolorosos, que nos constituyen como sociedad. Así en el segundo pabellón del ex presidio hoy Museo Marítimo, Verónica Gómez instala un disparatado relato sobre la vertiginosa expansión de los castores en la isla. Introducidos por la Marina en 1946 para fomentar el comercio de pieles sin haber evaluado riesgos ecológicos, los bichos se multiplicaron hasta convertirse en plaga.
La artista, que en el 2005 aplicó su invención "Laboratorios Baigorría S. A." a la multiplicación de la especie en un trabajo sobre porcinos que realizó con el colectivo de artistas Rosa Chancho –y cuyas imágenes son increíblemente premonitorias de las que circulan en estos días por la prensa–, aquí imagina que la plaga de castores avanza, imparable desde la Patagonia hasta llegar a Marte pasando por Buenos Aires, Disneylandia y China. Su increíble narración por capítulos se vale de maquetas y dibujos, que en este caso, al ser impresos en vinilo a una escala a la medida de las celdas del presidio, pierden el encanto de detalle que caracteriza la obra de esta artista. Esteban Alvarez por su parte, en un video que funciona como entrevista documental de un disparatado proyecto que propone sanear el Riachuelo mezclándolas sus aguas con las de los glaciares en Calafate desnuda a través de la ironía la desidia de los sucesivos gobiernos en esta materia.
Concebida por su actual director Alberto Grottesi como esfuerzo federal y complementada por un ambicioso proyecto pedagógico a cargo de Karina Maddonni, esta segunda edición, tan próxima a las elecciones y la crisis internacional, no contó con los apoyos económicos prometidos. No obstante mantiene intacta su meta de alumbrar en Ushuaia el Primer Museo Polar de Arte, Tecnología y Medio Ambiente del Fin del Mundo.
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