domingo, 22 de febrero de 2009

ROBINSON CRUSOE


ROBINSON CRUSOE

Náufragos

Las relaciones entre realidad y ficción (si es que existen tales categorías) son sin duda complicadas. Tanto que la ciencia en algunas oportunidades permite ver conexiones ocultas, canales de transmisión, coherencias y discrepancias.

Por Ricardo Gomez Vecchio

“Nací en 1632, en la ciudad de York, de una buena familia, aunque no de la región, pues mi padre era un extranjero de Brema que, inicialmente, se asentó en Hull.” Así comienza la novela Robinson Crusoe, con el mítico personaje de Daniel Defoe, a quien la historia vincula con dos náufragos. Por un lado, Alexander Selkirk, marinero escocés que fue rescatado en 1709 tras pasar 4 años en una isla desierta frente a Chile. Por otro, Pedro Serrano, un capitán de marina español, único superviviente del naufragio en un banco de arena del Caribe, que pasó 8 años aislado hasta que fue rescatado en 1534.

Allá por 1719, Daniel Defoe publicó la que se considera la primera novela inglesa: La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York, quien tras ser el único superviviente de un barco mercante, náufrago, pasó veintiocho años completamente solo en una isla deshabitada cerca de la desembocadura del río Orinoco y fue posteriormente liberado insólitamente por piratas; escrito por él mismo.

LA CLAVE DEL EXITO

El éxito fue inmediato y universal. Se la considera la novela inglesa más popular de todos los tiempos y es el segundo libro más leído después de la Biblia, traducido también a innumerables idiomas y al que se le han dado numerosas interpretaciones. James Joyce, por ejemplo, creyó ver en Robinson el prototipo del colonialismo británico, así como un símbolo del puritanismo: el hombre hecho a sí mismo, la perseverancia –incluso en las más difíciles condiciones–, la apatía sexual, el autocontrol.

En la economía clásica y neoclásica, se usa frecuentemente a este personaje para ilustrar la teoría de la producción y la elección del consumidor en ausencia de comercio, dinero y precios. En su complicado contexto, Crusoe debe elegir la combinación óptima de tiempo dedicado a la producción y tiempo dedicado al ocio. A su vez, debe optar por qué cosas producir en ese tiempo, ¿es necesario recolectar cocos o elaborar herramientas de caza y pesca? La parábola se completa con la llegada de Viernes a la isla, suceso que permite introducir el comercio entre individuos.

Seguramente Defoe nunca pensó que su novela, a la que siguió otra denominada Nuevas aventuras de Robinson Crusoe, que pasó sin pena ni gloria, iba a tener la repercusión que logró su antecesora. Menos aún imaginó que casi doscientos años después publicarían un trabajo con el nombre Excavación en Aguas Buenas, la isla de Robinson Crusoe, Chile..., donde el sutil entretejido entre ficción y realidad queda al desnudo.

TRAS LA PISTA DE ROBINSON

Un grupo de arqueólogos, encabezados por Daisuke Takahashi, se propuso hace algún tiempo encontrar evidencias de las actividades de Selkirk, que estuvo en la isla entre 1704 y 1709 y sobre quien Defoe tuvo sin dudas noticias por aquellos tiempos. Takahashi visitó la isla entre 1994 y 1995 tratando de identificar algún antiguo campamento de Selkirk, y regresó en 2001, año en que un viejo isleño le mostró posibles rastros, y finalmente se lanzó con todo su equipo en 2005.

LA ISLA

La isla en cuestión está unos 650 kilómetros al oeste de Valparaíso. Es una de las tres islas de origen volcánico del archipiélago Juan Fernández, y la única que tiene unos 500 habitantes cuyos antecesores llegaron allí recién a mediados del siglo XIX. Se la rebautizó Isla de Robinson Crusoe para conmemorar la forzada estadía del marino escocés.

Curiosamente, la otra isla principal del grupo se llama isla de Alexander Selkirk, aunque el marino nunca estuvo ahí. No hay evidencias históricas ni arqueológicas de que algún hombre haya ocupado alguna de las tres islas antes de su descubrimiento por los europeos, a fines del siglo XVI.

