martes, 10 de marzo de 2009

ANNA MAGNANI: AUTENTICIDAD



Anna Magnani o el arte de la autenticidad

Por Fernando López


Se despidió del cine hace 37 años en Roma , de Fellini, unos pocos fotogramas que la pintaban de cuerpo entero. Anna Magnani volvía a su casa, donde la sorprendían la cámara y la labia desatada del cineasta, que la declaraba símbolo de la ciudad y la llamaba loba y vestal, mientras ella lo miraba con risueños ojos incrédulos y trataba de interrumpirlo: "¿Qué soy yo?". Después, fruncía algo el ceño, y le aconsejaba: "Andá a dormir, Federico". Fue su última imagen (murió meses después): la de la antidiva por excelencia, artista de personalidad fuerte y autenticidad a toda prueba.

"Miraba de lleno a los ojos de cualquiera que tuviese delante; jamás oí una palabra falsa de sus labios", contaba su amigo Tennessee Williams, autor del personaje que le dio el Oscar ( La rosa tatuada ). En sus Memorias, la define como "la mujer menos convencional que he conocido". Esa autenticidad, más su portentosa intuición, su gran talento y su entrega total a cada criatura que encarnaba, ya habían impresionado a Rossellini cuando la vio caer muerta en la ficción de Roma, ciudad abierta tan olvidada de sí misma que se lastimó las rodillas al caer sobre el pavimento. Y también a Visconti, que adjudicaba a la genial intuición de Anna la potencia dramática del final de Bellissima . Mucho antes, la autenticidad de ese verdadero fenómeno de la naturaleza había sido descubierta por los espectadores romanos de teatro, y, años después, encandilaría a un Hollywood poco acostumbrado a la expresión desnuda de seres reales como los que ella asumía a cara lavada, sin artificios.

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En casi todos sus trabajos para el cine es posible apreciar hallazgos expresivos que en ella surgían naturalmente, a fuerza de meterse en la verdad de cada personaje. En los films más famosos, como los citados y Mamma Roma , de Pasolini; en los que primero expusieron su ductilidad, como Teresa Venerdi , de Vittorio De Sica, o los que vinieron después de Roma, ciudad abierta : de La honorable Angelina a El hombre en la piel de víbora . Pero ni la mención de los papeles que creó (en cine, teatro o en TV) ni la más detallada biografía podría dar una idea cabal de su dimensión como artista.

Acaban de cumplirse -el sábado- 101 años de su nacimiento en Roma. No son números redondos, pero siempre es hora de hablar de Anna Magnani. Porque fue única y porque no habrá reemplazo.

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