METETE TU CARIÑO EN EL CULO
Si se suman los 4 puntos de rating promedio que tuvieron estos dos programas en Canal 7, más las cientos de miles de visitas en YouTube (casi tanto rating como el medido por Ibope), miles de links en Google y una sensación de que la calle se apropia de las frases pergeñadas por Diego Capusotto y Pedro Saborido, podría decirse que Peter Capusotto y sus videos llegaron al pueblo. Sin ánimo de estirar estos ocho programas, Saborido dice: “A Violencia Rivas capaz que no la volvemos a hacer”.
Por Luis Paz
“El rock es esperar ese tren que está llegando, calmo y dispuesto, con una actitud provocadora y desafiante; de frente, buscando la emoción de vivir a medio metro de la muerte. Y en el último instante, saltar.”
Dicho popular acuñado por Peter Capusotto
No fueron 4 sino 7,2 los puntos de rating que el lunes 31 de agosto midió Peter Capusotto y sus videos en el estreno de su quinta temporada. Los cuatro mensurados por Ibope (400 mil televidentes), más las 320 mil personas que antes del lunes 7 de septiembre ya habían visto en YouTube los clips del primero, que aparecieron de madrugada en la red. El segundo capítulo de estos ocho programados volvió a batir su propio record de audiencia oficial este lunes, con 4,6, lo que lo confirmó como el programa top del canal estatal. Aun más: la nostalgia revalorizó highlights de las anteriores cuatro temporadas del show manufacturado (realmente “hecho a mano”) por Diego Capusotto y Pedro Saborido. Ahí sí: el rating acumulado Ibope + YouTube del show podría bajar a CQC y hasta a Showmatch. Y si la ecuación incluyera a Google... bueno, basta decir que el nombre del programa arroja 164 mil resultados, cuatro veces lo que tira buscar “Wanda Nara + sexo oral”. Y eso, mal o bien, les suma mística y chapa.
A ellos no les interesa. Para Diego Capusotto (ex Cha Cha Cha y Todo x $2, actual hombre de radio para Lucy en el cielo con Capusottos, por FM Rock & Pop 95.9 FM, sábados y domingos a las 20) se trata de “un programa con mucho rebote, que excede los términos numerológicos, que sólo son estadísticas”. Incluso las de Facebook, ese otro termómetro social posmo que sube en función de la cantidad de amigos, fans y posts. En la red social de contacto virtual con mayor proyección, hay 80 perfiles públicos, 50 páginas (una de ellas con 200 mil fans) y más de 700 grupos relacionados con el programa, además de una aplicación llamada “¿Qué personaje de Peter Capusotto sos?”, con cinco mil usuarios activos mensuales e innumerables publicaciones que multiplican la obra por canales virtuales.
Pero este “boom” mediático de Peter Capusotto y sus videos también encuentra su correlato caminando las calles, peinándose en las peluquerías y hediendo en los vagones de subte. El presentador Peter Capusotto y sus personajes son un patrimonio cultural que abona con frustraciones, anécdotas y verdades cínicas un terreno que ya cosecharon Tinelli y Pergolini en los lustros anteriores: el aporte de sentencias inmediatamente aplicables al uso común del habla castellana. Hoy, el “está hablando del faso”, acuñado por el loco que investiga las referencias a la marihuana en canciones, equivale al “tomatelás” del Listorti de los ‘90 y al “¡qué buena pregunta, Mario!” de Di Natale de comienzos de siglo. Y al arribo de todo eso que ocurre en el programa como usos y costumbres del habla popular, de la charla de café y el chascarrillo multifunción, no hay rating que los mida. “Ya está –se podría decir–. Los números y las voces dicen que llegaron.”
–Pero, un momento, ¿llegaron?
Capusotto: –¿Llegamos? ¿Adónde? Creo que llegamos a donde tenemos que llegar. Lo más interesante es que haya gente que se pone a la par del programa y se lo apropia como hecho. Sentimos esa especie de complicidad de la gente en un medio como la televisión, que está forzado a siempre funcionar en un modelo comercial. Para nosotros es un hecho a festejar más que a medir con una mirada más narcisista, en términos de rating.
–Pero siempre tuvieron un reconocimiento más ligado al “culto”. ¿Qué pasa ahora, cuando además son “populares”?
Saborido: –No lo pensamos en esos términos porque no se puede hacer fuerza para que algo sea popular o de culto a priori. No depende de nosotros. Lo único que tratamos de mantener es que el programa guste de la misma manera y se vaya renovando. No me siento capaz de hacer algo que sea “popular”, si me lo propusiera, no sé si me saldría. Lo que hacemos es lo mismo de siempre, pero tal vez la gente comparte más códigos ahora.
