sábado, 19 de septiembre de 2009

El porqué de las vacas sagradas


El antropólogo Marvin Harris se preguntó por qué, en la India, las vacas, que podrían paliar la desnutrición y miseria alimentaria de una población muy pobre, son sagradas e intocables.

Por: Marcelo Pisarro

PLEGARIA EN EL RIO. Un hombre reza junto a una vaca en el río Saryu.

Al antropólogo francés Claude Lévi-Strauss le gustaba decir que cualquier principio de orden es mejor que ningún principio de orden. La mente no tolera un universo desordenado, se resiste a que haya cabos sueltos o cosas que sucedan porque sí. Y como no admite el caos, se lanza a estrechar nexos, entablar vínculos, entretejer acontecimientos que dan pie a nuevas estructuras cognitivas. "La clasificación –escribió Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje–, cualquiera que sea, posee una virtud propia por relación a la inexistencia de la clasificación".

Por ejemplo, entre los yakutos del extremo nordeste de Siberia se cree que el pico del pájaro carpintero alivia el dolor de muelas. La cuestión –explicó Lévi-Strauss– no radica en determinar si el pico del pájaro carpintero de veras alivia un dolor de muelas, sino en establecer si es posible que, desde determinado punto de vista, el pico del pájaro carpintero y el diente del hombre "vayan juntos": si agrupando cosas y seres es posible introducir un principio de orden en un universo desordenado.

El más renombrado arqueólogo argentino, Alberto Rex González, anotó en su libro Tiestos dispersos: "Ciencia es un afán estético de orden". Lo es, pero no sólo la ciencia. Al extenderlo al "pensamiento primitivo", Lévi-Strauss quería decir que toda sociedad, en todo momento, está tratando de llevar orden al mundo circundante. Está tratando de juntar picos de pájaros carpinteros y dolores de muela, precisar si pueden "ir juntos".

Una buena manera de forzar un principio de orden es introduciendo vacas en la ecuación. Nunca falla. En un librito muy ameno, Bueno para comer, publicado en 1985, el antropólogo norteamericano Marvin Harris habló del "enigma de la vaca sagrada". Se refería al "más célebre de los hábitos alimenticios irracionales", la prohibición de sacrificar y consumir carne de vaca en la India. En ese país viven 1.150 millones de personas y un 27,5% está por debajo de la línea de pobreza (es decir, más de 316 millones). La India tiene también la mayor población de vacunos del mundo, unos 193 millones de Bos indicus (más unos 78 millones de búfalos). Entre un cuarto y la mitad son animales enfermos, inútiles, desnutridos, que vagan por los campos o que entorpecen el tráfico en las ciudades. A pesar de la necesidad de proteínas, minerales, calorías y vitaminas que padecen, los hindúes se niegan a comer su carne.

La protección de las vacas es uno de los ejes del hinduismo, la religión dominante en la India. Para el hinduismo, todo lo que proviene de una vaca es sagrado (su cuerpo contiene unos 330 millones de dioses y diosas). Ahora bien, tal como Harris se apresuró en aclarar, el enigma no se soluciona diciendo que los hindúes no comen vacas porque son hindúes y los hindúes no comen vacas. "El rechazo de la carne de vaca debido a las creencias hindúes es lo que constituye el enigma, no la respuesta". Las otras grandes religiones no tienen este reparo particular respecto de la carne vacuna. ¿Por qué el hinduismo prohíbe la faena y el consumo de vacas y no de cerdos, camellos o –ya que estamos– pájaros carpinteros? Harris sostuvo que no se trata de un capricho o una decisión arbitraria, sino de un conjunto definido de condicionamientos prácticos. "La religión ha influido en las costumbres dietéticas de la India, pero éstas han influido todavía más sobre la religión". Hecha la ley, hecho el tabú. Y deshecha la historia.

La protección de las vacas no siempre fue algo central en el hinduismo. Durante el período de los vedas (pueblo ganadero que dominó la India septentrional entre 1800 y 800 aC., y al que refieren los primeros textos sagrados hindúes), la carne de vaca se consumía sin compunciones. Pero la población humana creció y la bovina disminuyó, los bosques se redujeron y la provisión de carne comenzó a escasear. Los campesinos pobres enflaquecían, morían desnutridos, mientras que brahmanes y chatrias continuaban engordando. Limitando el consumo de carne y aumentando la explotación agrícola y lechera del ganado, los campesinos podían alimentarse más y mejor. Si los animales consumen cereales, y los hombres consumen esos animales, se pierden nueve de cada diez calorías y cuatro de cada cinco gramos de proteínas. Las vacas eran más valiosas pariendo bueyes que tiraran del arado y no asándose a la parrilla. Pero los brahmanes no estaban interesados en renunciar a sus privilegios alimenticios. Dicen que le explicaron a un sabio brahmán que no debían comerse vacas porque los dioses las dotaron de un gran poder cósmico, a lo cual el sabio brahmán respondió: "No digo que no, pero yo comeré de ella de todas formas siempre que sea tierna".

Hacia el año 600 aC. la población campesina, diezmada por hambrunas, guerras y sequías, se mostraba cada vez más renuente a cualquier sacrificio de ganado, símbolo de las diferencias del sistema de castas. El clima cultural aceleró la aparición de varias religiones contrarias al sacrificio de animales, de las que el budismo fue la primera y más importante. Durante los siguientes novecientos años, hindúes y budistas pelearon por reglamentar el espíritu y el estómago de los indios. Al final ganaron los hindúes, mediante una astuta estrategia: apelmazaron una religión popular con un sistema económico efectivo, abrazaron el principio de no matar ganado y se reconstruyeron como protectores históricos de las vacas sagradas (los grandes festines vedas, argumentaron, eran solamente una expresión figurada, una metáfora). En una economía agraria con baja industrialización, las vacas son más útiles vivas que muertas: proveen leche y bueyes, los cuales proveen fuerza motriz y estiércol (principal abono de la India e importante fuente de energía). El tabú impide que, en una mala época, los hindúes se coman a un animal que es más conveniente mantener vivo.

Esta fue la explicación de Harris. No le faltaron críticos, y en más de una ocasión se señaló su materialismo, su utilitarismo (o su "adaptacionismo", por emplear una expresión del arqueólogo Lewis R. Binford en Buscando el pasado. Descifrando el registro arqueológico). Sin embargo, ejemplifica muy bien esa búsqueda de orden que señalaron Lévi-Strauss y Rex González. También podría revelar por qué en India un hombre puede ser encarcelado por lastimar una vaca, y a la vez, por qué a los 3.600 mataderos habilitados se suman unos 30.000 mataderos ilegales.

"La vida, al cambiar, hace realidades con nuestras fábulas", subrayó el escritor francés Marcel Proust. Quizá quería decir que los sistemas de significados que legitiman las prácticas culturales se naturalizan con el correr del tiempo al punto de borrar sus umbrales empíricos. O quizá quería decir que a la larga terminamos creyéndonos nuestros propios cuentos.

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