domingo, 15 de febrero de 2009

William Faulkner



La profunda huella que dejó William Faulkner

Por: Mario Vargas Llosa

Sin la influencia de Faulkner no hubiera habido novela moderna en América Latina. Los mejores escritores lo leyeron y, como Carlos Fuentes y Juan Rulfo, Cortázar y Carpentier, Sabato y Roa Bastos, García Márquez y Onetti supieron sacar partido de sus enseñanzas, así como el propio Faulkner aprovechó la maestría técnica de James Joyce y las sutilezas de Henry James entre otros para construir su espléndida saga narrativa.

No siempre los escritores tienen conciencia clara del proceso de apropiación que llevan a cabo con ciertos autores y libros; en algunos casos, la tienen y asimilan las lecciones del maestro con toda lucidez, en tanto que en otros no, y se sorprenden cuando los críticos señalan en su obra huellas de esos modelos.

Onetti fue siempre muy consciente de su deuda con Faulkner, un autor cuya foto tuvo muchos años junto a su mesa de trabajo y sobre el que escribió varias veces, al que se refirió en muchas entrevistas y al que siguió releyendo toda su vida. Nunca disminuyó la admiración que profesaba a ese escritor del Sur Profundo, del que sabía y refería anécdotas y chismes de su biografía con cariño filial (aunque Faulkner fuera sólo dieciséis años mayor que él). Alguna vez dijo –el máximo elogio que haría de otro escritor–: "Con Faulkner y su novela 'Absalón, Absalón' me pasó algo extraordinario: la consideré tan buena que tuve días en los que me pareció inútil seguir escribiendo".
Onetti contó que descubrió a Faulkner en Buenos Aires: "Una tarde, al salir de la oficina donde trabajaba, pasé por una librería y compré el último número de Sur, revista fundada y mantenida por Victoria Ocampo (...). Vuelvo atrás, recuerdo que abrí el ejemplar en la calle, encontré por primera vez en mi vida el nombre de William Faulkner. Había una presentación del escritor desconocido y un cuento mal traducido al castellano. Comencé a leerlo y seguí caminando, fuera del mundo de peatones y automóviles, hasta que decidí meterme en un café para terminar el cuento, felizmente olvidado de quienes me estaban esperando. Volví a leerlo y el embrujo aumentó. Aumentó, y todos los críticos coinciden en que aún dura". Este fue uno de los encuentros más fecundos en la historia de la literatura en lengua española.

Onetti contó también que tradujo al español "para mi placer y sin cobrar nada" el cuento de Faulkner "Todos los pilotos muertos", una versión que no sé si llegó a publicarse (en todo caso no he podido dar con ella). En los artículos y notas periodísticas, así como en las entrevistas en que habló de Faulkner, reveló siempre un conocimiento profundo y detallado de sus libros, personajes y temas, y, por las críticas y burlas que deslizó sobre los errores de la traducción al español de sus novelas, mostró que lo había leído, releído y cotejado en distintos idiomas –inglés, español y francés– y que tenía siempre frescas en la memoria las pocas entrevistas en las que Faulkner se dignó a hablar de su vida.


*Extracto de El viaje a la ficción

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