–Siempre produjeron paracultura: productos artísticos y humorísticos que se reconocían con una lógica distinta a la normativa de la tele argentina. Algo que caminaba, pero por fuera. Cuando fueron abrazados por más público, con Peter Capusotto y sus videos, se confirmaron como contracultura, discutiendo sentidos y discursos “desde adentro”. Con este segundo boom, ¿corren el riesgo de pasar a ser “cultura” a secas?
Capusotto: –Es evidente que, estando dentro de un medio masivo como la televisión, las cosas empiezan a circular y a ser apropiadas. Es un recorrido normal que tiene que suceder cuando algo es medianamente intenso. Por eso decidimos hacer ocho programas cada tantos meses, para que no se constituya como una suerte de electrodoméstico narrativo, ¿no?
–Entonces, ¿qué es Peter Capusotto y sus videos?
Capusotto: –Definitivamente no es un producto para usar los 365 días porque lava bien siempre sino algo para usar cada tanto. El programa es un evento ligado a una cuestión celebratoria. No lo entiendo en términos de hecho cultural, simplemente me atraviesa y me convierte en anfitrión de alguna posible fiesta.
Saborido: –Esencialmente es algo que nos gusta hacer de una manera que siga divirtiendo, a nosotros y a la gente. Que sorprenda, eso buscamos, y por eso decidimos ahora hacer pocos programas. Preferimos sacar como un EP, con algo más comprimido que un disco. Mucha gente lo puede ver como soberbia, pero al contrario: hasta acá es lo que podemos hacer y que nos siga gustando, porque todas las cosas se gastan. Esa es la idea de los personajes nuevos, aunque tal vez salgan sólo dos veces. El lunes me divirtió Bombita, algo que está instalado, pero también Nico Nuca. A Violencia capaz no la volvemos a hacer. Nada es seguro sólo porque pegó.
FESTIFREAK
En los ‘90, looser fue un peyorativo muy común, inmortalizado por Jim Carrey en Tonto y Retonto. Frente al “éxito” de apariencia generalizada de aquellos años en los que los grandes desfiles daban picos de rating y los viajes de egresados eran a Cuba, llevar gaseosa de pomelo rosado a un asalto podía estampar un looser en tu frente para siempre. Y el perdedor, una vez bautizado por sus cercanos, nunca más podría ganar. Hasta que con el nuevo milenio los perdedores se hicieron hermosos. Los Massacre, antihéroes del under, instaron al mosh en el Luna. Walas y Santiago Motorizado se convirtieron en tipos abrazables. La vedette del invierno fue, sin dudas, Zulma Lobato. Las Bizarren rescataron a Machito Ponce. El look demodé en Niceto y aledaños es el de nerd à la Buddy Holly, pregonado por Tifi Rex (Los Reyes del Falsete). Se revalorizaron los violeros sobre los cantantes (Serrano y Baleirón). El feo fue rey en la publicidad de época. Y hay muchos ejemplos más. ¡Si hasta el Club del Trueque tuvo onda!
Y Capusotto, hasta entonces crónico habitante del Villa Domínico de la televisión, del patio trasero de los medios, estalló como un hito multimediático que alcanzó el podio del rating del lunes junto a CQC y Showmatch, los formatos que dominaron los ‘90. Lo bueno es que su show muestre una galería de verosímiles: un Bombita exiliado, una Violencia Rivas irrecuperable, un Nicolino Roche ultrapasado, un Emo Morales desganado, un Pomelo con déficit intelectual: perdedores compulsivos, pero entregados a su causa. Tal vez por eso sean tan adorables. Todos.
Y los nuevos personajes continúan en esa línea, cruzando el humor con base en el sexo, las drogas y el rock and roll con fino humor político e histórico, un imperecedero humor geográfico centrado en la división entre el porteñismo y el conurbanismo; y, claro, una bizarría hidalga coordinada por los arranques performáticos del Capusotto conductor.
Violencia Rivas. La artista que a mediados de los ‘60 anticipó el punk que una década después creyeron descubrir Clash y Pistols tiene destino de character histórico: fumadora, chupadora e histérica compulsiva que, a sus 17, participó del programa La Barra de la Nueva Ola Juvenil. Sus primeros videoclips, Educarse es una mierda (tema pionero en el concepto del No Future) y Metete tu cariño en el culo (“el amor es un error de nuestras hormonas, el amor es soportar la mierda del otro”, canta ella) causaron furor. Y tiene una hija psicóloga que le banca todos los caprichos, más allá de que la protopunk le recrimine: “¿Vos pensás que te quise tener?”.
Latino Solanas. Desde El Show de las Tortugas Incas que no se daba una reivindicación de lo latino como materia prima de esa cultura que los yanquis transforman y nos venden en latas de conserva. Hasta que llegó Di + Di Daddy Moncho Mamani Latino Solanas para mostrar la importancia de lo latino en el barrio, eso que se reivindica en géneros “como el rap, el reggaetón, el petete mosh, el meneadito y el pinga-pinga. El karnal se inspira con su simulador de perreo y un libro con 4001 metáforas para referir al movimiento pélvico femenino. Pero un día, cebado, le dijo “puto” a un federal y le cayeron a golpes en la seccional. A él no le importó: la conciencia de la importancia de lo latino, lo sabe, se toma de a poco.
