martes, 10 de marzo de 2009

CARLOS SORIN: NUEVO FILM

Carlos Sorín: una música de cámara y del alma sobre la despedida

El nuevo film del realizador argentino narra una historia sencilla, con elementos autorreferenciales, sobre los últimos días de un octogenario que se reencuentra con su hijo pianista después de muchos

Carlos Sorín: una música de cámara y del alma sobre la despedida Foto: Andrea Knight

Por Claudio D. Minghetti

PINAMAR.- Un octogenario que apenas puede levantarse de la cama observa cómo amanece y anochece cada día, desde su habitación, en la casa ubicada en el casco de su quinta. Acaba de tener una recaída, dice el médico, producto de su tozudez. Sabe que son pocos los días por venir y aguarda, con mucha ansiedad, la llegada de su hijo, pianista de renombre en Europa, que vendrá a reencontrarse con él a muchos años de su partida.

Para la bienvenida, este hombre que balbucea ideas y que muestra iguales mañas que muchos otros hombres o mujeres de su edad, ordena a su ama de llaves afinar el piano familiar, prepararle su mejor traje para recibir a su hijo con la prolijidad que merece el acontecimiento y ubicar una vieja botella de champagne que ha guardado durante décadas, para una ocasión muy especial.

Así comienza La ventana, la última película de Carlos Sorín, premiada por la Fipresci en el Festival de Valladolid, presentada el año último en el Festival de Toronto y vista anteayer a sala repleta y con ovación del público en Pantalla Pinamar, que este jueves estrenará Distribution Company.

A los 64 años, el cineasta recordado por aquella sorpresa que resultó para el cine nacional La película del rey y tras un largo paréntesis -de más de una década- en el que se dedicó al cine publicitario, esa pequeña colección de obras entrañables en las que recurrió, muchas veces, a actores por intuición - Historias mínimas, El perro y El camino de San Diego -, vistas y premiadas en todo el mundo, pensó esta obra "de cámara" hace mucho tiempo. En realidad, y por varios motivos, es la que le toca más de cerca.

Para su historia, Sorín necesitaba un actor con algunas características muy particulares. Y esta vez se dejó llevar por la propuesta de su productor asociado, el español José María Morales. A los 85 años, el montevideano Gualberto José Antonio Rodríguez Larreta Ferreira, mejor conocido como Taco Larreta, según le explicó Morales, daba con el phy sique du rôle de este personaje que quiere despedirse de su hijo, brindando con un viejo botellón de champagne guardado hace muchos, muchos años.

Muy joven, Larreta se inició como actor e impulsor del teatro independiente uruguayo hasta convertirse en una de las grandes personalidades de la cultura de se país. Periodista; guionista de TV y cine; cineasta; director teatral; crítico de cine y teatro (en El País , desde 1948 hasta 1959, y en Marcha , desde 1963 a 1966), fue el elegido. Junto a él se mueven Arturo Goetz, Luis Luque, Jorge Diez y la debutante en cine Carla Peterson.

Video: Carlos Sorín, en primera persona

Una historia mínima

Varios temas relacionados con el mismo Sorín -la reciente muerte de su padre, violonchelista; la importancia de la música en su familia; su hijo Nicolás, pianista y compositor de la música incidental del film-, y de su actor vinculado a las letras aparecen como figura central.

-¿Un cambio de puesta?

-El cambio fue consciente y voluntario. Salía de esa especie de simulacro documental donde había una acción que sucedía con no actores que no sabían de qué se trataba y yo salía con dos cámaras tratando de registrar todo, para luego editarlo y conseguir que apareciera el personaje. El azar intervenía continuamente en el rodaje. Ahora pasé a esto, que no es aleatorio; hay una puesta en la que lo único aleatorio puede ser la actuación.

-¿Cómo fue trabajar con Larreta?