Con una superficie de 150 kilómetros cuadrados, el terreno es predominantemente montañoso, con alturas máximas que alcanzan los 915 metros, y un relieve totalmente rodeado de acantilados, con la excepción de la bahía Cumberland, único sitio accesible para los barcos.

Crusoe, o mejor dicho Selkirk, tuvo la suerte de gozar de un clima templado todo el año, abundante agua y una selva tropical húmeda. Además, supo darse maña para conseguir peces y langostas con relativa facilidad. Y hasta se hizo de cabras, que habían sido introducidas por los españoles a fines del siglo XVI. Sus cuatro años de soledad los pasó relativamente bien, en una relativa armonía.

ARMANDO EL ROMPECABEZAS

Reconstruyendo la historia de Selkirk, los arqueólogos pudieron conocer cuáles eran sus conocimientos básicos y qué probables elementos tenía consigo cuando llegó a la isla.

Había nacido en 1676, en una pequeña ciudad escocesa llamada Lower Largo, y era el hijo menor de un zapatero. No formó parte de una familia feliz y fue su temperamento el que lo empujó al mar, donde pasó la mayor parte de su vida, hasta su muerte a bordo de “HSM Weymouth” en 1721.

Llegó a la isla que lleva su nombre como capitán del “Cinq Ports” –hecho que hasta el día de hoy se mantiene en duda–, una embarcación que había partido hacia el Océano Pacífico junto al “St. George”, comandado por William Dampier, autor del libro A New Voyage Round the World. Fuera o no el capitán del barco, Selkirk tenía gran interés y habilidad para la navegación, habilidad que no se pone en duda, pues sus instrumentos para la faena estaban entre sus más preciadas posesiones. Y luego de su rescate de la isla fue designado capitán de la nave española “Nuestra Señora de la Encarnación”.

Según parece, al llegar a la isla el “Cinq Ports” ya se había separado del “St. George”, y las relaciones entre Selkirk y su comandante eran malas, a punto tal que había sido degradado. Esto, sumado a que el escocés dudaba de las condiciones de la nave para regresar a través del largo viaje por el océano, lo llevó a permanecer en la isla, calculando que sólo iba a quedar allí unos meses y con la certeza de que no le faltarían provisiones para permanecer en el archipiélago.

Pero pasaron al fin cuatro años, hasta que en febrero de 1709 llegó un barco inglés al mando del capitán Woodes Rogers y lo rescató. En sus notas de viaje, Rogers cuenta que el hombre que hallaron tenía con él sus ropas, una cama, una pistola con algo de pólvora y balas, tabaco, un hacha, un cuchillo, un caldero, una Biblia, “algunas piezas prácticas”, sus instrumentos de navegación y algunos libros.

¿FICCIONES DE LA REALIDAD O REALIDAD DE LA FICCION?

Estos valiosos datos, sumados al abundante trabajo de búsqueda y las excavaciones que desarrollaron Takahashi y sus colegas, permitieron encontrar evidencias del muy probable lugar donde se levantaba el campamento de Selkirk. Las pruebas más convincentes fueron un par de brújulas, instrumentos que sólo podrían haber pertenecido a un capitán o navegante.

Los descubrimientos también brindan una visión bastante precisa de cómo podría haber vivido Selkirk durante su estancia en la isla. Aparentemente construyó dos refugios cercanos a una fuente de agua fresca y tenía acceso a un punto panorámico sobre la bahía desde donde podía ver los barcos que se aproximaban y definir si eran o no amigos. Recordemos que en esas épocas los mares eran sitios llenos de potenciales enemigos.

Relatos escritos poco después de su rescate lo describen disparando con su pistola a las cabras, comiendo su carne y utilizando las pieles para hacer vestimentas. También lo pintan entregado a la lectura de la Biblia y cantando salmos. Todo indica que allí, en esa isla, pasó los momentos más pacíficos y devotos de su agitada existencia de hombre de mar.

Por supuesto, la contribución de la novela de Defoe llegó al cine. No sólo se limita a las varias versiones llevadas a la pantalla, sino al hecho de que inauguró un subgénero cinematográfico dentro de los relatos de aventuras: el del náufrago en una isla desierta, cuya última y difundida versión es la que protagonizó Tom Hanks. Ficciones de la realidad o realidad de las ficciones, nunca lo sabremos.

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