DVD : EL PLANETA TIERRA SEGUN LA BBC
Hogar, dulce hogar
Cinco continentes, seis dvds, ocho horas: el notable y monumental esfuerzo de la BBC por retratar todo eso del planeta Tierra que no es el hombre pero lo padece.
Por Mariano Kairuz
Frente a la impresionante serie inglesa Planeta Tierra pasa lo que suele pasar con los documentales de este tipo, es decir, los documentales sobre el espectáculo a la vez fascinante y cruel de la naturaleza: llega un momento en el que, proyectando el drama de la depredación humana sobre el mundo animal, sufrimos por el becerro que es perseguido por el lobo, como si la carrera no fuera una cuestión de vida o muerte para el cazador tanto como para la víctima. Como si olvidáramos que el lobo necesita cazar y matar y comerse a otros animales para seguir adelante. Momentos como ésos, tanto más emocionantes que la mayor parte de la ficción que ofrecen el cine y la televisión cada año, abundan en esta serie producida por Alastair Fothergill para la BBC. Editada localmente en dvd este año –cinco discos con once episodios de algo más de cuarenta minutos, emitidos originalmente por la televisión inglesa dos años atrás, más una posdata en tres partes llamada Planeta Tierra: El futuro, con un llamado a la conciencia y a una participación activa en la conservación de la diversidad de hábitats y especies– Planet Earth consigue transmitir, además de su energía narrativa, la idea de que en la Naturaleza se encuentra el mayor talento artístico que haya habitado este mundo: un instinto inigualable para la composición visual –y ahí están y se suceden, capítulo a capítulo, los polos, las montañas, las selvas, los desiertos, los grandes hielos, los océanos–, unos dibujos y una combinación de colores de belleza absoluta –ver e hipnotizarse con esa hermosa leopardo rusa preparándose un almuerzo junto a su cachorro–, y tiempos y movimientos de una gracia que el ser humano no puede imitar. Cada episodio empieza con una abrumadora imagen satelital de la Tierra: el mundo desde afuera, con ese efecto de, al menos por un segundo, ponerlo todo en perspectiva, recordándonos que existe una fuerza mayor que se encuentra por encima de todo conflicto político, económico, de toda diferencia cultural. Una perspectiva que por un instante empequeñece, vuelve ridículos nuestros dramas cotidianos.
La capacidad de Planet Earth para capturar el espectáculo más grande jamás contado, tiene que ver con un trabajo enorme compuesto por un año y medio de investigación previa a cargo de un equipo encabezado por los zoólogos-productores Penny Allen y Jonny Keeling, más otros tres de rodaje por el mundo, con tomas y planos que desafían permanentemente la fuerza de gravedad. Y una hábil posproducción que aprovecha un trabajo de fotografía perfecto, acelerando a veces la imagen –para asomarnos fugazmente a lo invisible, como el proceso de maduración de una flor o de un hongo, o permitirnos seguir las increíbles coreografías colectivas de una comunidad de pingüinos a lo largo de un día entero–, y desacelerándola otras, para que podamos apreciar la majestuosidad del salto del tiburón blanco, toda su enorme tiburonidad flotando y contorsionándose en el aire sobre el océano para atrapar a su presa. Puede que cada tanto uno se encuentre preguntándose de qué están hechos esos documentalistas capaces de asistir a espectáculos terribles como el del elefantito que es atacado y devorado por la manada de leones. Pero el principio de realización fue claro y riguroso: observar desde todos los ángulos posibles; nunca intervenir.
Y a fascinarse y sufrir un poco, que Planeta Tierra, con sus más de seis horas y pico (disponibles en videoclubes y kioscos, en alquiler y venta directa al público) puede ser un gran programa para el 31 de diciembre a la noche, y hasta la perfecta fuente de inspiración para una auténtica promesa de año nuevo: ayudar a cuidar a que esto que estaba acá antes que nosotros no se caiga a pedazos, por noble convicción ecologista, o cuando menos por puro amor al arte.
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