domingo, 27 de septiembre de 2009

CINE › LA ERA DE LA ESTUPIDEZ, CON PETE POSTLETHWAITE


Documental de “agitprop” ambientalista

Por Diego Brodersen

No alcanza con tener buenas intenciones para hacer buenas películas, ni siquiera cuando en su origen se encuentre una denuncia de alcances tan urgentes como universales. Esta verdad de Perogrullo se aplica a la perfección a La era de la estupidez, largometraje documental –con una pizca de ficción– dirigido por la británica Franny Armstrong y diseñado para concientizar al espectador respecto del abuso de los recursos naturales de nuestro planeta, el calentamiento global y la necesaria rectificación de un camino que nos llevará, más tarde o más temprano, a un desastre de consecuencias irreversibles. No se trata aquí de poner en discusión los postulados del film ni de relativizar la importancia de su temática. Ni siquiera de discutir su calidad de agitprop ambientalista (dicho esto sin ninguna connotación negativa). Pero es que si el film es fundamentalmente un medio para hacer llegar cierto mensaje, los resultados son tan poco efectivos que atentan contra su correcta reproducción y dispersión.

Corre el año 2055. Luego de una secuencia de anticipación que se sentiría más a gusto en una película catástrofe, el espectador se ve enfrentado a una suerte de bunker en el Artico cuya función primordial es proteger las creaciones artísticas y científicas de la Humanidad. Nunca sabremos si se trata del único sobreviviente de la raza humana, pero allí habita el actor Pete Postlethwaite, quien interpreta al guardián de este gran archivo universal. Su misión es grabar un mensaje destinado “a quien pueda hallarlo”. Es decir, nosotros en el año 2009. Como en un programa televisivo cuyo Informe de la Semana estuviera dedicado a nuestro futuro como especie, una serie de “notas” serán presentadas por este improvisado “conductor”, entrelazadas por sus correspondientes “copetes de presentación”.

Si alguna de estas notas no es del todo potente o incluso relevante, poco importa: allí estarán la música y un montaje rítmico para imprimirle emoción y velocidad. Sumarle a ello un diseño escenográfico que incluye un gadget moderno, una pantalla holográfica que permite pasar de un segmento a otro de manera rápida, eficiente y cool, e incluso adelantar las “partes aburridas”. Un concepto poco cinematográfico –y no demasiado elegante, por cierto– que incluso corre el riesgo de llegar a banalizar todo el operativo.

A lo largo de noventa minutos el film presenta a un empresario de la India que planea poner en marcha la primera línea aérea de bajo costo de su país; a un ingeniero especializado en energía eólica en lucha contra los dueños de tierras en Inglaterra, empeñados en no arruinar el paisaje con feos molinos; a un empleado de la Shell –gran ironía– que intenta rehacer su vida luego de perder todas sus pertenencias durante el desastre del huracán Katrina. El problema es que éstas y otras tantas historias de la realidad, elegidas como ejemplos-disparadores para reflexionar sobre la necesidad de un cambio personal y global en nuestra manera de pensar y actuar, no resultan lo suficientemente poderosas o iluminadoras, y el film nunca logra unificar estos diversos bloques en una narración cohesionada.

A diferencia de La verdad incómoda, el film con Al Gore que resignaba sofisticación a cambio de una potencia generada a partir de un ingenioso entramado del relato, La era de la estupidez no aporta nada significativo a un debate que seguramente irá ganando presencia en los medios en los años venideros, a medida que los cambios climáticos sean cada vez más evidentes y menos discutibles.

LA ERA DE LA ESTUPIDEZ

(The Age of Stupid, Reino Unido, 2009)

Dirección y guión: Franny Armstrong.

Fotografía: Lawrence Gardner.

Música: Chris Brierley.

Intérpretes: Pete Postlethwaite.


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