sábado, 18 de julio de 2009

Jeff Koons: del sexo con la Cicciolina a obras infantiles como mensaje a su hijo




















JEFF KOONS durante su presentación ante la prensa de su serie Popeye que permanecerá en la Serpentine Gallery de Londres hasta mediados de setiembre.



JEFF E ILONA. Una de las obras de la serie Made in Heaven con la Cicciolina, que terminó en matrimonio.




Entrevista con uno de los artistas más exitosos de la época. Para él, la belleza es "una vagina". Jeff Koons trata de contactar a través de sus obras a un hijo al que no puede ver.

Por: Jonathan Jones


Corre 1988. Michael Jackson está sentado, rodeado de flores doradas, vestido con ropas doradas, y abraza a su mascota, un chimpnacé de nombre Bubbles. Los espectadores, desconcertados y boquiabiertos, caminan a su alrededor. No saben si hay que reírse, si hay que horrorizarse o si simplemente hay que admirar un inocente homenaje al genio.

Esta escultura de porcelana creada por Jeff Koons formaba parte de una serie que convirtió al artista (por entonces sólo conocido por otros artistas) en una celebridad. La serie, llamada Banalidad, lo elevó a la fama que había perseguido durante casi toda la década de los ochenta. Koons se mudó de Pennsylvania a Nueva York, donde se ganó la vida con actividades diversas, entre otras la de vendedor. Mientras tanto, presentaba una muestra de sus obras, que eran aspiradoras hogareñas colocadas en vitrinas iluminadas.

En una fotografía para promover la exposición, se ve a un Koons joven posando con aire aniñado, tiza en mano y con una beatífica sonrisa. En la pizarra había escrito "Explota a las masas" (Exploit the masses) y "La Banalidad como salvadora" (Banality as saviour). Las otras obras incluían Recibiendo a la Banalidad (Ushering in Banality), una talla en madera, donde aparecen un grupo de dos ángeles y un chico vestido como rastreador de caza, que lleva un cerdo sujeto con una cinta roja alrededor del cuello; una figura de porcelana de la obra de Leonardo da Vinci Juan el Bautista, donde el bautizado es un chancho; y una estatua de dos gesticulantes idiotas que cuidan una fila de perritos azules.

El arte de Jeff Koons crea un mundo que existe más allá del gusto. El artista les restriega por las narices los artefactos culturales menos respetables a personas que han aprendido a pensar que el arte trata de lo bueno, lo verdadero y lo elevado. Dos décadas después de Banalidad, me encuentro con él en la Serpentine Gallery de Londres. Es la víspera de la inauguración de su exposición. Popeye Series (Serie de Popeye), cuyas estrellas son el famoso marinero devorador de espinaca y una langosta inflable. El rey del kitsch está más rey que nunca. En el año 2009 Koons es un mega-artista, un artista triunfador en los negocios, que sólo puede ser comparado con su amigo Damien Hirst. "Siempre he sentido una gran afinidad con gente como Damien, los Chapman, Sarah Lucas", dice. Lo que no es sorprendente, ya que todos están visiblemente influenciados por su obra.

Koons tiene más de 100 empleados en su estudio neoyorquino; y antes de que los mercados colapsaran, vendía una obra por más de 20 millones de dólares. En sus últimas ventas esa cifra se ha reducido a la mitad, pero él no parece estar demasiado preocupado; y con razón, porque a los 54 años de edad –a pesar de los insultos que le prodigan los críticos– es tratado por el público y los museos con un respeto cada vez mayor, y hasta con reverencia. Solamente en 2008 tuvo una retrospectiva en el Art Institute de Chicago; una gran muestra en la Isla de los Museos de Berlín; y una presentación en el Palacio de Versalles. Además, la Modern Tate Gallery ha abierto una gran sala con sus obras, que forman parte de la nueva colección nacional donada por su ex representante, Anthony d'Offray. "Creo que Anthony hizo algo realmente muy generoso".