-Al principio, empezó a componer el personaje en forma exageradamente teatral, y cuando empecé a bajarle énfasis, se puso muy mal. El primer día de rodaje se quiso ir, pero la asistente lo frenó. El segundo, hizo las valijas diciéndome: "No soy el actor que vos necesitás". Pero seguimos unos días más y, cuando empezó a ver el material, cambió de opinión. Estaba su cara, su fragilidad, su mirada, su voz, pero no la actuación. De algún modo trabajé con él como si fuese un no actor.

-Cuando la película se vio en Toronto, se la comparó con cierta literatura rusa.

-Chejov es mi pasión constante, desde la adolescencia. En Chejov, con el soporte del humor siempre está la precariedad, y en algo tiene que ver el origen de esta idea. Si me gusta Chejov, me gusta Raymond Carver, ese cuento en Tres rosas amarillas en el que narra los últimos minutos de la vida de Chéjov, el champagne, la despedida, el médico alemán, y acá también. No la historia, sino su espíritu. Es una película acerca de la despedida.

-¿Es tu film más minimalista?

-Pensé que la narración debía tener lo mínimo indispensable: cuanto menos historia, más funciona el cine. Traté de que el plot fuera casi inexistente. Lamentablemente, el cine es narrativo. Sobre esa pequeña narración, montar todo lo cinematográfico: la espera, el tiempo, el sonido, la luz. El libro tenía 30 hojas, cuando generalmente nunca hago menos de 100. Estaba convencido de que iba a crecer en el mismo rodaje.

- ¿Fue un rodaje menos complicado?

-El menos caótico. Al no ser una road movie , pude concentrar todo en una casa, en una hectárea, durante casi seis semanas. Es el rodaje que me dio más tiempo para pensar. Fue un gran placer.

-¿Por qué ese lugar?

-En principio, se iba a llamar Agua que brilla , porque iba a ser filmada en los esteros del Iberá, en Corrientes. Pero quince días antes del rodaje se declaró emergencia por fiebre amarilla y con Larreta no podíamos correr riesgos. Así apareció la casa en medio del campo.

-¿Un accidente con suerte?

-Sí. La casa bonaerense casi en el límite con Río Negro es todo un hallazgo; bien al Sur y de una aristocracia venida a menos, mucho más apropiada que el escenario del Litoral.

-Eso aumenta la diferencia estética con tus dos últimas películas...

-Totalmente. Aquellas fueron filmadas casi como falsos documentales en medio del caos y, en ésta, la imagen debía ser muy cuidada, muy limpia.

-¿Qué autorreferencias tiene esta historia?

-Mi primera película fue totalmente autorreferencial. Aquí hay una doble: la de la relación con mi papá, que fue estándar, aunque un poco lejana, y después que muere, empiezan a funcionar las culpas y todas esas cosas que ocurren cuando los viejos se van. Y también la relación con mi hijo, que por momentos es muy competitiva. Son cosas que siento muy propias. En casa, el piano siempre fue un elemento sagrado. Su mecánica me fascina. Es más: el piano que usamos en el rodaje se lo regalé a Nicolás. La música me vinculó con mi viejo y con mi hijo. Me gustó la idea de que la película fuese una melodía, como la del afinador, que nunca se termina de tocar. Me gusta que queden cosas flotando y que el espectador pueda seguir pensando en ellas.

Adiós a Ringo, el proyecto que no será

  • Carlos Sorín dice que se despidió del proyecto relacionado con Ringo Bonavena, que debió haber comenzado a filmar en octubre de 2008. "Si bien era un proyecto por encargo, muy ambicioso, me habían dado mucha libertad para trabajar el guión." El cineasta descarta la posibilidad de que el proyecto vuelva a ponerse en marcha. En la actualidad, Sorín prepara el guión de su próxima película, totalmente propia. "Una pena -reflexiona-, sobre todo por Rodrigo de la Serna, que dedicó todo el año a entrenarse para un personaje que no fue."

Video: los protagonistas de la gala de Pantalla Pinamar

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