domingo, 20 de septiembre de 2009

KATE HUDSON, LA PRINCESA HIPPIE DE HOLLYWOOD


Risitas de oro

Por Mariano Kairuz

Es una de esas actrices de las que se dice que pertenece a la realeza del cine, y no se dice por nada: se sabe, es la hija de Goldie Hawn, por quien fue criada a la vista del mundo junto con Kurt Russell, es decir, la nena de dos veteranos que aunque están virtualmente retirados y hacen una película cada tanto, siguen estando muy presentes en la conciencia y en la “familia” hollywoodense. Lo de realeza, sin embargo, no deja de sonar un poco extraño porque, en todo caso, si de algo fue reina Goldie en su época de oro fue de las actrices de aura hippona, encarnando su serie de chicas libres, de espíritu ligero y efervescente a lo largo de los ’70 y principios de los ’80. Kate Hudson (el apellido es de su padre biológico, el actor Bill Hudson, de quien Hawn se separó cuando ella tenía menos de un año de edad, y con quien no tiene relación) heredó algo de ese andar grácil, espontáneo, como despreocupado, que les inyecta a casi todos sus personajes, y aunque no ha conseguido marcar un perfil tan fuerte como el de mamá en sus comedias románticas, lo cierto es que cuando apareció, como la protagonista exclusiva del afiche de Casi famosos –como la groupie rockera post Acuario Penny Lane, por la que ganó el Globo de Oro y estuvo nominada al Oscar– pareció destinada a ser la más que digna heredera de la corona, la princesa hippie de Hollywood.

Linda pero no siempre fotogénica, graciosa pero no caricaturesca, encantadora pero (con poco maquillaje y mucho desprejuicio a la hora de mostrar su cuerpo flaco y sin curvas) nada exuberante, lamentablemente los papeles ofrecidos no estuvieron en general a la altura, y de su serie de comedias –el género en que se inscribe su carrera casi con exclusividad, con alguna excepción como el thriller sureño con vudú La llave maestra– sólo quedaron para el recuerdo la simpática Cómo perder a un hombre en 10 días, con Matthew McConaghey, y Alex and Emma, donde fue la estenógrafa devenida musa de un escritor obligado a escribir una novela en menos de un mes. Y quizá Tres es multitud (You, me and Dupree), aunque a ésa se la recuerde más que nada porque fue en su rodaje que empezó su relación con Owen Wilson, y a que Kate fue –de pronto e inadvertidamente convertida en femme fatale, o hasta en bruja– la razón del publicitado intento de suicidio de él cuando terminaron. Nadie guardará en su memoria, casi seguro, las dos que estrenó este año: La guerra de las novias (rubia contra morocha, haciéndole frente a la ascendente Anne Hathaway) y la flamante La novia de mi mejor amigo, en la que se enamora de un cretino profesional que trabaja de espantar a sus citas para que corran a los brazos de ex novios o aspirantes. No importa: Kate dice estar convencida de que los únicos personajes “buenos y complicados” para las mujeres en el cine llegan a los treinta y pico.

Y puede ser: este año cumplió 30 y el que viene estará ampliando el panorama con la adaptación del musical Nine, y haciendo de Margaret Keane, la pintora de las chicas de ojos enormes de los años ’50, en el prometedor biopic Big Eyes. Algo lejos ya de su lisérgica groupie y de las chicas leves y adorables que no dejan marca, la princesa hippie parece aspirar no a coronarse como reina sino a interpretar mujeres.

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