Tilda. La beata de la música melódica tiene un problema: se tilda cuando canta. Así, su éxito La pollerita conmueve a las masas con su estribo: “Se mueve que se mueve la po, po, po, pollerita; yo estoy buscando una buena pi, pi, pi, pi, pi, pi, pielcita pa’ acariciar”. Pero la virtud se hace defecto cuando, ya santificada por su público, le arriman un bebé para que lo bese: se tildó, agarró a los cabezazos al pebete y terminó internada con pronóstico reservado.
Kosher Waters. El autor de The Wall Mitzva es un Matisyahu más caucásico al que le bastan apellidos para componer óperas rockosher. Un artista que en lugar de salir a gritarles a los docentes “hey, teacher, dejá a los pibes tranquilos” por haber sabido que, de todos modos, los aparatos ideológicos del Estado serían mucho más fuertes que su arte y, en última instancia, los docentes podían citar a sus padres por mal comportamiento, decidió coronar su canción con un “Hey, Grinbank, Filkestein y un goi”. ¿Y Blejman?
Jaime de las Mercedes Cárdenas. Pocos saben que Sarmiento era un notable wing izquierdo o que San Martín había intentado cruzar los Andes en remís (pero de la agencia le avisaron que había una hora y media de demora). Menos conocen la historia de Jaime de las Mercedes Cárdenas, el frustrado autor de la música para el Himno. El tipo fue un visionario colono que creó las melodías de Stairway to Heaven, Satisfaction y Smoke on the Water aplicadas al Himno, pero a nadie le cabieron. Igual, a no quejarse que el de Blas Parera terminó siendo un Himno rockero, sobre todo en ese instrumental que viene antes de “sean eternos los laurelesnennenneeeeen”.
Víctor Larzona. Tal vez demasiado parecido a Luis Almirante Brown, es un tipo cerebral para componer, para el que escuchar a su corazón está más jodido que hacerse cargo del Indec. Pero, de a poco, la verborragia de su corazón comienza a ser parte activa de su vida social, avisándole que se deje de romper con palabras raras y se dedique al cachengue y al bardo. Un corazón delator que convirtió la vida de Víctor Larzona en una de excesos. La falta de entendimiento entre Larzona y su corazón llegó a un punto crítico y el cuore se las tomó al grito de “freedom”, abandonando a su dueño por un futuro más emocionante y entregándose en la sede del Incucai.
Nico Nuca y su grupete. Diseño, arte, comic, teatro y un videoclip dedicado al bigote de Aníbal Fernández es lo que ofrece este colectivo multidisciplinario cuyo mentor, Nico Nuca, es su única cara conocida. Además, hitazos de la talla de PalerMoe (“todos tienen flequillos en PalerMoe y yo me siento Larry en PalerMoe”) o Soy el Hombre Soda (“me agradecen al moscato rebajar”). Todo lo hacen “entre todos” porque son un “grupo multidisciplinario”. Sin embargo, el serpenteante Nico Nuca se lleva todo el crédito. Como en la mayoría de los colectivos, claro.
Juan Pablo Jorge Martínez. Gran amante de Los Beatles que una mañana, dando prolijidad a su pequeña discoteca, descubrió que faltaba el vinilo de Abbey Road. En el medio del agite de tapa, Ringo se cayó del book al piso, Martínez lo pisó y lo dejó en una silla de ruedas. Martínez fue declarado culpable y tuvo que entregar su casa a Apple Corps, quedando en la calle sin nunca más volver a poder disfrutar de los Fab Four.
Además volvió Bombita, con su film Vení que te monto... nero, con las participaciones del Gordo Jorgerp, Tendencia Giménez y Orga Caram, una comedia picaresca en la que dos amigos peronistas se hacen pasar por doctores en una clínica oligárquica para acceder a los expedientes de los cumpas del sindicato. También Miky, con su show televisivo Goebbels que buscan Goebbels, desde el que promociona un sistema “GPSS” para geolocalizar pobres y casas tomadas y acortar esos kilómetros. “Kilómetros de pobres, que son más largos que los kilómetros normales.”
Y las dos primeras ediciones se completaron con sketches de la López Reggae Band, un aparato musical impulsado por el gorilaje frente al regreso del General; uno sobre la verdadera razón de la ruptura de Los Beatles (presuntamente producida por una novia shilena del ueón de Lennon); la ampliación del menú de la Pizzería Los Hijos de Puta, que ahora sirven canelones y abrieron al lado una heladería con sólo dos gustos, limón y frutilla; un videoclip promocional de Catastro Feroz, la primera banda de rock and roll en contra de Maradó, la cerveza y el rioba.
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