Menos dinero, menos tiempo, menos consumo, ¿menos sesiones? La exposición de un caso testigo y los argumentos teóricos de los franceses Robert Lévy, Jacques Nassif, y los argentinos Luis Hornstein y Germán García, entre otros consultados, funcionan como disparador para ponerse a pensar en el valor y la vigencia del psicoanálisis en un contexto económico y social en el que las que mandan son la ansiedad y la incertidumbre.
Por: Guido Carelli Lynch
MOMENTOS. Sigmund Freud postuló su pulsión de muerte al finalizar la Primera Guerra Mundial y Jacques Lacan su tesis sobre la agresividad durante la Segunda Guerra. ¿La crisis actual vuelve a cuestionar el paradigma psicoanalítico?
Historia de Carlos
Carlos es argentino, detalle que explica parte de su cuadro clínico, pero no todo. Su empleo, en principio, no corre peligro pero, por debajo de él, el mundo se desmorona. Entonces, busca en el fondo del cajón la última tira de ansiolíticos que le queda. Sólo entonces se olvida de la obsesión de sus últimos días: la propuesta anacrónica que le hiciera su analista de aumentar sesiones, ante la que se quedó callado, y a la que considera pendiente de respuesta.
Para el psicoanalista y escritor Germán García no puede relacionarse la crisis económica con la tan mentada, comentada, trillada y nunca comprobada crisis de la teoría psicoanalítica. En cambio –advierte– sí existe una manifiesta crisis financiera que modifica la economía real y el sistema impositivo. "Frente a la emergencia de la posible falta de recursos –de cualquier tipo– las respuestas son múltiples. El denominador común, como lo propuso Keynes, lector de Freud, es la incertidumbre relacionada con el dinero", afirma el creador de la histórica revista Literal.
Obsesión
Triste vida para Carlos: noches interminables que cada vez se hacen más largas. Necesita dejar de estar acosado por un futuro incierto, ahora lo agobia el presente –no el hoy, el ayer ni el mañana. Por suerte, llegó el sábado, día de sesión para su tratamiento "atípico" –como lo considera–. El analista accedió a atenderlo en el único huequito de su agenda recargada. Carlos quiere sentirse mejor y, por eso, paga los 20 pesos que le subió su licenciado, que lo había escuchado decirle que la plata cada vez alcanza menos.
"Quisiera que empezáramos a vernos los miércoles además del sábado –retruca el lacaniano rama dura–. Sé que es un esfuerzo más, pero...", persuade. De vuelta a casa, durante el camino, se obsesiona con las cuentas pendientes, con la moratoria de AFIP pendiente de pago. "La catástrofe económica mundial ya dejó a más de 50 millones de nuevos desocupados en el mundo y a vos se te ocurre aumentarme la frecuencia de sesiones", debió haber respondido.
Respuestas rápidas
Los especialistas parecen estar de acuerdo en que los pacientes han perdido su paciencia para ser curados.
"Hace ya bastante tiempo, por lo menos en Francia y en España, que la gente no viene a pedir un psicoanálisis como tal y tampoco está dispuesta a aceptar tres sesiones por semana. Hoy en día, la gente viene a preguntar algo acerca de su malestar, con formulaciones distintas de las que se planteaban en la época de Freud, o de las de hace veinte años", explica el francés Robert Lévy, cofundador de la Asociación de Análisis Freudiano y de la Fundación Europea para el psicoanálisis. Sin embargo, para él (asistente al reciente IV Congreso Internacional de Convergencia, que tuvo lugar en mayo en Buenos Aires), el cambio no significa que también se hayan modificado las estructuras de neurosis, psicosis y perversión. "Sólo ha cambiado la manera de formular la demanda de análisis", aclara.
¿En qué medida la realidad y el porvenir de los habitantes del conurbano bonaerense –sólo por citar el caso de la provincia más poblada del país– son comparables con las cómodas angustias parisinas que los pacientes descargan en el consultorio de Lévy. Las angustias y ansiedades adquieren carácter específico, muchas veces incrementado, en los márgenes del mundo. ¿En qué medida la versatilidad y –como dice Hornstein– el "manejarse con estrategias y no con programas" de parte de los psicoanalistas locales son fundamentales para ofrecer desde el consultorio un espacio de contención o resistencia?
