jueves, 10 de diciembre de 2009

EN LA HABANA SE PRESENTO LAS MANOS AL PIANO



Postales de un disco íntimo

El documental de Fernando Rubio, producido por la Rosstoc de Gastón Pauls, sigue a Fito Páez durante la grabación del álbum Rodolfo, registrado sólo con voz y piano. “Fue mi primer amigo”, dice el cantante acerca del instrumento.

Por Oscar Ranzani

Desde La Habana

La relación de Fito Páez con Cuba viene de muchos años: el músico rosarino fue el primer artista no cubano que dio un concierto en la Plaza de la Revolución, y presentó sus dos películas en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. En 2007, mientras estaba terminando de editar ¿De quién es el portaligas?, Páez decidió probar un experimento novedoso en su carrera: grabar un disco sólo con su piano y en su casa. El resultado fue Rodolfo, una placa que muestra un trabajo íntimo y acústico pero sin perder la esencia rockera que lo caracteriza. La productora Rosstoc, de Gastón Pauls, le propuso ser el protagonista de un documental que registrara el proceso de grabación de ese álbum. El film se llama Las manos al piano, fue dirigido por Fernando Rubio y se estrenó en el Festival de La Habana. Se trató de una presentación especial –no es parte de la Competencia Oficial– en la que no faltó ningún fan cubano.

“El piano fue mi primer amigo”, confiesa Páez al inicio del documental. Y se lo ve junto al instrumento que era propiedad de su abuela, que luego acarició su madre y finalmente él mismo, quien señala que ese piano le permitió establecer “un contacto metafísico” con su madre. El documental tiene dos líneas. Por un lado, se ve al músico ensayando en su casa, charlando con técnicos, cantando a capella, improvisando, modificando melodías y observando distintas fotografías para el arte de tapa del disco. La otra línea es la familiar: se lo observa con algunos parientes en Rosario, desempolvando viejas anécdotas y discos de rock argentino que quedaron como recuerdos. Páez también cuenta que le empezó a entusiasmar el piano cuando presenció un recital de Charly García en 1976. Recuerda el impacto emocional que le generó y que salió diciendo: “Esto es lo que me gusta”. La relación entre Páez y su piano es la esencia del film, que si bien el director piensa ampliar a 35mm, debe verse como un trabajo audiovisual cercano a lo televisivo.

Páez comentó en conferencia de prensa que se trató de “un experimento extraordinario”. Y relató que si bien las canciones se hacen en una gran intimidad, “hay una cosa muy curiosa que pasa allí: las luces prendidas. Entonces, parecía un hospital más que una sala de grabación. Pero fue una convención que establecimos desde el comienzo con Fernando Rubio. Entonces, nunca más nos molestó aquella luz”. El autor de “11 y 6” comentó que vio hace poco tiempo parte del material en crudo y que sintió que “está vivo”. “Es algo que me impactó mucho. Es casi pornográfico, porque estás viendo cómo estás haciendo algo en el momento de hacerlo. Hay muchos momentos cuando se están haciendo las cosas, cuando se está mezclando el tomillo con la carne: estás haciendo la comida. Y la verdad es que eso me pareció un hecho inédito e insólito.” Por otro lado, Fernando Rubio también “se metió dentro de la familia”, según Páez. “Entonces, con la familia contó parte de lo que puede ser la clase media de la Argentina desde los ’60 hasta los ’90. Hay algo allí que personalmente me conmueve mucho porque es también la historia de mi familia.”

El director Fernando Rubio aseguró que Las manos al piano fue un trabajo minucioso de mucho tiempo: “Lo hicimos con una profunda mirada amorosa sobre la relación de un hombre con su piano y de cómo esas melodías que todos tenemos cerca desde hace muchísimo tiempo en nuestra historia se acercan de una manera mucho más esencial a partir del disco que Fito graba por primera vez en su casa. En ese acercamiento intimista está todo el desarrollo del trabajo, en esa soledad de la creación y en el pensamiento de Fito sobre lo que es la música”. Por su parte, el productor de la película, Gastón Pauls, comentó que un día se acercó Fernando Rubio a contarle que tenía un proyecto de un documental sobre Páez. “Soy un admirador del trabajo de Fito”, confiesa. “Pero, más allá de la admiración que siento por él como músico, de lo que he disfrutado y crecido con sus melodías y sus letras, también soy una persona muy respetuosa y un oyente muy despierto de sus palabras. Más allá de ser un gran músico, es un pensador del presente y un fino analista de la realidad que nos toca transitar en este mundo. Entonces, para mí fue una invitación a sumarme a un proyecto que iba a mostrar eso: su relación con el piano.”


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