Pero su ascenso no fue tan suave y rápido como podría parecer a juzgar por el lujoso edificio de su empresa y productora. Después de Banalidad, el artista se detuvo y se preguntó qué hacer después.

"Tenía la impresión de que mi muestra Banalidad me había convertido en una estrella del mundo del arte –dice Koons–. Entonces pensé agregar una estrellita más en mi hombro, convirtiéndome en una estrella del cine. Pero, ¿cuál es la manera más fácil de empezar a hacer cine? Hacer, por ejemplo, una película porno. Ok, me dije, empezaré esta nueva carrera protagonizando un filme, y lo haré junto con la mujer que he visto en esta revista, esa tal Cicciolina".

"La Cicciolina" es el nombre artístico de una estrella porno húngara, llamada Ilona Staller, que se hizo famosa en Italia en los años ochenta y noventa y después ganó una banca en el Congreso, luego de lo cual fundó un partido propio: el Partido del Amor. Sin embargo, cuando Koons vio su fotografía en un diario, no fue su personalidad política lo que le atrajo. Inmediatamente la convirtió en una escultura: una mujer tendida en un baño de burbujas, admirada por un cerdo y dos pingüinos.

Pero Staller y Koons nunca hicieron un filme porno. Lo que surgió de su encuentro fue una serie de esculturas y fotografías donde aparecen ambos teniendo sexo en muchas posiciones, en escenarios diversos y con diversos atuendos.

La serie se llamó Made in Heaven y, en mi opinión, fue su obra maestra. Fue, declara Koons, una obra sobre la idea de "eliminar la vergüenza y el sentimiento de culpa. Yo vi en Florencia el cuadro de Masaccio –una representación de Adán y Eva siendo expulsados del paraíso; está en la Capilla Brancacci– y me sentí muy conmovido. Uno ve claramente la culpa y la vergüenza que sienten Adán y Eva". Entonces, según confiesa, quiso crear la respuesta a ese cuadro: "Un conjunto de mi obra que se situara después de la caída del primer hombre y la primera mujer. Pero toda aquella culpa y aquella vergüenza fueron suprimidas".

Para crear Made in Heaven tomó en préstamo todos los adornos y las galas del arte de la Cicciolina. "La contraté y además usé su fotógrafo, el mismo lugar donde ellos desarrollaron el filme. Yo quería que ella se pusiera la misma ropa, que el telón de fondo fuera el mismo, porque todo formaba un conjunto", cuenta.

Koons está fascinado por el sexo, que interviene constantemente en nuestra conversación: por ejemplo, cuando hablamos sobre la belleza. "Si pienso en la palabra belleza, pienso en una vagina –replica–. Yo, personalmente, pienso en algo vaginal. Eso es lo que viene a mi mente, o tal vez la escultura de Praxiteles, el culo". El culo al que se refiere es el de la Venus de Knidos, tallada por el escultor de la Antigüedad griega Praxiteles, que fue exhibida en un templo donde los peregrinos podían contemplar a la diosa del amor desde todos los ángulos. Los cronistas clásicos cuentan que los contempladores más entusiastas ensuciaban la estatua de mármol con sus eyaculaciones. Y eso nos da una clave de por qué, como artista, es tan afecto al sexo. El erotismo ha sido siempre el territorio por excelencia donde los elevados ideales son traicionados por los impulsos físicos básicos: un territorio donde lo bello se torna banal. Esa fue la razón por la que Koons sintió que tenía sentido explorar la pornografía como arte: porque cuando nos mueve la lujuria, todos somos Jeff Koons.

Sin embargo, la Cicciolina no era el objeto listo-para-usar por el que Koons había pagado por adelantado. Al principio fue una gloria, un éxtasis. Se casaron. Y sus amores, representados en Made in Heaven, dieron fruto. Pero en diciembre de 1994, después del nacimiento de su hijo Ludwig, se divorciaron. Cuando le pregunto si cree que el público entiende las imágenes de Made in Heaven, su respuesta es chocante.