"El dispositivo psicoanalítico no se restringe a la práctica clásica que es trillada en la manera de describirse pero no en el ejercicio de la clínica: cuando las condiciones lo requieren hay posibilidad de diván más de una vez por semana, determinada duración de las sesiones, analista silencioso, asociación libre, atención flotante, interpretación, construcción...", especifica Mariana Wikinski, psicoanalista del Equipo de Salud Mental del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
Resistencia ordinaria
Otro psicoanalista francés, Jacques Nassif, discípulo de Lacan y ex presidente del Cartels Constituents de l'Analyse Freudianne, supone que la crisis –al menos por ahora, por lo menos en París y en Barcelona, donde trabaja– no golpeó la puerta de los consultorios psicoanalíticos.
Cuando se refiere a que "la crisis económica tiene muy pocas repercusiones" –como señala– no niega la proliferación de nuevas pugnas por honorarios y las nuevas demandas de pacientes incididos por el entorno. Ambos reclamos, advierte Nassif, existen pero son dos cuestiones que se enmarcan dentro de la "resistencia ordinaria" de los pacientes y, como tales, son solucionables dentro del ámbito de la "transferencia".
Si Freud postuló su pulsión de muerte al finalizar la Primera Guerra Mundial y Lacan su tesis sobre la agresividad durante la Segunda Guerra, como recuerda García, vale preguntarse qué tan descabellado es pensar que estamos ante la posibilidad –dada por el escenario de una crisis internacional como ésta– de encontrar terreno fértil para repensar los paradigmas que rigen al psicoanálisis, sin duda una oportunidad histórica.
Crisis por diván
En tiempos de mestizajes étnicos, culturales y epistemólogicos queda poco margen, casi ningún recoveco, para mantener y defender los purismos militantes.
La academia psicoanalítica incluye un abánico inconmensurable donde coexisten facciones integristas con otras refractarias. En el medio de las polémicas y las pujas teóricas, de las verdades parciales, quedan los pacientes y sus síntomas. Tal vez por eso es que Luis Hornstein, distinguido como Premio Konex de Psicoanálisis (1996–2006), advierte que la teoría psi debe aportar herramientas conceptuales que intenten responder a los requerimientos en salud mental. "Eso va en oposición a convertirnos en custodios de no se sabe qué inmaculada pureza del psicoanálisis", opina.
En cambio, la también argentina y licenciada Graciela Cerrutti no se enfrasca en discusiones teóricas porque tiene que atender su tarea cotidiana como integrante del staff del servicio de psicopatología y salud mental del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Allí nota –sin disponer de cifras concretas– que ha aumentado notablemente, "en estrecha relación con la crisis económica", el número de consultas en el hospital infantil más importante de la Capital.
Parte del fenómeno, explica, se debe a la cantidad de población de clase media que descartó por obligación y necesidad la medicina prepaga por la pública, saturada y gratuita. La convocatoria más alta que en otros momentos de la historia del servicio es resultado, para Cerrutti, de un contexto preocupante que explica con frases descriptivas.
"La preocupación por la falta de recursos económicos, así como la falta de trabajo, genera en los adultos irritabilidad, desesperación, angustia, y a menudo depresión y violencia. Los adultos se sienten impotentes, fracasados, incapaces de proporcionar no sólo bienestar sino en muchos casos, las condiciones básicas para sostener a sus seres queridos, a sus hijos y a sus padres ancianos. Se originan así innumerables conflictos personales y de pareja, produciendo el quiebre del sostén que la estructura familiar debe garantizar a los niños. La caída del estado emocional de los adultos deja desamparados, sin contención, a los niños más pequeños".
Avisa Cerruti: la crisis de hoy se paga en la próxima década.
El flamante director de Salud Mental del gobierno de la Ciudad, Gregorio Alcaín, subraya el aumento logarítmico, en relación con el devenir de la crisis, de la cantidad de medicación indicada a pacientes comunes. "Mucha gente –dice– podría mantenerse con un poquito de psicoterapia pero pasó a utilizar medicación en serio, porque no se banca tanta presión", explica.
