“Thrillers” sobrenaturales
Uno de los primeros libros que planteó una ficción con misterios sobrenaturales, enigmas y conspiraciones y que utiliza el marco general de la novela de intrigas fue El código Da Vinci, de Dan Brown. En la novela, Jacques Sauniére, Gran Maestre de una sociedad secreta, antes de morir le comunica a su nieta Sophie una enigmática clave con las bases de un conocimiento secreto que cambiaría la historia del mundo y en el que estarían involucrados, entre otros, los nombres de Newton y Leonardo Da Vinci.
Dan Brown se encontró rápidamente con posturas adversas, principalmente en el ámbito religioso, ya que la novela increpa a la Iglesia Católica a través de la indagación que realiza sobre la vida sexual de Jesucristo y su relación con María Magdalena.
El libro superó los 30 millones de ejemplares vendidos y, como todo best seller polémico, vino con juicio incorporado. El ruido alcanzó tal magnitud que es posible sospechar hasta qué punto esos efectos y derivaciones posteriores no forman parte de otra “ficción”, más general y abarcadora, cuyos protagonistas directos o indirectos son muchos más de lo que nos pueden hacer suponer la novela y su autor, y cuyo motor es la astucia empresarial –poco casual y, sobre todo, poco sobrenatural– que permite transformar el conflicto en una mayor fuente de ingresos.
No en vano, a El código Da Vinci le siguió una serie de libros subsidiarios que analizan y dan pistas para comprender lo que en la novela habría quedado informulado o esbozado con trazos zigzagueantes y poco claros. Un curioso caso de “delirio interpretativo” que pretende sugerir todas las conexiones y asociaciones posibles, como si Dan Brown fuese una especie de pensamiento que se piensa a sí mismo y, de paso, piensa la historia del mundo pero sólo entrega su saber de manera cifrada.
Sin embargo, no todo es ambición, escándalo y marketing, ya que a la novela de Brown le siguieron otras que, con perfil más bajo, se inscriben en la misma tendencia y confirman la aparición de un género: el thriller sobrenatural. Un conjunto de novelas que presentan una trama desarrollada bajo una prosa rápida e informativa y en la que sus personajes principales atesoran –por propio mérito o por transmisión de otros– un saber oculto que, una vez desatado el conflicto, puede salir a la luz y hacer evidentes los intereses de personas e instituciones poderosas e influyentes.
Uno de esos títulos es La ecuación de Dante, de Jane Jensen. Narra las indagaciones del rabino Aharon Handalman, quien descubre misteriosamente en la Torá el nombre de otro rabino, Yosf Kobinski, que habría escrito una obra fundamental para la comprensión de la humanidad. A partir de este descubrimiento, un grupo de personas se propone reconstruir su itinerario.
Otra incursión es la que hizo Javier Sierra en La cena secreta, donde narra una serie de episodios misteriosos que se producen en 1497 en la corte de Alejandro VI, cuando reciben una serie de cartas anónimas que revelan lo siguiente: en La última cena, Da Vinci no sólo no habría pintado a los 12 apóstoles tal como responde sino que, además, él mismo se habría retratado en la obra. Para zanjar estas dudas se lo llama a Fray Agustín Leyre, domínico experto en comprender mensajes cifrados.
La intriga de La hermandad de la sábana blanca, de Julia Navarro, comienza con sucesivos incendios que se producen en la catedral de Turín, donde se venera la Sábana Santa, que se cree que fue la verdadera mortaja de Cristo. La policía y una historiadora comienzan una investigación que se remonta a la antigüedad y llega hasta nuestros días y revela el compromiso de un selecto grupo de hombres.
A pesar de algunas similitudes, como la presencia o la alusión a misterios sobrenaturales, la tendencia a diseminar conjeturas que cuestionan las convicciones aceptadas –sea sobre personajes y grupos, o sobre lecturas e interpretaciones consagradas por la historia oficial–, y la confección de una intriga casi policíaca elaborada con procedimientos que garantizan el enganche y una lectura rápida, cada novela posee una autonomía específica. Por eso, para evaluar la singularidad o no en el tratamiento de la materia histórica (el nivel de novedad y radicalidad que prometen, en el caso de que estas ambas se cumplan en ciertos momentos), o para apreciar los mayores o menores méritos literarios, es el lector quien deberá transitar por sus páginas para corroborar y adherir o negar y superar las etiquetas editoriales y las restricciones de la crítica.
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