"Yo no creo que la gente las vea muy a menudo, porque yo he destruido muchas de las obras. Yo me encontraba en situación de luchar por la custodia de mi hijo e Ilona trataba de rebajar la obra hasta un nivel en el que no se la contemplara como obra de arte sino como pornografía, así que puse punto final a todo eso destruyendo la mayor parte de las obras". En otras palabras, Staller estaba promocionando las obras como parte de su propia imagen y de su propia obra, lo que no es en absoluto sorprendente, dado que esas obras eran tanto pornográficas como artísticas, diga lo que él diga.

Pero aun así, está orgulloso de algunas de las obras de Made in Heaven. "Creo que Ilona's Asshole es una obra maravillosa. Expresa realmente la aceptación del yo y la
confianza en uno mismo al exhibir los genitales o mostrar el agujero del culo".

En 1997 el crítico de arte Robert Hughes pronunció una suerte de epitafio insultante sobre la carrera de Koons. Lo hizo en su libro American Visions, donde dice: "Fue la última estrella del arte fabricada por el mecanismo de Manhattan", es decir, "fue un oportunista ingenuo; sus esculturas pseudo barrocas son un intento calculado y obvio de manipular a los coleccionistas por medio de su deseo de ser desafiados". Uno casi podría pensar que "Koons se había sugestionado a sí mismo hasta convencerse de que era un Bernini de nuestra época. ¿O sería sólo una pose? Por ahora, eso importa poco".

Y en realidad importaba poco, porque en los años posteriores a la exhibición de los momentos más íntimos de su breve matrimonio, Koons desapareció de escena. Cuando el matrimonio fracasó, él se involucró en una feroz batalla por la custodia de su hijo. A los ojos de los detractores –porque Robert Hughes no es el único– Koons es un poseur, un farsante, un estéril fabricante de kitsch barato y cruel. Pero a mí no me parece que retratar la propia vida amorosa con detalles gráficos y después ser humillado por el colapso de la relación de la que uno se jactó, sea exactamente la obra de un consumado manipulador, ni tampoco un fraude frío y deliberado.

Arte para el hijo lejano

Koons nunca renunció a la idea de que podría recuperar a Ludwig. Ese alejamiento de su hijo ahora adolescente ha llegado a formar parte del sentido de su arte. Estaba en un agujero y siguió cavando. ¿Cómo? Pues haciendo arte sobre su dolor.

Cuando nació su hijo, Koons empezó a interesarse por las formas y los colores simples de los primeros juguetes del bebé. Se dedicó entonces a hacer un arte con el que un niño pequeño pudiera relacionarse. Pero después los acontecimientos cambiaron el significado de las esculturas que planificaba. En su imaginación se convirtieron en una manera de llegar al niño a quien no podía ver. "Trataba de hacer arte que mi hijo pudiera mirar en el futuro, y pensaba que podría darse cuenta de que yo pensaba mucho en él en esa época (...) y pensaba también que tal vez él mirara y dijera mi papá piensa en mí; pero además pretendía incorporar en estas cosas algo que es más grande que todos nosotros".

En 1992 Koons empezó a trabajar en la serie llamada Celebration Series. Su plan era crear colosales reproducciones de huevos de pascua, sombreros de cumpleaños, corazones del Día de San Valentín, globos con forma de animales y otras imágenes "celebratorias", todas en metal de brillantes colores. Resultó que la obra sería enormemente cara, y su crisis conyugal lo perjudicaba. "Atravesé el divorcio, el juicio por la tenencia de Ludwig (...) era demasiado caro realizar esa obra y llevó más tiempo del calculado, de modo que las obras fueron colocadas por cifras menores que su costo de producción".

Le pregunto cuál era el significado emocional de aquellas obras. "La escultura Party Hat (Sombrero de Cumpleaños) fue el pequeño sombrero que hice para el cumpleaños de mi hijo, justo un día antes de que mi ex esposa se lo llevara de mi lado".

