jueves, 2 de abril de 2009

BALZAC y ...


BALZAC Y LA JOVEN COSTURERA CHINA.

(DAI SIJIE)

Dai Sijie demuestra con esta novela que la experiencia más traumática puede convertirse en el germen de una hermosa historia, la que su mente ideó a partir de los recuerdos de una juventud marcada por la intolerancia y la falta de libertad. A mediados de los años sesenta el líder comunista chino Mao Zedong emprende una reforma denominada La Revolución Cultural. Se llevó a cabo a través de la movilización del pueblo, sobre todo de la juventud menor de 18 años. Al mismo tiempo se creo la llamada Guardia Roja formada por unos 50 millones de miembros. Todo esto se acompañó de una durísima propaganda ideológica que tuvo como consecuencia una gran purga, dentro de la misma China, de la burocracia, de los técnicos, empresarios... bajo la implacable fuerza de la Guardia Roja. Bajo este pretexto obliga a cerrar muchas universidades y envía al campo a todo aquel que haya terminado los estudios secundarios. Se pretendía la reeducación de los más jóvenes junto al campesinado. Cada comunidad agrícola recibía a su cargo un número de jóvenes que básicamente eran utilizados como mano de obra para trabajos de todo tipo, la mayoría de gran dureza. Prácticamente nadie escapaba a estos “trabajos forzados”. En plena edad adolescente eran separados de sus casas, sus familias y sus vidas cotidianas y enviados a un lugar del que no estaban seguros de volver algún día. Esta reeducación finalizaba cuando la comunidad y el partido así lo creía conveniente. Podían pasar años, en los que la comunicación con el exterior se efectuaba bajo un estricto control, antes de que le permitiesen retomar sus vidas. Algunos no tuvieron siquiera esa oportunidad. El autor Sijie, en boca de su protagonista reflexiona:

“ la verdadera razón que impulsó a Mao Zedong a tomar semejante decisión sigue siendo oscura: ¿quería acabar con los guardias rojos, que comenzaban a escapar de su control? ¿O era la fantasía de un soñador revolucionario, deseoso de crear una nueva generación? Nadie supo responder a esta pregunta (...) nuestra conclusión fue la siguiente: Mao odiaba a los intelectuales.”

Nuestro autor parte de esa experiencia para elaborar un relato en el que demuestra como el ser humano se diferencia ante todo por la capacidad de crear, de imaginar. La lectura será para nuestros dos jóvenes su arma de resistencia. Con ella obtendrán alas para volar.

Ambos jóvenes habían vivido siempre uno al lado del otro, creciendo al mismo tiempo que crecía su amistad. Eran hijos de la burguesía media de una ciudad que a pesar de situarse lejos de Pekín constituía un centro urbano de considerables dimensiones: Chengdu, capital de la provincia de Sicuani. Ninguno de los dos llegó a terminar sus estudios secundarios cuando fueron llamados para iniciar su reeducación. Procedentes de familias acomodadas y respetadas tenían acceso a todo tipo de cine y literatura que se hacía en el país. Así pues, el impacto al llegar al pueblo destinado fue brutal. En la perdida montaña conocida como el Fénix del Cielo tuvieron que adecuarse a unas condiciones de vida miserables. Trabajando en las minas la muerte les obsesionaba, pensando que jamás saldrían de allí. Cuando los trabajos se realizaban en el campo no resultaba mejor. Sin embargo había algo que conseguiría hacerles más soportable la estancia. El joven Luo poseía unas dotes especiales para la narración y para la invención de historias. Conseguía embelesar hasta a las mentes mas cerradas y autoritarias con la forma en que relataba, ya fuera una película o un libro. Por su parte Ma tocaba el violín temiendo que en cualquier momento le fuera arrebatado por los campesinos que solo veían en este objeto y su música un sospechoso elemento contrarrevolucionario. Las sonatas de Mozart, prohibidas durante años por el régimen comunista cambiaron de nombre para llamase, “ Mozart piensa en el presidente Mao”.

