martes, 10 de marzo de 2009

ELENA ROGER: "Nadie gana nada solo"

Elena Roger: "Nadie gana nada solo"


Recién llegada a su departamento londinense con el Laurence Olivier a la Mejor Actriz de Musical por su labor en "Piaf", habló . La obra la hará aquí, a mediados de año, en el Liceo. Una noche memorable.

Elena Roger en la piel de Evita haciendo "No llores por mí, Argentina".
Siento que lo que pasa es algo muy loco. Siempre había admirado el teatro inglés y me fascinaba ir a ver obras cuando venía a Londres. Y ahora que lo pienso, haber llegado a esto, en sólo tres años, es como raro". Son las dos y media de la mañana en Londres, y dos horas menos en Buenos Aires. Hace apenas unos minutos que Elena Roger regresó a su departamento del norte londinense, con el Laurence Olivier a la Mejor Actriz de Musical temporada 2009 en la cartera.
Después de cuatro horas de ceremonia en la Grosvenor House, y de un festejo no muy prolongado, a través de la línea telefónica, su voz sugiere una mezcla de gran alegría con una especie de confusión. Y uno puede suponer que un collage de imágenes en movimiento proyectan en su cabeza los últimos años de su vida, mientras intenta reconstruirlos en un relato tan ordenado como le resulta posible.
Atrás quedaron seis meses de actuaciones en el Donmar Warehouse primero, y en el Vaudeville Theatre después. Durante ese medio año, Roger se metió en la piel de Edith Piaf, y fue su voz, ocho veces por semana. Un ritmo que a Roger no le costó tanto sostener.
"Yo siempre ensayé mucho cuando trabajaba en Buenos Aires. Lo nuevo, aquí, es hacerse a la idea de las ocho funciones semanales, lo que implicó, para mí, cuidarme mucho para rendir bien esa hora y media sobre el escenario. Y para no faltar, porque la promoción estaba muy basada en mi imagen", explica.
Y también quedan guardados en la memoria de la cantante sus primeros días en la ciudad, dónde le alquila un cuarto a Ana Moll. "Ella fue quien le llenó la cabeza a toda la producción de Evita, de Lloyd Webber para abajo, de que me tenían que dar la posibilidad de audicionar", admite Elena Roger, agradecida. Y agrega: "Me ayudó muchísimo. Es como parte de mi familia. Mi amiga. Mi hermana".
Por eso, quizás, cuando habla del significado del premio, el más importante de la escena teatral británica, creado en 1976, lo hace en plural. "Para nosotras fue como cerrar un ciclo que se inició cuando por primera vez nos sentamos a tomar unos mates, y comenzamos a darnos cuenta de que teníamos mucho en común", explica.
Por eso, también, fue con quien saltó y se abrazó, el domingo a la noche, cuando anunciaron su nombre en la premiación, tras una cena de lo más paqueta, en medio de la primerísima división del teatro inglés. "Me parecía que no iba a ganar", confiesa unas horas después, antes de excusarse: "Subí, y me sentí como bloqueada, sin saber qué decir. No nombré a Michael Grandage (director del Donmar West End), ni a Jamie Lloyd (director de la puesta). La verdad es que nombré a quien pude", confiesa, entre risas.
"Después -continúa la narración-, me llevaron a hacer fotos y entrevistas al backstage, donde me crucé con tipos como Kevin Spacey, Kevin McNally, Brian May, gente a la que admiro, con quienes estaba compartiendo el mismo espacio". Y de nuevo aparece esa sensación inicial de que todo parece "muy loco".
Y la idea de que el logro es como una recompensa por esta nominación, y por la que tuvo por su protagónico en Evita, en 2007.

¿Sentís que en aquella ocasión pagaste cierto derecho de piso?
Todos sabemos que hay que pagarlo. Como también sabemos que en el momento de evaluar no sólo se pone en la balanza la actuación, sino también, a veces, algunas cuestiones políticas. Pero, la chica que lo ganó era muy buena, y lo merecía. Además, si lo hubiera ganado, quizá no hubiese hecho mucho más en Londres.

¿Eso fue lo que te llevó a seguir en el circuito?
Eso, y las ganas de aprender, de conocer nuevos grupos de gente, de mejorar con el idioma.

¿Existen puntos en común entre los papeles de Evita y Piaf?
Los dos son roles muy fuertes. Sólo que en Evita cantaba y bailaba. En Piaf, que es una obra más oscura, hay mucha más actuación, hay que hablar en inglés y en francés, está la película de por medio. Y, además, están las canciones cantadas por ella misma como referencia. En cambio, Evita no cantaba. Yo siento que tuve que poner más trabajo de mi parte.
En Buenos Aires la noche ya es madrugada, y desde el otro lado del Atlántico, Roger comienza a despedirse y vuelve a recordar su origen. "A mí me formó mi país. Mis padres, que son de allí. Y yo siento que este no es un premio para mí sola. Nadie gana nada solo", dice. Y, enseguida, antes de despedirse, piensa en voz alta: "Laurence Olivier, el teatro inglés, todo Shakespeare. ¡Uauh! Nunca me hubiera imaginado que iba a ser parte de esto".

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