Local y global
Carlos habría padecido –siendo estadounidense– la crisis de las hipotecas-basura que pusieron en jaque al sistema financiero mundial en vez de la ficción de convertibilidad que derivó en el corralito de 2001. La crónica de la vuelta al ansiolítico, en su historia personal, al que acude de manera periódica, le funciona como radar para detectar los períodos económicos de mayor inestabilidad en la historia reciente.
¿Qué extraño mecanismo de relojería rige la inestabilidad económica, ese salto, doble salto colectivo y personal al vacío que, a la distancia, luce tan anunciado? Para Lévy, otra vez, la respuesta radica en la esperanza del mundo globalizado, en ese "goce y apuro" sin preguntas. Ese, sin más, es el motor del suicidio colectivo que instauró la idea de que el tiempo es dinero y nada más. Pero Carlos no es estadounidense. Es un neurótico argentino, vale decir, un tipo flexible, acostumbrado a pegar cables con alambres si es necesario, a los coletazos de la crisis, pero no por eso inmune a ellas.
"Las víctimas que se han ido cobrando las sucesivas crisis que atravesó nuestro país, (económicas, institucionales, políticas) sufren el efecto de un trauma acumulativo que no cesa, no ofrece escapatoria, no ofrece esperanzas. El sujeto queda expuesto a una especie de imprescriptibilidad subjetiva del sufrimiento", argumenta otra vez Wikinski.
Aquello de que "lo que no mata hace más fuerte", que tantos gurúes repiten hasta el hartazgo en libros y grupos de autoayuda hasta manipular su significado, hasta vaciarlo, ¿por qué no funciona con la crisis? ¿Por qué entonces el sentir nacional no es a esta altura de la historia local prácticamente indestructible?
"Se trata de experiencias que nos constituyen, pero su apropiación implica un esfuerzo subjetivo descomunal que no todos han podido realizar, de modo que en demasiadas ocasiones establecen el escenario de un arrasamiento subjetivo", termina Wikinski.
Para algunos, en cambio, todavía hoy "crisis" representa oportunidad. "Los momentos de crisis producen cambios en el psiquismo de la población y esos cambios se traducen en alteraciones de comportamiento, desestructuraciones de la personalidad a las que el psicoanálisis debe dar una respuesta. La crisis económica no tiene una incidencia directa en la crisis del psicoanálisis y viceversa, sin embargo, ambas crisis son la consecuencia de cambios en los valores de la sociedad actual", opina María Adela Laserna, doctora en psicoanálisis argentina radicada en Francia.
Si la situación en los consultorios privados ya es compleja (por las series de nuevas negociaciones que hay que entablar) no cuesta imaginar los coletazos más fuertes que las penurias económicas provocan en el sistema de salud público y, sobre todo, en el interior del país. María Silvia Lazzaro, presidenta de la fundación psicoanalítica Trieb, de Tucumán, una de las provincias históricamente más postergadas de la Argentina, sub-raya el aumento de los pedidos de asistencia y los ingresos de nuevos y viejos desocupados y dependientes de las migajas asistencialistas.
"Si tratamos de pensar cuál es la posición subjetiva en la exclusión y no cedemos ante las tentaciones de explicaciones y justificaciones, entonces estamos ante un desafío ante el que no debemos retroceder", analiza con optimismo.
Química
Por momentos, Carlos vacila, y es justo al despertarse de su siesta de clonazepam. ¿Tiene sentido dar continuidad a sus citas en el consultorio psicoanalítico luego de sentir el sosiego efímero al que lo somete su dosis autoadministrada? ¿Seguir invirtiendo en una terapia larga, costosa, ajena a las causas y efectos determinados?
Una mujer –llamémosle Ana, de su misma edad, 52 años– tomaba medicamentos prescriptos por varios especialistas, a un costo anual de 6.400 pesos. Cuatro de los fármacos que tomaba eran para problemas psiquiátricos: clonazepam para la ansiedad, escitalopram para la depresión, oxacarbazepina para la ciclotimia (o bipolaridad) y amitriptilina para la depresión y el insomnio.
