martes, 14 de abril de 2009

El encuadre del MONSTRUO DE AMSTEEN








PROPAGANDA. Charles Manson aprendió pronto a utilizar la mirada como imagen propagandística de su mensaje asocial y, de paso, de toda la producción artística que genera para su mercado de seguidores.











LECTER. El personaje de Hannibal Lecter, encarnado por Anthony Hopkins, ha fijado definitivamente la asociación entre la imagen del monstruo y el primer plano frontal de mirada profunda y amenazante.









LEYENDA. Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov, es uno de los mayores asesinos en serie de la historia. Durante el juicio ofreció una imagen sardónica e hiriente. Su figura inspiró una película.


El encuadre del "Monstruo de Amsteen"

En tiempos de iconografía mediática, el retrato del austriaco Josef Frizl condenado a prisión por violar y esclavizar a su hija, se erige como símbolos de la maldad absoluta, identificada con la ayuda de una sola imagen. Aquí, una crónica de la foto que recorrió el mundo.

Por: Jordi Balló*

INSTANTE. Josef Fritzl debió mirar muy pocas veces a los fotógrafos que buscaban su rostro. Pero como suele suceder, una sola imagen basta. Ahora esa mirada identifica su "monstruosidad".


A Josef Fritzl , se le conoce como El monstruo de Amstetten.Pero no basta: se necesita una imagen que señale su maldad absoluta. Buscar un encuadre que el espectador asocie a la monstruosidad maligna, el encuadre del asesino en serie, inmortalizado en el rostro casi sonriente de Anthony Hopkins en la inolvidable escena de El silencio de los corderos.

El asesino en serie no duda en mirar fijamente al objetivo con los ojos hirientes, porque no se avergüenza de sus fechorías. Y pronto toma conciencia que su rostro cotiza al alza, incluso en el mercado convencional del arte (lo que explica que muchos de ellos se dediquen a la pintura y tengan una nómina fija de compradores). En cambio el violador sistemático suele avergonzarse de su acción, y no sostiene su rostro altivo cuando es interpelado por una cámara.

El juicio a Josef Fritzl ha significado una clamorosa confirmación de este principio. El violador apareció el primer día parapetado tras un extraño archivador que, más que taparle el rostro, impedía que sus ojos mirasen más allá del trozo de plástico azulado que le separaba de sus interlocutores. A la mañana siguiente Fritzl abandonó este peculiar parapeto y recorrió cabizbajo el trozo de pasillo que lo separaba de la sala del juicio con una mirada hacia ninguna parte, rodeado de policías que no sabíamos si estaban allí para proteger al público o para protegerle a él. Tampoco esta imagen tenía la capacidad de representación necesaria para expresar al gran maligno.

Fue en el tercer día cuando el icono se alumbró. Fritzl miró a cámara un instante, y este plano se amplió hasta que solo quedaron los ojos del monstruo. Esa mirada tan significativa en su vaciedad ocupó las portadas del mundo.

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