viernes, 20 de marzo de 2009

Algunas de las interminables leyendas urbanas alrededor de la comida.


Un caso que salió en los diarios de Estados Unidos en 1985 acusaba a un cocinero seropositivo de haber tirado un frasco de su sangre en una olla de salsa, al ser despedido del restaurante.


Algunas de las interminables leyendas urbanas alrededor de la comida.

El mito Gilchrist

La leyenda nacional y popular del efecto de tomar vino luego de comer sandía tiene un eco norteamericano en la idea de que tomar una gaseosa después de comer caramelos efervescentes te hace explotar el estómago. La historia surgió en 1974, cuando se lanzaron los Pop Rocks con un comercial en que unos chicos más grandes se lo convidaban a su hermanito de tres años. En menos de un año circulaba la leyenda de que el actor infantil, John Gilchrist, había muerto al hacer la combinación mortal. Los fabricantes del caramelo, General Foods, se cansaron de publicar avisos jurando que todo era falso, pero en 1980 retiró el producto del mercado. Curiosamente lo volvió a vender cuando Gilchrist volvió a aparecer en las pantallas en una serie.

La dieta Dolly

Mucho más famosa, Dolly Parton generó una leyenda urbana que circula por todo el mundo, aunque la distancia hizo que se perdiera la referencia a la famosa cantante norteamericana. Resulta que en 1980, Parton relanzó su carrera y apareció mucho más flaca de lo habitual en una película. Por razones incomprensibles, se armó una cadena de cartas explicando que la cantante había descubierto una dieta infalible y muy agradable, que consistía en comer cantidades libres de un alimento por día, pero sólo de uno, sin mezclar. Cada día, a lo largo de una semana, se comía hasta hartarse un alimento, para reanudar el ciclo en el octavo día.

La mosca y la sopa

La epidemia de sida de comienzos de los ‘80 energizó una variante paranoide de leyendas urbanas: la de la comida deliberadamente contaminada por cocineros enojados. Un caso que salió hasta en los diarios de Estados Unidos en 1985 acusaba a un cocinero seropositivo de haber tirado un frasco de su sangre en una olla de salsa, al ser despedido del restaurante. La noticia tuvo que ser desmentida y es apenas una variante particularmente prejuiciosa de una larga serie de acusaciones a minorías étnicas o empleados discutidores que, en el mundo de las leyendas, regularmente ponen raticida, vidrio molido o insectos en todo tipo de alimentos.

La Triple K

En la misma línea, una consistente leyenda urbana afirma que el Ku Klux Klan compra cadenas de restaurantes para poner en la comida sustancias que esterilizan sólo a los negros. A fines de los ‘90, la versión se había extendido a una marca de zapatillas y los jugos Tropical Fantasy. McDonald’s sigue desmintiendo, ya en todos los idiomas del orbe, que sus hamburguesas no contienen carne de gusano; o de canguro, en Australia.

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