En torno a ellos se describen una serie de personajes que serán cruciales: Cuatrojos y su madre, el sastre, la sastrecilla, el viejo molinero... Sin embargo fue el descubrimiento de una maleta llena de libros lo que dio sentido a las vidas de estos jóvenes. Cuatrojos era un amigo que también procedía de la ciudad y él era el depositario de semejante tesoro. Pero no eran libros como los que ellos conocían y habían leído: eran occidentales. Allí estaban Balzac, Flaubert, Gogol, Dumas, Melville... Nada comparado con el único libro autorizado: “el pequeño libro rojo”. Conscientes de la gran importancia de su hallazgo incorporarán incesantemente estas nuevas lecturas al campo de su imaginación. Para ellos encontrarse en semejantes condiciones de vida y trabajo suponía una regresión a lo primitivo y acultural. Un atisbo de esperanza empieza a despertar en ellos al comprobar que la rudeza y la “bestialidad” que requiere el día a día con los campesinos y la tierra puede verse compensada.

“En el sendero le pregunté a Luo:

-¿Te gusta la sastrecilla? (...) ¿Te has enamorado?

-¡Es demasiado sencilla al menos para mí!”

La sastrecilla era la hija del sastre que vestía a toda la comarca. Éste pasaba la mayor parte del tiempo viajando por los pueblos, con su máquina de coser a cuestas, cogiendo medidas y siendo recibido con todo lujo de honores. Era un personaje para todos distinguido y su bella hija le ayudaba en la confección al mismo tiempo que pasaba días enteros alejada del control paterno. Para Luo la educación de la sastrecilla fue su nuevo propósito. Así, pensaba, la haría más culta y podría tener con ella una relación de igual a igual. Le resultaba demasiado simple para él. Ella se entusiasmó tanto por los libros como los dos amigos. Estaba descubriendo que ser la chica más disputada del lugar no era mas que una insignificancia comparado con la clase de vida y el tipo de mujer que describían estos nuevos libros. Mientras que avanzaba en su aprendizaje mantenía una historia de amor y encuentros, en el más absoluto secreto, con Luo. Sólo Ma conocía de esta relación. Se convirtió en el confidente de ambos. Por supuesto, la sastrecilla no sólo había conseguido enamorar a Luo.

La llegada de estos dos “intelectuales” al pueblo también supuso una transformación para los lugareños. Ninguno conocía el cine y mucho menos habían podido presenciar una proyección. Aficionados a las historias que el joven Luo narraba con brillantez, decidieron enviarlos al cine más próximo para poder así escuchar de su viva voz un nuevo relato igual de fascinante que los que el muchacho contaba. Estos momentos constituían para los dos un verdadero deleite y descanso de las obligaciones diarias.

De todos los autores hallados en la maleta, era Balzac, el que había poseído el corazón de Ma. Cada fragmento de sus obras constituía para él deleite puro hasta tal punto que:

“Decidí copiar, textualmente, mis pasajes preferidos de Úrsula Mirouët. Era la primera vez en mi vida que deseaba copiar un libro, (...) pero sólo pude encontrar unas hojas de papel de carta (...) Opté entonces por copiar el texto directamente en la piel de oveja de mi chaqueta.”

Para Ma tocar su violín y leer a Balzac lo transportaban a lugares donde jamás habría imaginado estar. Francia era para él un lugar lejano, casi perdido en su propia fantasía. Allí recreaba los salones, las chimeneas, las calles de las ciudades que recorría a través de las páginas: quién podría resistirse a tal belleza.

Así el poder de la palabra les infundió la fuerza y la vida necesarias para seguir luchando cada mañana en el inhóspito pueblo en el que el sistema les había arrinconado.

Para la joven sastrecilla, nada volvería a ser como antes: una mañana decidió marcharse de allí, abandonar a los suyos y a sus dos nuevos amigos. Se vistió de hombre y se cortó su larga y cuidada trenza. Todo ello porque:

“ Balzac le había hecho comprender algo: la belleza de una mujer es un tesoro que no tiene precio.”

Ni siquiera Ma y Luo podrían haberlo previsto: La joven pueblerina ya no se conformaba con ser simplemente eso. Balzac le había enseñado que tenía una identidad como persona y como mujer, que ese era su tesoro y que iba a hacer con él lo que quisiera. Más que a ningún otro, el poder de la palabra le ofreció a la sastrecilla los caminos de su libertad.

Con esta novela, Dai Sijie reflexiona sobre la necesidad de promover el amor por la lectura, por abrir los campos de nuestra mente a la imaginación y a la creatividad, proporcionando las herramientas más sabias a favor de la libertad y el respeto humano. Con hábiles dotes de narrador, capaz de crear un mundo en pocas palabras y con un fino sentido del humor se presenta como el más inteligente defensor de la libertad de pensamiento.

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