Los fuertes mareos provocaron una primera caída, rotura de cadera, y más tarde terminaron en la muerte. "Lo más probable es que la mujer necesitara menos medicación y más atención médica", explica Marcelo Peratta, presidente del colegio de Farmacéuticos y bioquímicos de la Ciudad de Buenos Aires, quien recuerda el caso. "La industria farmacéutica descubrió, hace décadas, que vender medicación para enfermos es un pobre negocio al lado de la posibilidad de medicar a los sanos", acusa Germán García.
Paradoja
La crisis, para Peratta, colabora con el incremento de la sobremedicación. En esos –estos– tiempos, dice, se suelen tomar más medicamentos.
Sin embargo, su análisis no coincide con las conclusiones de un estudio del Ministerio de Salud de la Nación de 2005 que midió el consumo de ansiolíticos en la Argentina durante la crisis de 2001 y 2002. Paradójica o lógicamente, según el estudio de Sonia Terragona y Silvia Marchioni, el consumo de sedantes y ansiolíticos disminuyó al nivel de productos de cualquier otra industria y se volvió a disparar con el crecimiento que experimentó la economía nacional entre 2003 y 2005.
Son 7 millones de argentinos los que toman psicofármacos y 20 millones las recetas que se hacen por año, según los cálculos del Colegio de Farmacéuticos. Pero en realidad no estamos todos enfermos. ¿Nos hemos convertido en una sociedad medicamentalizada? "Los médicos han sido muy bien instruidos por los productores de fármacos y han aprendido a usar excesivamente bien sus recetarios. Como no quieren recibir demandas de mala praxis por el fracaso de tratamientos, usan aún más el recetario para asegurar el éxito terapéutico", dice Marcelo Peratta.
"¿La culpa es de las crisis, como habitualmente se cree?", se pregunta la periodista Valeria Shapira, autora de La Argentina ansiolítica (Sudamericana). ¿Cómo responde la discusión teórica a las demandas de la crisis global más profunda de la economía desde 1945?
"El psicoanálisis es el único que puede hacer la distinción entre el trauma que supone la consecuencia de la crisis económica, y el trauma que es siempre un efecto del après coup. En consecuencia, el psicoanalista es el único capaz de evaluar la cuestión traumática y sus ansiedades en sus complejas construcciones", sentencia Robert Lévy.
Germán García da muestra de su lucidez habitual para las definiciones rápidas: "Es fundamental evitar lo que se sabe para justificar lo que pasa", añade a la hora de intentar aprehender lo incomprensible. Y complejiza la tarea de tratar de entender a nuestro Carlos –nunca producto de únicamente una crisis exógena– sino de un conjunto de causas y circunstancias nunca determinadas per se. "Los celos, los problemas eróticos, la angustia, la culpabilidad, la envidia, el deseo de muerte hacia otras personas no es un problema de sectores ni de economía", apunta.
Todos unidos
El contexto golpea adentro y afuera de los barrios privados, arriba y abajo de los indicadores socioeconómicos, a todos y a cada uno.
"No existe desgarramiento del tejido social que no produzca simultáneamente algún modo de desgarramiento del tejido subjetivo, y ningún hombre puede salir indemne de la encerrona en la que se encuentra cuando debe optar de modo excluyente entre su supervivencia o su dignidad, como tan conmovedoramente nos ayudó a comprender Silvia Bleichmar", recuerda Mariana Wikinski.
La esperanza, refugio del cinismo y de los avatares político-económicos, puede leerse en clave psicoanalítica y también provoca cambios y vence la parálisis colectiva. En la opinión de Luis Hornstein:
"Reivindico –dice el psicoanalista– un utopismo crítico que elabore proyectos y se oponga tanto al voluntarismo sin fundamentos teóricos como a cierto fatalismo impregnado por consignas que condujo a muchos analistas a idealizar el desencanto por identificar lucidez con pesimismo". Esperanza, tan cíclica e infinita, igual de perenne y transitoria, que las crisis sucesivas que nos afectan. Hornstein se pronuncia: "Apostar al utopismo crítico no es sólo una irresponsable, fogosa e inconducente actitud juvenil, sino la única manera de refundar la esperanza".
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