Finalmente la Celebration Series fue terminada y, en 2000, cuando empezó a ser mostrada en museos de todo el mundo, su reputación se renovó y se profundizó, al menos con quienes estaban dispuestos a darle una oportunidad. Cuando uno observa la bruñida superficie azul de su Cracked Egg, las imágenes del propio rostro y de los rostros de otras personas que por allí circulan flotan en un espejo de metal seductor pero pulido de una manera misteriosa y hasta horripilante; algo que era perfecto ha sido roto, y parte de la cáscara yace en el suelo. Estas obras tienen un cierto poder fantástico que supera con creces la convicción de Koons de ser un artista celebratorio. Son lamentos alegres, espejos rotos de un mundo que pierde contacto con sus seres queridos.

Koons, el hombre que se enamoró de su propia mujer "lista para usar", tiene un obsesivo mensaje emocional para todos nosotros: "Los objetos inanimados son fantásticos, pero son sólo objetos inanimados e imágenes externalizadas", como puntualiza después de haber pasado años fabricando monumentos a lo infantil, en su intento de conectarse con un niño lejano. Lo único que importa tanto en el arte como en la vida es "la verdadera interacción humana".


Una búsqueda imposible

Koons está constantemente estirando, retorciendo, amplificando y reconfigurando lo común y corriente, para convertirlo en algo extraño. Tiene una gran intuición para la forma y –como su ídolo Salvador Dalí– la ve a través de un filtro hipersexual. Le muestro una foto de Lips, un cuadro fantásticamente energético que creó en 2000, en el que los labios y un ojo danzan en el aire junto con amarillos trozos de maíz tierno. "Para mí ese maíz es una referencia a Dalí, porque a él siempre le gustó mucho el maíz (...) pero si uno pone dos granos juntos, tiene inmediatamente un culo". Habló el escultor.

Jeff Koons no es un artista de suave brillo prefabricado sino de cortantes contradicciones. Por una parte, quiere experimentar un mundo de inocente gratificación infantil, de juguetes y sombreros de cumpleaños, y se deleita en hablarme de su segundo matrimonio, seis hijos en total, y dos nietos de su hija mayor, Shannon, de 34 años. Y por la otra, es un hombre cuya vida cambió por haberse casado con una estrella porno y por la negativa de ella a seguir siendo su objeto artístico viviente.

Koons es un relato de las exigencias americanas: está resuelto a ser complacido como un niño y a la vez está ansioso por ser saciado como un adulto. La Popeye Series es una continuación de esta búsqueda imposible. Está dedicada a mostrar una serie de obras basadas alrededor de esculturas de metal de juguetes inflables. Hay delfines inflables, langostas marinas inflables, todos objetos convertidos en metal. La langosta es un homenaje al teléfono-langosta de Dalí. Me dice que él se identifica con el lema de Popeye: "I yam what I yam".

Jeff Koons es un artista valiente y original. Su arte pone en evidencia la extrañeza de sus materiales, sus temas, su hacedor y su público. Insiste en afirmar en que en lo que él hace no hay ironía alguna. Cuando ya no esté, esta negación será olvidada y seguramente será aclamado como un espíritu satírico. Koons dice que su arte trata de la liberación y la aceptación y la adhesión a lo más corriente, a lo que en inglés se llama lo "mainstream". ¿Será acaso también una perturbadora imagen del mundo moderno? "Yo realmente no creo en los juicios; eso podría ser como mirar los sistemas políticos, las jerarquías sociales, todas esas áreas".

La misma noche después de nuestra entrevista fue anunciada la muerte de Michael Jackson. Al día siguiente le pido un comentario al escultor de Michael Jackson con su mascota Bubbles. "Hemos perdido a un gran artista". Pero miremos la obra: con su rostro blanco y abrazado a su chimpancé, Jackson no ha sido retratado como el cantante y bailarín que al parecer todos queremos recordar, sino como un ícono de lo banal. Tal vez Jeff Koona sea un moralista en secreto. Tal vez sea un gran artista y tal vez sea un gran síntoma. Sea él lo que fuere, tiene una gran percepción para las patologías de nuestra época.

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