martes, 14 de abril de 2009

Laurent Cantet: "Una clase es una comunidad"


El jueves llega "Entre los muros", ganadora de la Palma de Oro en Cannes. El filme del director de "Recursos humanos" se centra en un año en la vida de un grupo de alumnos y su profesor en una escuela secundaria de París. El realizador cuenta cómo fue hacer el filme.

Por: Diego Papic
"Entre los muros", el film del director francés Laurent Cantet ganador de la Palma de Oro en Cannes.
Lo que me interesa no es mostrar las soluciones cuando no existen, sino la complejidad de un sistema", analiza Laurent Cantet mientras le da una pitada a su cigarrillo. Este director francés de 47 años estuvo en Buenos Aires para presentar Entre los muros, su cuarta película, que hace casi un año ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y que se estrena este jueves en la Argentina.
El sistema al que alude Cantet es el educativo. La historia transcurre dentro de un colegio secundario del distrito 20 de París, y sus protagonistas son un profesor y el curso que tiene asignado. La curiosidad es que los alumnos son verdaderos alumnos, y el profesor (Fran»cois Bégaudeau) es un profesor en la vida real. Bégaudeau escribió un libro sobre su experiencia en la enseñanza que fue el punto de partida para la película.
"Empecé escribiendo un guión que transcurría dentro de las paredes de un colegio -precisa en la charla con Clarín-. Encontré por casualidad a Fran»cois en una radio, donde fue a presentar su libro. Habló del tema, leyó unos extractos y sentí que podía aportar toda la dimensión documental que quería dar a la película."

Tus padres fueron maestros. ¿Eso influyó a la hora de elegir el tema?
Sí, las cuestiones que conciernen a la educación siempre se discutieron frente a mí cuando era chico, y me sensibilicé con el tema. La otra razón es que pensaba que era interesante mirar una clase porque ahí está el origen de todas las cosas importantes que se plantean en nuestra sociedad. Es el lugar donde los jóvenes comienzan a reflexionar sobre su lugar en el mundo. Una clase es una comunidad. Finalmente representa bien a nuestra sociedad. Por otra parte, tenía ganas de filmar adolescentes. Es un momento tan importante en la vida. Tenía ganas de filmar esa energía.

¿Cómo decidiste que Fran»cois hiciera el papel del profesor?
Me interesa siempre nutrir el guión con la experiencia de los que interpretan, porque además lo que me había gustado mucho en el libro era ese profesor. Me parecía muy difícil pedirle a otro que encarnara a ese profesor que Fran»cois ya era en la vida. El conoce muy bien la escuela, fue profesor durante diez años, entonces sabe perfectamente cuál es la relación que puede crearse en una clase. Sabe también cómo funciona el sistema escolar. Su libro además les da la palabra a los alumnos, transmite muy bien la energía del diálogo y las tensiones que pueden existir en una clase.

¿Cómo fue el trabajo con los alumnos?
Se creó un taller de improvisación en un colegio y a partir de la trama que se había escrito, retomando el punto de partida de las escenas que Fran»cois proponía en el libro, se intentó ver cómo esa clase que se había formado en el taller podía reaccionar frente a esas situaciones. Se improvisó alrededor de situaciones que no necesariamente son las de la película. Tenía un poco de temor de que, al repetir escenas tomadas exactamente del guión, se gastaran. Quería conservar la energía y la espontaneidad para el día de la filmación. Antes de la primera toma de cada escena yo hablaba con cada alumno y le decía "cuando Fran»cois diga esto, vos vas a decir esto otro". Después Fran»cois lanzaba la improvisación, como una lección, como una clase, y uno de los alumnos sabía que en un momento tenía que cuestionar o poner en duda lo que estaba ocurriendo. Teníamos tres cámaras, y eso nos permitía tener una siempre sobre el profesor y las otras dos sobre los alumnos.

¿Cómo elegiste el colegio?
Elegí uno de los barrios más multiculturales de París, donde hay una gran diversidad étnica y también gran diversidad social. Pensé que la escuela iba a reflejar este barrio. Un día toqué el timbre, vi al director, al director adjunto (que es el que hace de director en la película) y rápidamente se interesaron, comprendieron que podía ser una experiencia interesante para los alumnos.

¿Fran»cois participó creativamente durante el rodaje?
Trabajamos de manera muy cómplice. Aprendimos a conocernos, a asociarnos. Yo, como realizador, no soy el dueño del mundo, tengo la sensación más bien de ser un director de orquesta que da la palabra a unos y a otros, que escucha y que elige opciones. Fran»cois era un poco como mi doble en la escena. El dirigía a los chicos hacia lo que queríamos que dijeran, él organizaba la escena desde el interior, como un profesor sabe hacerlo durante una clase.

La película así planteada es muy distinta de otras con el mismo tema, tipo "La sociedad de los poetas muertos"...
Para mí esa película era el contraejemplo. Particularmente la creación del personaje del profesor. Yo tenía ganas de mostrar un profesor que no fuera un Dios que sabe todo, que siempre encuentra la respuesta justa, y que cría a sus alumnos y los eleva. Es cierto que se intentó encontrar un personaje muy humano, que duda, que a veces hace cosas magníficas, y al día siguiente hace cosas que no son muy buenas. Un día tiene éxito y al día siguiente fracasa. Y, sobre todo, comete errores.

La película tiene mucho humor, también...
Era necesario que hubiera respiración, momentos en los que se sueltan un poco, pero al mismo tiempo los que hicieron el humor fueron los chicos, su idioma, sus respuestas, sus retruques... Lo que tratamos de evitar fue el repertorio de perlitas. Yo no quería que se rieran de su ignorancia, por ejemplo. Eso tratamos de evitarlo siempre. En cambio, cuando el idioma de ellos es gracioso, ahí sí tratamos de reforzarlo. Me divierte mucho oír a la gente que se ríe junto con los actores, porque por otra parte después cuando uno deja de reírse siente más fuerte la tensión.

¿Los chicos vieron la película?
Sí. Los diez primeros minutos se rieron mucho. Y después realmente la escucharon, la descubrieron, y al final dijeron Guau, es una película de verdad. No tenían conciencia cuando la estaban haciendo. Yo estaba de muy buen humor durante el rodaje, el ambiente era muy distendido, creo que nunca tuvieron la sensación de estar trabajando realmente. Aunque hicieron un trabajo enorme. Eran capaces de quedarse concentrados en una escena durante seis horas, recordar lo que habían improvisado para poder interpretarlo de nuevo, integrar todas las preguntas que yo les hacía, todo lo que les pedía. Los profesores estaban sorprendidos y casi celosos al ver que lográbamos sostenerlos así en la clase encerrados durante seis horas. Ellos no los pueden hacer concentrar más de dos minutos en algo. Eso para mí fue un gran descubrimiento.

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